1.- Nicolás Maduro ganó la presidencia de Venezuela y gobernará el país que posee las mayores reservas probadas de petróleo del planeta, por encima de Arabia Saudita, pero no triunfó con la holgura soñada por el oficialismo de adentro y de afuera. Henrique Capriles obtuvo la mayor votación de su larga carrera política y estuvo muy cerca de revertir la tendencia dominante, aunque cabe remarcar también que sumó su tercera derrota en línea en un país donde el oxígeno electoral no es particularmente ilimitado. Maduro ganó a la sombra de Hugo Chávez, apelando a su todavía poderosa imagen, sin dejar de citarlo mañana, tarde y noche. Capriles perdió a pesar de cobijarse en el enorme poder económico y mediático -interno y externo- que esta vez se mimetizó en una colcha de retazos políticos cosida especialmente para la ocasión, pero con un resultado notable que por primera vez le otorga a la oposición un alto nivel de interlocución frente al chavismo huérfano de Chávez. En definitiva, Maduro ganó y Capriles... también. El uno se hizo del poder político constituido y acelerará el paso para tratar de cerrar la herida; el otro, convertido ya en decano de la oposición variopinta, por fuerza de necesidad, acaparará a todos los antichavistas venezolanos y extranjeros y más temprano que tarde se convertirá en su referente, en su faro, en su atalaya o como quieran caracterizarlo sus adeptos.
2.- A nivel regional, partiendo del primer anillo integracionista latinoamericano, la noticia del apretadísimo triunfo de Maduro, sobre todo para los militantes idealistas, debió caer como saco de plomo en el seno de la emergente Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), quienes nunca imaginaron que la brecha ganada entre el chavismo y la oposición (casi doce puntos porcentuales en las elecciones del 7 de octubre de 2012) podía reducirse tanto y tan pronto (a menos del 2%). Para los pragmáticos de dicha organización regional, sin embargo (Cuba y Ecuador entre ellos), el golpe quizá resulte más asimilable, tomando en cuenta que el resultado pudo ser fatal, es decir, pudo concretarse una impensada derrota en la mitad del camino y cuando nadie esbozaba tal escenario. Por eso, basta leer este título militante de la prensa cubana para darse una idea del optimismo forzado proveniente de La Habana apenas brotaron los resultados: "Ganó Maduro, la Revolución continúa". O en un plano más coloquial, cuando se divulgó el mensaje personal de Rafael Correa al Mandatario electo de Venezuela, vía Twitter, anoche mismo mientras volaba sobre el Amazonas: "Desde las alturas de la Amazonía felicitaciones a Nicolás Maduro, al pueblo venezolano y a la Revolución Bolivariana. Viva la Patria Grande!".
3.- Ecuador tiene en Venezuela no solamente un socio económico y comercial importante; el país llanero representa también un compañero de ruta en el plano político y un aliado de primer nivel en el plano geoestratégico, dada la capacidad petrolera de Venezuela en el mercado mundial (en la foto, Maduro, como canciller, junto a Ricardo Patiño y el actual vicepresidente electo de Ecuador, Jorge Glas, en una de las reuniones de trabajo en la cancillería venezolana). Por eso, lo que pasa en ese país incumbe a las altas esferas del poder ecuatoriano. De hecho, las constantes visitas mutuas de los presidentes de los dos países, secundadas por un interminable ir y venir de altos funcionarios desde el inicio del gobierno de Rafael Correa, engrasaron poco a poco las relaciones bilaterales y las volvieron más fluidas que nunca. Los presidentes Chávez y Correa, tempranamente, hallaron la química para sellar una alianza bilateral que posee muchos vasos comunicantes, tanto en los planos económico (comercio e inversiones), político (ALBA, Unasur y Celac) e ideológico (la Revolución Bolivariana y la Revolución Ciudadana, como primas hermanas, profesan más o menos el mismo credo que emana del "Socialismo del Siglo XXI"). Todo lo anterior, a su vez, resalta la implicación regional de las elecciones recientes y sus sorprendentes resultados en Venezuela. Es lógico entonces que Correa haya adelantado su felicitación a Maduro, tanto como el hecho de que Maduro quiera cerrar a toda costa el amargo capítulo electoral que le ha tocado vivir, para adentrarse ahora sí en el manejo concreto del poder, ya no como presidente encargado en medio de un proceso electoral, sino como el sucesor real de Hugo Chávez. Esa transición le urge a él como sujeto político y a los países-socios como el Ecuador, porque son muchos los intereses en juego, entre ellos, algunos intereses estratégicos del Ecuador.
4.- Hugo Chávez no le dejó únicamente una promocionada herencia política al flamante presidente electo Nicolás Maduro, le transfirió también una antigualla económica fenomenal, la misma que tendrá (tiene) directa incidencia en la vida misma y en los bolsillos de millones de venezolanos, de cientos de miles de medianas y pequeñas empresas, de miles de grandes empresas y de algunos centenares de transnacionales, en suma, del país entero y sus entornos. Cuando Chávez fue reelegido presidente (octubre 7, 2012) su discurso económico había alcanzado ya los mayores niveles de radicalismo anticapitalista; durante su último periplo electoral anunció varias veces que lo que se venía en Venezuela, después de 13 años de gobierno chavista, era la inevitable radicalización del socialismo económico "a la venezolana", es decir, quedó trazada la línea histórica de su proyecto. En ese encomio, el líder venezolano proyectó y defendió a pie juntillas su amplio y agresivo programa para el período 2013-2019. La historia y la vida le jugaron una mala pasada a Chávez y al chavismo: sólo cuatro meses después de haber ganado la reelección, Chávez falleció víctima de un cáncer y su plan económico quedó en el limbo político, como una especie de herencia por ejecutarse, a la espera de un beneficiario que sea capaz de ponerse a la altura del proyecto. Sin embargo, poco antes de morir, el propio Chávez dio las claves y nombró al cuadro elegido: Nicolás Maduro. Todo esto ocurría mientras la economía, peligrosamente, se estacionaba de nuevo a la espera del desenlace político, dejando crecer la inflación y estimulando la escasez, ambos, fenómenos económicos combinados que le acaban de pasar factura electoral al propio Maduro. Quien lea este documento con detenimiento, sin prejuicio, con agudeza intelectual, notará con facilidad que el programa chavista, en efecto, tiene poco de capitalista y mucho de otras cosas. Más allá de eso, la ejecución socialista del programa económico, tal cual la concibió Chávez, será de muy difícil aplicación, tomando en cuenta las nuevas e impensadas coordenadas políticas reinantes en Venezuela -desde la muerte de su dirigente máximo hasta los resultados electorales de ayer- que han estimulado el apetito opositor de Henrique Capriles, uno de los más favorecidos hijos naturales de la economía de mercado por encima de cualquier otra bandera económica. Así, el programa de gobierno 2013-2019 tenía su coherencia política con un Chávez montado en el potro y el chavismo agitando las banderas en las calles y plazas. Pero ahora será un verdadero cuesta arriba con Nicolás Maduro en el poder y con el chavismo huérfano de Chávez. Este es el desafío mayor que tendrá que descifrar el "hijo" de Chàvez...
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Rienda Suelta... Apuntes de Hernán Ramos.