No todos los días un político destacado es acusado y condenado por la justicia de su país mientras sigue en funciones. El caso actual de Argentina es espectacular. La vicepresidenta y ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, la mujer más poderosa del país, es el centro de un juicio que alcanzó este 6 de diciembre un clímax preliminar.
Este martes un tribunal de Buenos Aires condenó a Cristina Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por corrupción, aunque la sentencia puede ser recurrida y aún no es definitiva.
Kirchner siempre ha polarizado al país. Es odiada por muchos argentinos e idolatrada por otros tantos. Por su poder e influencia sobre los estratos más bajos de la sociedad argentina, a menudo se la compara con Eva Perón. Fue presidenta del país sudamericano de 2007 a 2015 y es viuda de su antecesor inmediato en el cargo, Néstor Kirchner. Actualmente es vicepresidenta del gobierno del Presidente Alberto Fernández y una maestra en el tráfico de influencias.
"No vienen por mí, vienen por ustedes", dijo Kirchner recientemente.
En los más de tres años transcurridos desde que comenzó el juicio en su contra, no ha perdido ocasión para desacreditar los procedimientos y calificarlos de políticamente motivados. Por cierto, los derechos de autor de la frase que acabamos de citar pertenecen a Donald Trump. Una copia textual.
Los políticos populistas, y la Sra. Kirchner pertenece sin duda a esta categoría, tienden a menudo a equiparar su bienestar personal con el de su propio país o a presentar los ataques contra su persona como ataques a sus seguidores y electores.
"Esto no es un juicio a Cristina Fernández, este es un juicio al peronismo, a los gobiernos nacionales y populares", dijo Kirchner, lamentando la "persecución política y mediática" a la que se ha visto sometida, en su opinión.
En muchos países latinoamericanos el poder judicial es instrumentalizado en disputas políticas y, utilizado frecuentemente contra oponentes a la derecha o izquierda del espectro político. Esto no es nuevo.
El problema es que la motivación política no siempre puede probarse de forma clara y contundente.
Entre los casos más conocidos internacionalmente están los controvertidos juicios contra el anterior y actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el juicio y condena de la presidenta interina Jeanine Añez en Bolivia.
Los verdaderos culpables son los políticos, ya sean de derecha o de izquierda, que abusan repetidamente del poder judicial para sus juegos de poder. La gran perdedora en este juego es siempre la confianza en las instituciones democráticas.
Los seguidores de Cristina Fernández de Kirchner se sentirán respaldados por este veredicto en su creencia de que la vicepresidenta fue víctima de un complot político. Mientras que sus adversarios quieren verla tras rejas lo antes posible. Las acusaciones de corrupción pasan a un segundo plano.
La verdadera perdedora en este proceso no es Cristina Kirchner, sino la fe en el Estado de Derecho y la independencia del poder judicial. La progresiva polarización y el agravamiento del clima político en Argentina podrían aún cobrarse una amarga revancha en las próximas elecciones presidenciales de 2023.
Y hay otro aspecto que desgraciadamente se ha dejado de lado hasta ahora. ¿Por qué no dimitió la Sra. Kirchner ya hace tiempo? ¿No es una cuestión de decencia política dimitir de todos los cargos políticos en el caso de acusaciones tan graves y no esperar hasta que llegue una condena?
En Austria, Sebastian Kurz dimitió como canciller en octubre de 2021 por investigaciones de corrupción. La Sra. Kirchner debería tomarse un ejemplo a partir de ya como muy tarde.