Con una zanahoria y un palo se soluciona todo o, como lo formuló la Comisión de la Unión Europea este martes de manera más elegante: “una mezcla inteligente” entre “incentivos positivos y negativos”. Para la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, el pacto migratorio expuesto fue un “giro copernicano” en la política migratoria de la Unión Europea. Pero bueno, las ideas revolucionarias de Copérnico fueron asimiladas por otros 200 años tras su muerte.
El hecho es que lo que se presenta como plan maestro, es la confesión de que la política migratoria de la UE, sobre todo con respecto a África, básicamente ha fracasado. Y no se debe a la carencia de proyectos y planes con nombres ilustres, como el Proceso Khartoum o la Declaración Valette, que deberían cesar el flujo de inmigrantes. Desgraciadamente no funciona ni siquiera el planteamiento. ¿El “compromiso” con Libia debe “intensificarse”? ¿No acaba de explicar el Ministro de Exteriores libio que no quería acoger a refugiados? ¿Y de cuál de las muchas pequeñas Libias en el Estado fallido de la era post Gadafi estamos hablando? No, el palo no surte efecto en los europeos, sino en los potentados africanos, que usan sin reparos a los flujos de refugiados como masa para negociar.
África deja que los inmigrantes se vayan del continente. Como siempre, en Bruselas no entienden que los supuestos “socios” en África no tienen ningún interés en retener a la mayoría de los inmigrantes, jóvenes y hombres. Todo lo contrario: en Eritrea muchos militares de alto rango, según fuentes fehacientes, ganan su buen dinero con el tráfico humano del propio país. Muchos somalíes y la muy corrupta la casta política sobreviven gracias a los reembolsos procedentes de la diáspora. Y también en otras partes, los dirigentes africanos se despiden de buena gana de los jóvenes desempleados y potenciales alborotadores.
La idea, supuestamente de Copérnico retomada este martes por los tecnócratas de la migración, de reforzar el desarrollo económico en los países de partida y de tránsito de los inmigrantes para proporcionarles perspectivas en esas naciones, es tan antigua como la Ayuda al Desarrollo en África. Y además se convierte en grotesco cuando la UE amenaza con daños comerciales a los países no dispuestos a cooperar. ¿No es por cierto desleal la política comercial de la UE en gran medida un motivo por el que cientos de miles de agricultores y pescadores africanos ha puesto rumbo a Europa?
Desarmar a los traficantes de personas. Y es que hay opciones útiles sobre la mesa de negociaciones: centros de asilo de la UE en el norte de África y El Sahel para despojar a los traficantes de personas de sus bases de negocios y parar así la mortal huída por mar. O, aunque sea de forma reducida, porque favorece la sangría en África, la llamada iniciativa de la “tarjeta azul” para reclutar personal especializado.
La triste verdad es que carece de bondad humana. La política de refugiados de Europa es una política de defensa: un nefasto e indigno remiendo de parches que deja al descubierto y sin miramientos las profundas grietas dentro de los Estados de la UE. Entonces se intenta solucionar el problema con dinero, pero tampoco funciona con la fluidez acordada. A finales de 2015, se negociaron fondos de ayuda por 1.800 millones de euros, de los que los gobiernos de los 28 Estados miembros han desembolsado solo 80 millones de euros. ¿De dónde sacarán los ocho mil millones de euros anunciados el martes y previstos hasta 2020? Solo lo sabe la Comisión. El gran Copérnico con toda seguridad debe estar revolviéndose en su tumba debido a la desesperada política simbólica de la UE y par la que Federica Mogherini abusa de su nombre.