Un periodista preguntó al presidente Trump si se comprometía a aceptar una transferencia pacífica del mando en caso de perder las elecciones de noviembre. Alegando que se prepara un fraude en su contra a través del voto por correo, Trump declinó asumir ese compromiso. A lo largo de años millones de estadounidenses han votado por correo sin que ello jamás suscitara alegatos de fraude. Y hay suficientes investigaciones como para saber que el tipo de fraude que denuncia Trump no existe. La más comprehensiva es la de Justin Levitt. Según ella, en todas las elecciones de diversa índole realizadas en Estados Unidos entre 2000 y 2014, se emitieron unos 1.000 millones de votos y sólo se pudieron identificar 31 denuncias documentadas de suplantación de identidad. Ese hallazgo coincide con el reciente testimonio ante una comisión del Senado del Director de FBI, Christopher Wray, quien dijo “No he visto en nuestra historia ninguna clase de esfuerzo coordinado para perpetrar fraude en una elección nacional, sea por correo o por otro medio”. Si cree que ello se debe a que los académicos detestan a Trump o a que el “Estado profundo” conspira en su contra, cabría recordar que la investigación de Levitt se realizó antes de que Trump incursionara en política y que un Director del FBI, James Comey, contribuyó a la victoria de Trump al reabrir una investigación contra su rival, Hillary Clinton, sólo una semana antes de las elecciones de 2016 (principal razón por la que, durante esa última semana, la ventaja de Clinton en el promedio de encuestas se redujo de un 6% a un 3%).
Lo que preocuparía a Trump no es, por ende, el improbable riesgo de que se perpetre un fraude electoral en su contra (a fin de cuenta los fraudes suelen perpetrarlos los gobernantes, no sus opositores). Sería más bien la posibilidad de que el voto por correo permita un incremento en la proporción de votantes demócratas que ejercen su derecho al sufragio. En declaraciones que tal vez no fueran lúcidas, pero sí translúcidas, el propio Trump lo reconoció en marzo ante la cadena Fox News. Según esas declaraciones, la mayoría demócrata en la cámara de representantes planteaba demandas que “eran una locura”, como “niveles de votación que, si llegásemos a aceptarlos, jamás un republicano volvería a ser elegido en este país”.
Aunque quienes estudian el tema no concluyen que una mayor votación por correo beneficie necesariamente a los demócratas, ello podría ocurrir esta vez por obra del propio Trump: de tanto denunciar un presunto fraude a través del voto por correo ha conseguido que, según encuesta de la agencia Hawkfish, sólo 19% de los votantes republicanos planee enviar su voto por correo, cosa que planea hacer un 69% de los votantes demócratas. Ello podría ser un mal auguro para los republicanos en un contexto en el que, por la pandemia, es probable una disminución del voto presencial.
¿Qué pasaría si Trump se rehúsa a reconocer su derrota?, es el título de un artículo de la revista The Atlantic. Según este, funcionarios republicanos proponen que los gobiernos estatales bajo su control declaren viciado el escrutinio electoral para que sean ellos quienes designen los delegados del Estado ante el Colegio Electoral (entidad que elige al presidente). Aunque admitieron la existencia de esa propuesta, dirigentes republicanos alegaron que esta no representa la posición del partido. Sin embargo, la prueba de que los republicanos se preparan para la posibilidad de impugnar el escrutinio la ofreció el propio Trump, al declarar tras la muerte de una jueza de la Corte Suprema que el proceso electoral “terminará en la Corte Suprema, y pienso que es muy importante que tengamos nueve jueces”. Es decir, resulta crucial para él forjar una mayoría conservadora de seis jueces contra tres en la eventualidad de que, como en 2000, sea la Corte Suprema quien dirima una controversia electoral.