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Refugiados sirios en Turquía: un caso paradigmático
Mar, 16/07/2019 - 09:30

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

A diferencia del fenómeno de la actual migración centroamericana a Estados Unidos (y a México, en consecuencia), integrada tanto por refugiados que huyen para salvaguardar sus vidas como por migrantes económicos, los 3.6 millones de sirios que a partir de 2011 fueron llegando a territorio turco califican básicamente como refugiados, en la medida en que su éxodo masivo estuvo ocasionado por una guerra de altísima intensidad en la que los genocidios estuvieron a la orden del día. Sin embargo, vale la pena revisar cómo se ha desarrollado la estancia de los sirios en Turquía, ya que el caso bien puede arrojar luz acerca del desafío encarnado por la migración masiva y las formas más adecuadas para enfrentarlo.

Turquía es un país que se extiende en una superficie de casi 800 mil kilómetros cuadrados, y cuya población es de 82 millones de personas. Su vecindad con Siria lo hizo, junto con Líbano y Jordania, uno de los espacios a los que con mayor frecuencia recurrió en calidad de asilo la población siria acosada por la atroz guerra que se vivía en su tierra natal. La disposición turca a otorgar tal asilo se vio apuntalada por la derrama de tres mil millones de euros que la Unión Europea estuvo dispuesta a aportar, interesada como estaba en desviar de su continente el flujo masivo de sirios que intentaba encontrar su tabla de salvación donde se pudiera. Turquía se convirtió así en el mayor concentrador de población siria refugiada, mayor que cualquiera de sus vecinos, y mayor también que cualquier país del continente europeo.

¿Ha sido fácil ahí la convivencia de sirios y turcos? De ninguna manera. Porque a pesar de compartir culto religioso —ambas poblaciones son mayoritariamente musulmanas— existen marcadas diferencias culturales y lingüísticas, aunadas a la circunstancia evidente de que mientras los turcos son los dueños del espacio, los sirios son “los advenedizos”.

En ese contexto donde el estatus oficial de la mayoría de los sirios es de “protección temporal”, el resultado es que han quedado excluidos del empleo formal y del pago de impuestos. Su imbricación en la economía turca se ha dado así sobre todo, en el terreno de la informalidad en el empleo, con lo cual han abaratado el precio de la mano de obra nacional. Esto, en las condiciones de crisis que vive la economía turca, ha sido un caldo de cultivo perfecto para la emergencia de todo tipo de condenas, prejuicios y acusaciones contra la población siria, a la que se responsabiliza de los quebrantos económicos del ciudadano turco común y corriente. Los refugiados se ven así obligados a vivir permanentemente a la defensiva ante los ataques xenófobos que reciben.

Sin embargo, no en todas partes la atmósfera es tan hostil, todo depende del manejo más o menos hábil y equilibrado de las autoridades a cargo de las distintas municipalidades y distritos que cuentan con residentes sirios en cantidad importante. Así, en el distrito de Fatih, donde no ha habido políticas públicas bien dirigidas a fin de enfrentar el reto, el 95% de sus habitantes turcos se manifiestan descontentos y enojados por la nutrida presencia siria en su entorno. Por tanto, no es extraño que numerosos actos de violencia se hayan registrado ahí al calor de la desconfianza, el resentimiento y la xenofobia que flotan en el aire.  

En cambio, la situación ha resultado notablemente diferente en el distrito de Sultanbeyli. Ahí las autoridades han realizado un esfuerzo considerable en la promoción de la integración exitosa de los sirios. En primer lugar, han fomentado la dispersión habitacional de éstos a lo largo y ancho del distrito, de tal forma que no se creen guetos aislados, y, en segundo término, han procedido al establecimiento de una ONG fondeada con recursos internacionales y dedicada a proveer a los sirios de servicios básicos, asistencia para la obtención de permisos de trabajo, registro de negocios, entrenamiento vocacional y cursos de lengua turca. De hecho, el experimento de Sultanbeyli está erigiéndose en un modelo que se pretende replicar en otros espacios.     

Evidentemente, la integración de tan masivos flujos migratorios es complicadísima, pero el caso del distrito de Sultanbeyli aquí reseñado bien puede ejemplificar que sí es posible instrumentar políticas humanitarias y eficientes en sus resultados, con el consecuente aminoramiento del resentimiento social, los prejuicios, la intolerancia y la violencia.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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