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Bitcoin como respuesta a la fragmentación y desconfianza monetaria
Mié, 30/03/2022 - 15:47

María Pía Aqueveque

La batalla geopolítica de las stablecoins
María Pía Aqueveque

Directora de empresas y experta en activos digitales, CEO y fundadora de Maqueveq & Co.

La confianza lo es todo. Así lo entendió el presidente Franklin Delano Roosevelt en 1933, durante la mayor crisis bancaria de la historia de Estados Unidos. Roosevelt señaló en una transmisión radial: "Hay un elemento del reajuste de nuestro sistema financiero más importante que la moneda, más importante que el oro, y es la confianza de la gente. Unámonos en desvanecer el miedo. Juntos no podemos fallar”. Al día siguiente, los estadounidenses volvían a depositar sus billetes y oro en los bancos. Roosevelt comprendió que el dinero es dinero porque creemos que lo es. Y al perder la gente la confianza en sus bancos, estaban convirtiendo sus depósitos en billetes de papel. Y cuando los estadounidenses perdieron la confianza en esos billetes de papel, los convirtieron en oro.

La propiedad de nuestros activos financieros custodiados por terceros es una ilusión. Lo demostró con fuerza el corralito en Argentina 2001 cuando el entonces presidente Fernando de la Rúa decretó que las personas podrían retirar solo US$ 250 por semana de sus propias cuentas por temor a una corrida bancaria. Y ahora, en gran escala, con las sanciones financieras a Rusia, que han congelado casi la mitad de sus reservas de divisas que se encuentran en instituciones de Estados Unidos y Europa. Algo similar sucedió hace poco con el congelamiento de cuentas de crowdfunding y en exchanges cripto en Canadá en el caso de los “Truck Convoy Protest”.

Una moneda digital respaldada por un banco central (una central bank digital currency (CBDC), con una arquitectura “controladora”, podría ser más riesgoso aún. ¿Se imaginan cuando estén operando simultáneamente el dólar y el yuan digital? ¿Tendrán la trazabilidad de todas las transacciones? ¿Podrán congelar el acceso al dinero digital? Sientos los miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI) que investigan sobre los CBDC. En general, estos son centralizados -no descentralizados y menos aún distribuidos como bitcoin- por lo que permiten seguir la trazabilidad de todas las transacciones, teniendo control sobre las “llaves” del activo. Por ejemplo, el yuan digital está centralizado y opera detrás de una aplicación, por lo que ni siquiera tienes tus "llaves" para el control de acceso a tu cuenta. Esto es clave, porque al final lo único que puede asegurarte el acceso a tu activo digital es “tu llave privada”, por lo que inclusive cualquier sistema que funcione con custodio, aún de tus bitcoins, tiene la capacidad de congelarlos, como ocurrió en Canadá.

Los modelos centralizados no inspiran confianza. Por su lado, los modelos distribuidos, como bitcoin, tienen desafíos asociados a la privacidad de la información y cumplimiento con normas como General Data Protection Regulation (GDPR). Para resolverlo, Coinbase cambia el “crypto address” después de cada transacción.

En 2021, el Banco Central Europeo publicó los resultados de su consulta pública sobre el euro digital. El 43% de los encuestados señaló que la privacidad es la cuestión más importante, seguida por la seguridad (18%). La mayoría de los encuestados está a favor de "un euro digital basado en la confidencialidad y la protección de los datos personales, utilizable offline". En este contexto, ese mismo año, el Comité Europeo de Protección de Datos (CEPD) envió una carta a las instituciones europeas exponiendo sus principales avances y retos sobre la privacidad y protección de datos relacionadas con la "arquitectura” de la versión digital del euro. ¿Será que Estados Unidos y China tienen en consideración estos temas?

El bloqueo monetario con que Estados Unidos ha sancionado a Rusia –más allá de su justificación o no política– profundiza el proceso de pérdida de confianza en el dólar, ya alimentado por su declinación imperial, como he señalado en otra columna, y por el proceso inflacionario global en curso –agudizado a su vez por el cambio climático y problemas en las cadenas de logística–. Pero además, acelera una peligrosa fragmentación del sistema monetario. El dominio del Imperio Americano, que en la etapa unipolar abierta en 1989 cubrió el globo, empezó a trastabillar con el ascenso de China y con la crisis abierta en 2008-9, y hoy parece estar condenado a ceder espacio al Oriente, tal como le sucedió al Imperio Romano. Con ello, vendría una fragmentación del sistema monetario. La semana pasada, Gita Gopinat, subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), en una entrevista a la revista Foreign Policy, comentó: "Es probable que veamos a algunos países reconsiderar la cantidad de ciertas monedas que mantienen en sus reservas". Agregó que, si bien la moneda estadounidense no está a punto de sufrir una "desaparición inminente" como una de las divisas principales del sistema financiero mundial, se podrían ver "focos" en los que se percibirían cambios. Tal como pasó con la libra esterlina tras la Primera Guerra Mundial, la pérdida de predominio monetario es un proceso que tarda decena de años desde que un imperio comienza a perder poder relativo en la escena mundial. ¿Será que este proceso de pérdida de hegemonía del dólar americano escalará si el conflicto en Europa se transforma en “una guerra larga y dura”, como ha señalado Joe Biden?

También en Foreign Policy, Kristalina Georgieva, Directora General del FMI, señaló que hoy ya hay una fragmentación del sistemas de pagos y que también se da en los CBDC. Enfatiza que la interoperabilidad es un gran desafío dado que los CBDC están basados en diferentes tecnologías. ”Ahí vemos un papel para nosotros, el FMI, en el Banco de Pagos Internacionales (BIS), para construir túneles que conecten estos diferentes CBDC para hacer esta fragmentación menos perjudicial para la economía mundial o incluso minimizarla”, afirma.

La clave de éxito en la demanda de las personas será que se cumpla con un muy alto nivel de privacidad y protección de datos. Serán los elementos de confianza para los usuarios, que deben tener la libertad de elegir su medio de pago para mantener el control sobre la cantidad de datos recogidos durante un pago y su capacidad de tener la libertad de disponer de sus activos.

En un escenario de falta de confianza en el dólar, con sanciones que congelan activos, anuncios de un dólar digital que podría exacerbar el control, a lo que se agrega inflación, bajo crecimiento y vulnerabilidad de economías en desarrollo –en particular de aquellas altamente endeudadas– sí puede haber una salida: un sistema monetario anticíclico que inspire confianza, y que incluya al bitcoin como moneda complementaria.

Esta época de inflación desbordada y crecimiento precario de la economía global hace inevitable la desconfianza en el centralismo imperial, con una oferta ilimitada de un dólar inmerso en la “trampa de la deuda”. En este escenario, su antítesis, bitcoin –el florín de oro digital– con una oferta inalterable dentro de un sistema distribuido, podría funcionar como reserva de valor y moneda complementaria anticíclica.

Hoy hay un contexto monetario distinto gracias a la criptografía. Los bancos centrales y los gobiernos debieran integrar algunas de estas monedas complementarias para enfrentar los desafíos que tienen en sus manos. Lo que también es reconocido por las principales dos figuras del FMI, como dan entender en la entrevista citada. Y el factor clave es la convergencia de marcos regulatorios.

Es por ello que el caso de El Salvador, que mantiene dos monedas de curso legal, el dólar y bitcoin, resulta interesante, y organizaciones como el FMI debieran apoyarlo como un “sandbox de integración y transición tecnológica monetaria”. En América Latina son varios los países que observan la evolución de esta integración monetaria. Porque son economías en desarrollo altamente dependientes de capital desde China y Estados Unidos. Y si China se involucra explícitamente en esta “guerra” monetaria, todos los países latinoamericanos quedarían expuestos y vulnerables a las presiones de sanciones de uno u otro país.