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Turquía, ante una encrucijada
Mié, 02/09/2015 - 09:19

Florent Sardou

¿Un New Deal para Europa?
Florent Sardou

Florent Sardou posee una Licenciatura en Derecho (Universidad de Toulouse, Francia) y un Master de la misma universidad en Historia Contemporánea. Su tesis fue sobre la Historia Social contemporánea de Chile. Ejerció como profesor en el colegio la Alianza Francesa de Santiago de Chile. Después de haber vivido cinco años en París, volvió a Chile en 2013. Desde entonces es invitado como analista en canales (CNNChile, 24Horas, NTN24 de Colombia) y radios locales (Duna, Zero, Bio Bio, Cooperativa, ADN).

Los acontecimientos se precipitan en Turquía. El viernes 21 de agosto, el presidente Recep Erdogan convocó a elecciones parlamentarias anticipadas. Además de la crisis política, se multiplican, desde hace un mes, agresivos y mortales enfrentamientos entre el ejército y los rebeldes del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) en el país. Estos últimos meses, la sociedad turca está enfrentando une serie de desafíos que plantean preguntas sobre su estabilidad. Este país, heredero del Imperio Otomano, considerado durante los años 2000 como ejemplo de que el Islam podía ser compatible con la democracia y el desarrollo económico, se ha transformado hoy en una fuente de preocupación para sus aliados estratégicos más antiguos (Estados Unidos, Israel, Unión Europea).

Una presencia reciente pero notable en A. Latina. La inestabilidad social y política creciente que conoce Ankara será sin duda analizada por sus numerosos socios económicos y, en particular, por América latina. De hecho desde el final de la década pasada, Turquía hizo del subcontinente una prioridad de su política exterior. Así, Turquía es miembro observador de la Alianza del Pacífico, firmó en 2009 un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Chile y está en proceso de negociación con México, Colombia y Perú. Otra clara señal de su interés está demostrada por la multiplicación de sedes diplomáticas turcas a lo largo de la región. Los países de América latina piensan legítimamente beneficiarse de las vinculaciones con una economía emergente, que tuvo un crecimiento promedio de 5,2% entre 2002 y 2012.  No son las únicas cifras que atraen a los inversionistas. Según la OCDE, la decimoséptima economía del mundo tiene una población de 75 millones de habitantes, educada y joven, una clase media importante, sin olvidar un déficit público que puede provocar la envidia de muchos (40% del PIB). Además su ubicación geográfica es estratégica y la convierte en un puente natural entre cincos mundos: Europa, los países árabes, Persia, Rusia y Asia.

Sin embargo, no todo es perfecto y el “modelo turco” da señales de debilitamiento en un contexto global marcado por las dificultades de la economía china: una inflación alta (8% en 2014), una baja en su tasa de crecimiento, una tasa de desempleo que ronda el 10%, la caída continua de su moneda (la lira turca) y una dependencia energética preocupante, son algunos índices de que el “paraíso turco” quizás no lo será por mucho tiempo más. Varios son los desafíos que enfrenta su gobierno hoy y que cuestionan la continuación del modelo de desarrollo, impulsado a principios de la década del 2000.

Los desafíos que enfrenta Turquía hoy. Primero una crisis política: las elecciones parlamentarias de junio marcaron un hito en la vida política turca. El partido de Erdogan, el AKP (Partido de la Justicia y del Desarrollo) no logró tener la mayoría absoluta. Por primera vez en 12 años (desde 2003), de poder ininterrumpido y casi absoluto, el presidente tambalea. Frente a la imposibilidad de formar un gobierno, se vio obligado a convocar nuevas elecciones para septiembre. Es una bofetada para un partido que encarnó en sus inicios una democratización social y que puso fin a 80 años de república laica totalmente controlada por los militares y una reducida elite.  El AKP fue-por mucho tiempo- un modelo para el mundo musulmán: era posible conciliar el islam, la democracia y el auge económico. Lamentablemente, a lo largo de los años, Recep Erdogan, sin opositores creíbles, ejerció un poder cada vez más despótico y solitario. Estallaron varias protestas, la más emblemática siendo la ocupación de la plaza Takzim en junio de 2013. Hoy, la democracia se encuentra vulnerada: salieron a la luz varios casos de corrupción y nepotismo; los opositores de Erdogan son perseguidos, existe un control de internet y el número de periodistas encarcelados es uno de los más altos en el mundo, según el Comité para la Protección de los Periodistas. Los derechos de las mujeres también son vulnerados y las minorías religiosas (los alevis, que son chiitas) y étnicas (los kurdos) son toleradas con dificultad ya que se promueve una sola identidad nacional: turca sunita.

En política exterior, el gobierno enfrenta en primera línea la dislocación del Medio Oriente. Turquía tiene fronteras directas con Siria e Irak y acoge a casi 2 millones de refugiados sirios. La política exterior de Erdogan tiene como objetivo instalar a su país como líder del mundo arabo musulmán, lo que significa estar en contra de sus principales rivales, es decir, Irán, Arabia Saudita y Egipto. Siendo apoyado por el régimen de los ayatolás, la eliminación de Bashar el-Asad se ha convertido en prioridad absoluta para Erdogan. El fin justificaba los medios y las autoridades turcas fueron complacientes con los adversarios islamistas del régimen sirio, facilitando así la propagación de los terroristas del Estado Islámico. Un actuar a corto plazo que permitió el ingreso de miles de yihadistas europeos en Siria e Irak vía las fronteras turcas.  Todo cambió con el atentado suicidio cometido en su territorio por el Estado Islámico el 20 de julio y se declaró la “guerra contra el terrorismo” el 24 de julio pasado. Pero en realidad, más que luchar contra el Estado Islámico, Ankara destina la mayor parte de sus fuerzas en combatir a los rebeldes kurdos de Turquía (los combatientes del PKK) que buscan su independencia. Estos rebeldes son los mismos que luchan contra el Estado Islámico, con el apoyo de Estados Unidos, siendo este último país el principal aliado militar de Turquía (dentro de la OTAN).  La realidad es que hoy, Turquía se encuentra más aislada que nunca y los conflictos que sacuden a sus vecinos provocan tensiones dentro de su propio territorio. El riesgo de una guerra civil es más fuerte que nunca.

Quizás, el error fundamental de la diplomacia turca es liderar una política pro-sunita, cuando dentro de sus nueve vecinos directos tres son chiitas (Irak, Irán, Azerbaiyán) y cinco son de cultura cristiana (Armenia, Grecia, Chipre, Georgia, Bulgaria). Siria es el único país mayormente sunita pero su gobierno, no. Turquía, a pesar de aplicar la doctrina del “neo-otomanismo”, tampoco puede olvidar el peso de ser la heredera de la Sublime Puerta: los musulmanes árabes se opondrán siempre al regreso de un Hegemon turco.

Turquía: ¿qué aliados posibles? Desde 1987 que Turquía es candidata a integrar la Unión Europea. Varios son los motivos que han bloqueado su entrada. Primero, el gobierno turco se considera un país emergente y teme que las exigentes normas europeas (derecho laboral, derecho ambiental, etc.) frenen su crecimiento. Luego, varios gobiernos europeos ven con malos ojos la llegada de un país muy poblado y musulmán, capaz de tener un peso político muy (¿demasiado?) grande. La vulneración de los derechos humanos ha sido otro factor clave a la hora de dudar sobre su ingreso al proyecto europeo. Pero se suman otros obstáculos, como por ejemplo la situación en la parte norte de la isla de Chipre, ocupada por las fuerzas armadas turcas y sin olvidar que el gobierno islamo-conservador ha provocado un acercamiento entre la sociedad turca y el mundo árabo-musulmán. El debate no está zanjado, pero en un mundo globalizado que se constituye en bloques, Turquía parece estarse quedando muy sola. Rodeada por Europa, Rusia, el Cáucaso, el mundo chiita (Irán) y el mundo árabe, Ankara tiene que elegir: entre sus vecinos, ¿cuál es el más estable y confiable? Pero: ¿es estable y confiable Turquía?

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