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YPF: expropiar para...
Mar, 01/05/2012 - 16:44

José Raúl González Merlo

La luz de Otto
José Raúl González Merlo

José Raúl González Merlo es catedrático de Finanzas y Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Posee una licenciatura en Administración de Empresas en esta misma casa de estudios superiores y un MBA en Finanzas y Economía de University of Rochester, NY. Actualmente es vicepresidente Financiero de Grupo Progreso y es miembro de la junta directiva del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), además de  columnista de opinión en Prensa Libre (Guatemala).

“Mula el que presta el libro… y más mula el que lo devuelve”, dice el refrán. Algo así como que la reciente expropiación de la empresa petrolera argentina es una “mulada” del gobierno; precedida de otra “mulada”: haber confiado en un Estado que tiene una larga historia de arbitrariedades contra la inversión privada. Algunos celebran la expropiación de la empresa petrolera argentina conocida con las siglas YPF. El mismo fue acompañado de la propaganda oficial donde le dicen a los argentinos que YPF “ahora es tuya”. Claro que, “tuya” no es estrictamente correcto.

Ahora es del gobierno; y todos sabemos que, lo que es del gobierno, no es de nadie, sino del que detenta temporalmente el poder para usar los fondos provenientes del petróleo a favor de sus intereses políticos. La actual presidenta Cristina Kirchner tiene un récord “impecable”. Cuando se quedó sin dólares echó mano ilegalmente de las reservas internacionales del banco central. Cuando se le acabaron esos dólares le echó mano a los ahorros en dólares del sistema privado de pensiones. Lo de YPF es tan solo “una raya más al tigre”.

YPF fue privatizada a principios de la década de 1990, en tiempos del presidente Menem, para que dejara de ser una carga al erario argentino como empresa estatal deficitaria. Su privatización contó con el apoyo de Néstor Kirchner; finado esposo de doña Cristina. Ni modo, con un precio de venta de US$15 mil millones, YPF era un tentador botín para quién sabe qué aventura política. Hoy en día ya a nadie le interesa averiguarlo. Cristina tiene sus propias “necesidades” y el Estado argentino ya aprendió a jugar el juego. Primero se endeuda y luego despilfarra; al quedarse sin dinero privatiza y despilfarra de nuevo. Cuando hay que pagar la deuda incumple sus obligaciones financieras; luego estatiza lo que pueda, incluyendo lo privatizado, para poder seguir despilfarrando.

La expropiación de YPF es tan solo un punto en una larga secuencia de abusos cometidos por los gobernantes argentinos. Abusos que seguirán en tanto haya gente lo suficientemente ingenua y temeraria como para invertir en ese país. Diez años más tarde de la última crisis financiera, el pueblo argentino sigue pagando las consecuencias de la irresponsabilidad de sus gobernantes. Esta nueva expropiación solamente confirmará que en materia de inversión productiva, Argentina es un lugar de altísimo riesgo. Es el mismo estigma que tienen muchos países de América Latina y que nos mantiene en la pobreza y subdesarrollo.

Contrario a las celebraciones, Cristina Kirchner no es una heroína que vela por los intereses de los argentinos más pobres. Cristina es la representación viva de una tendencia ideológica que mantiene al pueblo argentino en el subdesarrollo. Y así se mantendrá junto con el resto de América Latina hasta que entendamos que el gobierno no crea nada. El gobierno solo quita para “redistribuir”. Y en ese proceso, enriquecer ilegítimamente a los gobernantes que, como Cristina, tienen a sus pueblos engañados en un discurso populista.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.

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