Las noticias sobre la “felicidad” de los países lationamericanos son cada vez más frecuentes. Los múltiples rankings que ordenan a las naciones de las más felices a las más infelices, se publican con tanta periodicidad que dejaron de ser novedad. Además, los reportes de este tema cada vez tienen menos eco en el público general, o al menos, la gente no entiende de donde sale tanta felicidad.
En el 2015, el gobierno colombiano hizo públicos los resultados de su primera medición de “satisfacción con la vida”. En el 2017, se hizo una nueva medición y los resultados llevan a las mismas conclusiones: los colombianos están altamente satisfechos con su vida (8,5 en promedio, en una escala de 0 -10). Más satisfechos que los ciudadanos de países desarrollados con mejores condiciones de vida, menos crimen y corrupción. Ni en los países escandinavos se reportan niveles tan altos de satisfacción con la vida.
Los resultados no cayeron bien dentro de la opinión pública ni dentro de los medios de comunicación. Haciendo un balance de la reacción que generaron los resultados, me aventuro a clasificar las amplias críticas que recibieron las instituciones públicas por las “buenas noticias” que le daban al país en cuatro categorías: desconfianza, significado, despilfarro y desconocimiento.
La primera crítica se refería a los mecanismos que usa el gobierno para desdibujar la realidad del país. Se escuchó decir que los datos eran manipulados por el gobierno para usarlos como distracción de los múltiples conflictos que buscaba esconder. Que no era posible que la gente en Colombia estuviera tan satisfecha dadas las condiciones económicas y sociales que atraviesa el país. Una crítica de esta magnitud, es propia de un país donde los niveles de desconfianza hacia al gobierno son tan altos.
El segundo problema con la difusión de los resultados está asociado con un asunto de significado. Las mediciones que hace el gobierno usando metodologías estandarizadas y validadas a nivel mundial, particularmente por la OECD, son sobre satisfacción con la vida. Lo cual se refiere a la valoración que hacen los individuos de su vida. Este concepto no es fácil de comunicar y tiene en medio múltiples matices que permite fácilmente desdibujar su significado. Dentro de los sinónimos que se usan con mucha libertad para referirse a la satisfacción con la vida está la “felicidad”. Esos dos conceptos no son lo mismo, están asociados, pero denotan constructos muy distintos. Estar satisfecho con la vida abarca aspectos más amplios y abstractos que la felicidad. La satisfacción con la vida se refiere a los logros, desaciertos y al significado que se les otorga visto en un periodo de largo alcance. La felicidad en cambio es un estado, y cambia permanentemente. Pero hablar de “felicidad” es más fácil y llena más titulares.
Otra crítica era sobre el uso de recursos públicos en estudiar la “felicidad” de la población. Algunos consideraron en su momento que tal proyecto era un despropósito dada la dimensión de los problemas del país y consecuentemente la priorización de la agenda pública. Hay múltiples aspectos del funcionamiento público que le son ajenos a los ciudadanos de a pie. Uno de ellos, es la destinación de recursos para estudiar problemas inherentes al gobierno. El costo de incluir una batería de preguntas sobre satisfacción con la vida en una encuesta multipropósito, como se hace en las mediciones del país es marginal y las encuestas no se hacen solo para medir la satisfacción con la vida. Esta es una dimensión, dentro de muchas otras que el gobierno evalúa.
Pero la verdadera crítica que quedó en el aire es sobre el propósito de dicha medición y la racionalidad del gobierno para incluirla dentro de la agenda pública. El cambio del significado –de satisfacción con la vida a felicidad-, de algún modo terminó trivializando el proceso. El incremento de la felicidad per se, no es necesariamente un fin que persigue un gobierno. Pero un gobierno si busca mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y esa dimensión está estrechamente relacionada con la satisfacción con la vida. Incluir una medida que sirva como complemento a las medidas tradicionales de calidad de vida (por ejemplo, empleo o salario), muestra la disposición del gobierno a considerar posiciones más inclusivas respecto a las medidas clásicas de desarrollo económico. Uno de los aspectos que ha motivado la amplia investigación de la satisfacción con la vida es que, en el fondo, las medidas de desarrollo económico tradicionales no capturan información sobre aspectos más subjetivos, pero más relevantes en la evaluación de la calidad de vida.
La calidad de vida de los individuos se ve altamente afectada por las decisiones que toma un gobierno y las priorizaciones en el gasto público. El tráfico, la falta de transporte para llegar al trabajo, el crimen y el estado de salud de la población son variables que impactan de manera directa y significativa la satisfacción con la vida. Y todos ellos, son aspectos de carácter gubernamental.
Los resultados que se reportan en Colombia por el gobierno, también se ven reflejados en sistemas de medición de satisfacción con la vida local que se gestan desde la academia. En Cali, la tercera ciudad en tamaño en Colombia, los altos niveles de satisfacción de la población son iguales a los del país. CaliBRANDO, el sistema implementado en Cali, muestra desde hace 4 años que la satisfacción con la vida declarada en los habitantes está explicada por la calidad de sus relaciones afectivas, su estado de salud y el optimismo en el futuro. Las decisiones que toma el gobierno también los afecta y eso entra en la ecuación.
En este proceso de la inclusión de medidas de corte más subjetivo en las mediciones del gobierno, hay un camino largo por recorrer. El conocimiento y entendimiento del objetivo y la racionalidad para realizarlos, es el primer paso. Lo invito para que piense dos veces antes de volver a hacer una valoración sobre la medición de la satisfacción con la vida. Piénselo bien, lo que se mide no es felicidad. Es satisfacción con la vida, y eso captura mucho más que un estado anímico que cambia en función del dolor de cabeza del día.