La pandemia dejó un saldo de 170 millones de estudiantes en toda la región de Latinoamérica y el Caribe con 1,5 años menos de escolaridad en promedio, de acuerdo con los balances de la CEPAL.
En Chile, los resultados recientes de las pruebas PISA nos indicaron que, si bien nos ubicamos en un puesto favorable respecto al resto de la región, nos encontramos en un notable estancamiento en materias como Ciencias Naturales (desde 2006), Matemáticas y Lenguaje (desde 2009).
Tanto a nivel nacional como regional, los gobiernos enfrentan el desafío pendiente de implementar políticas más efectivas para superar el rezago educativo, que en muchos casos ya existía antes de la pandemia. En este contexto, las noticias alentadoras, como el aumento del presupuesto destinado a la educación en 2024 por parte del actual gobierno chileno, con un incremento del 4,2% en la inversión para fortalecer el Plan de Reactivación Educativa, señalan avances prometedores hacia la recuperación educativa en el país.
Creemos firmemente que una alianza pública y privada que colabore en las distintas iniciativas que Chile necesita en materia educativa es una de las tareas clave de impulsar para este año.
Más de una década de trabajo en seis países latinoamericanos, nos han permitido comprobar el gran valor de la colaboración con los distintos gobiernos al momento de potenciar iniciativas conjuntas que beneficien el desarrollo de la educación de niños, niñas y jóvenes.
Nuestra experiencia en Brasil, centrada en el modelo de Educación Media Integral (EMI), ilustra cómo esta forma de enseñanza puede generar una transformación significativa en la vida de los estudiantes, sus familias y la sociedad en su conjunto. EMI ha superado en muchos aspectos a la educación secundaria regular, disminuyendo la violencia, ampliando el acceso al conocimiento y preparando a los jóvenes para tomar decisiones fundamentadas.
Al alentar a los estudiantes a convertirse en protagonistas, EMI amplía la visión de su mundo, permitiéndoles soñar y enseñándoles a transformar sus sueños en realidad. Y esto se refleja en mayores posibilidades de éxito en su vida profesional, a través de su formación educativa y académica. En 2022, este modelo superó la marca de 1,1 millones de estudiantes matriculados y se destaca por aumentar en 17 puntos porcentuales la probabilidad de ingresar a la educación superior, proporciona salarios 18% más altos y elimina la desigualdad salarial, en comparación con la educación secundaria regular.
Todo esto, por supuesto, mediante un trabajo conjunto de apoyo a las distintas entidades públicas y organizaciones que se han unido al cambio.
Cuando el desafío parece más simple que la realidad, se necesita ser creativo en la estrategia.
A pesar de tener los mejores indicadores educativos en la región, Chile enfrenta una gran desigualdad entre los estudiantes más ricos y los más pobres. Es por eso que, a través de la creación de alianzas y la actuación articulada, buscamos centrar nuestra estrategia en el trabajo con la educación pública del país, con miras a crear oportunidades educativas para todos y garantizar el derecho a una educación que posibilite el pleno desarrollo de la persona en las distintas etapas de su vida.
Frente a un nuevo Día Internacional de la Educación 2024, la urgencia no solo radica en avanzar en la recuperación y reactivación, sino también en reconocer la vital importancia de la educación para el desarrollo integral y la evolución de las próximas generaciones y de nuestra sociedad.