No hay mejor frase para referirse a la relevancia de la comunicación corporativa y su asincronía, así como también los efectos de la vocería lesiva que termina colisionando con la reputación de marca, que la utilizada por uno de los padres de la filosofía, Aristóteles, quien señaló: “el hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”.
Y es que, debido a la actual contingencia que se vive en la región, se hace necesario recurrir a los clásicos griegos que nos hacen reflexionar de los efectos y perjuicios de la vocería no concertada, que, como es lógico, genera severos perjuicios en la imagen y reputación de marca, restando credibilidad y sobre todo confianza.
Es importante entender la fragilidad a la que están expuestas las marcas, que tanto esfuerzo demandó su construcción, consolidación y reputación.
Una vocería asincrónica, controversial, controvertida, y peor aún, de confrontación, no suma en ningún aspecto. Claro está, si lo que se busca es generar confianza y entregar señales de certeza institucional. Caso contrario, el efecto estaría orientado a generar ruido y eventualmente, podría ser percibido como un distractor de corte social.
Por tanto, se hace necesario entender que la comunicación corporativa es un instrumento de gestión de comunicación interna y externa, que debería estar enfocado en el relacionamiento, pero, sobre todo, deberá estar en plena sintonía y alineado a los objetivos matriciales de la organización e institución, reconociendo sus contextos, tramas y escenarios de acción o intervención.
En consecuencia, nunca más oportuno reflexionar en qué lugar de la conversación pública queremos estar para mejorar la imagen y reputación de marca, gestionar relaciones con el entorno e incidir en la agenda pública.
No olvidemos que somos lo que decimos y lo que hacemos. Hoy más que nunca, los voceros autorizados deberían estar ciertos de ello, de lo contrario, no entenderán la responsabilidad que recae en sus hombros, pues cualquier error comunicacional vinculado a la percepción del mensaje que se tenga, impactará directamente en sus relaciones con los stakeholders, en las dimensiones con factores altamente sensibles como: honestidad, confianza, ética, transparencia, calidad y valoración.
Así las cosas, una vez más, comunicación es percepción. Es decir, comunicamos a través de lo que percibimos cotidianamente, tanto a nivel de personas como corporativamente.
Finalmente, la asincronía de la comunicación y la vocería lesiva, impactarán directamente en la imagen corporativa, generando pérdida de confianza y un deterioro en la relación con el entorno. Es por ello, que resulta altamente sensible conocer la composición de elementos asociados (opiniones, ideas, prejuicios) a la construcción de la imagen corporativa, pues dado el alto nivel de subjetividad vinculado a dichos elementos, sumado a la percepción actual, se podrá determinar el diagnóstico y plan de trabajo ajustado a ejecutar.