El déficit de confianza en el gobierno de Sebastián Piñera no surgió de la nada. El quinto cambio de gabinete generó la llegada de dos senadores, Víctor Pérez (UDI) al ministerio del Interior y Andrés Allamand (RN) a Cancillería; dos diputados, Jaime Bellolio (UDI) a la Secretaría General de Gobierno (Segegob) y Mario Desbordes (RN) a Defensa, y además dos enroques de ministros en ejercicio, Cristián Monckeberg (RN) al ministerio Secretaría General de la Presidencia (Segpres) y Karla Rubilar (Independiente ex RN) a la cartera de Desarrollo Social.
La razón del cambio está −como todos los anteriores−, en la debilidad del gobierno, que lo lleva al reclutamiento de liderazgo desde otro poder del Estado, el Congreso nacional, y con ello se consolida una práctica que deslegitima la elección de representantes para elaborar leyes ¿Para qué voto por un congresista si puede terminar de ministro y su reemplazante lo designa el partido o coalición electoral que lo inscribió como candidato?
Los seis actuales ministros, eran senadores y diputados en ejercicio al momento de sus designaciones. Sin embargo, la causa de los problemas no estaría necesariamente en los ministros salientes. Para diferentes analistas, radica en que se sigue “esperado a Godot”, tragicomedia en dos actos clasificada dentro del teatro del absurdo, en la que se espera a alguien que nunca llegará. En base a esta figura literaria se representa la expectativa por la salida del jefe de asesores del presidente, que habita el llamado “segundo piso” de La Moneda, Cristián Larroulet, economista que fue ministro de Piñera en su primer mandato (2010-2014) y a quien se le atribuyen las malas decisiones del primer mandatario.
Este déficit de confianza no surgió de la nada. Sobre los ministros en ejercicio que cambiaron de cartera, poco se puede decir que aporte a comprender cómo esta decisión puede apoyar o debilitar sus carreras políticas.
Por su parte, el exdiputado Bellolio asume un ministerio cuya tarea es comunicar lo que hace o deja de hacer el gobierno, sobre lo cual se le reconoce competencia. Y sobre los dos senadores, hay que señalar que una larga trayectoria como congresista no implica −en el caso de Víctor Pérez−, la permanencia hasta marzo de 2022, ya que debe lidiar con los seis ejes definidos para cerrar el mandato de Piñera: enfrentar la pandemia, fortalecer la protección social, reactivación económica, reforma de pensiones, seguridad ciudadana y garantizar la realización del plebiscito constitucional de octubre. Sobre el nuevo Canciller Andrés Allamand, sólo decir ya que ha ejercido como ministro con Piñera y ha trabajado en instituciones internacionales. No obstante, dado su estilo confrontacional será interesante observarlo en el contexto internacional y ver si representará la “diplomacia de los cañones”.
Mario Desbordes es, con mucho, lo más sorprendente del cambio de gabinete, generando más preguntas que respuestas. ¿Por qué deja sus dos cargos: presidente de Renovación Nacional, el principal partido en Chile medido en el número de congresistas, y diputado de la República para asumir como ministro de Defensa? ¿Por qué alguien que ha sido oposición y gobierno a la vez, asume un cargo que lo ubica en esta segunda posición? Pasará de representar un giro narrativo sobre la necesidad de políticas que expresen una “corriente de la derecha social”, a gestor de políticas de Estado que son de interés de las Fuerzas Armadas, en especial la mantención de su sistema de pensiones de reparto. Cabe preguntarse ¿por qué acepta un cargo que puede ir en contra de sus intereses políticos −como postular a Senador o Presidente de la República−, y en contra de la construcción de un nuevo proyecto ideológico de derecha? ¿Por qué se aleja de un liderazgo consolidado en la opinión pública que le ha permito canalizar y representar demandas ciudadanas, para asumir un ministerio que exige un comportamiento más aséptico y neutral del que está acostumbrado?
Dos respuestas posibles: eligió un cementerio de liderazgos, como fue el caso de Jaime Ravinet y José Antonio Gómez en esa cartera, para pasar a la vida privada y ejercer como abogado, o −y esto es relevante−, seguirá el modelo Bachelet que partió su carrera presidencial desde el Ministerio de Defensa. Dicho de otra manera, ¿busca construir una carrera presidencial desde un ministerio con baja conflictividad política en el contexto actual?
Muchas especulaciones con algunas certezas. Asume en la segunda parte de un mandato presidencial que tiene un mínimo de apoyo popular, debilitado por dos crisis: una política debido a las protestas desde octubre de 2019, y una sanitaria con el COVID-19 –la primera paralizada por el surgimiento de la segunda−; un calendario electoral con todas las elecciones existentes en el país −alcaldes, concejales, consejeros regionales, diputados, senadores, y presidenciales− al que se suman dos nuevas, las de gobernadores regionales y constituyentes para elaborar la nueva Constitución, donde deberá resguardar junto a las fuerzas armadas los recintos de votación para un universo de dieciséis elecciones posibles, considerando primarias y segundas vueltas.
En este contexto, Desbordes se encontrará ante un panorama donde los electores parecen tener preferencias contrarias a los intereses del gobierno, y los partidos que lo respaldan, y con ello, deberá responder junto al presidente por qué la derecha no puede renovar un mandato presidencial.