La gran crisis ambiental que atraviesa el planeta tiene nombre y apellido: cambio climático. Este tiene como origen la emisión descontrolada de CO₂ por la actividad productiva del ser humano, lo que está generando graves consecuencias, como el deshielo, aumento del nivel del mar, condiciones meteorológicas extremas, escasez hídrica en algunos lugares, y en otros, intensidad y frecuencia de las precipitaciones; todos fenómenos que amenazan la vida en nuestro planeta y que ya están afectando a las personas más vulnerables.
Lamentablemente, y pese a que Chile es un país bajo en emisiones, representando solo un 0,3% a nivel planetario, es altamente vulnerable al cambio climático. Contamos con siete de los nueve criterios de vulnerabilidad según Naciones Unidas: zonas costeras bajas, zonas forestales expuestas a su deterioro, zonas propensas a los desastres naturales, zonas expuestas a la sequía y la desertificación, zonas de alta contaminación atmosférica urbana, zonas de ecosistemas montañosos, además de ser un país cuya economía depende en gran medida de los ingresos generados por la producción, el procesamiento y la exportación de combustibles fósiles y productos asociados a energía intensiva. Es por ello, que lograr la carbono neutralidad es de suma relevancia para nuestro país, tanto para mitigar sus consecuencias, como para así motivar a otros países a seguir el mismo camino, en línea con el liderazgo que Chile ha alcanzado, desde que asumiera la presidencia de la COP25.
Sin duda, nuestro país ha venido estableciendo objetivos claros con un fuerte enfoque multisectorial. Entre estos avances destacan, la presentación de la actualización de sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), compromiso central para cumplir con las metas del Acuerdo de París, donde se detallan sus objetivos de reducción de gases de efecto invernadero, planes de acción de mitigación y adaptación y el Proyecto de Ley Marco de Cambio Climático, que busca el establecimiento de principios, sistema de gobernanza, instrumentos de gestión y mecanismos de financiamiento que permitan transitar hacia un desarrollo bajo en emisiones de gases de efecto invernadero, reducir la vulnerabilidad, aumentar la resiliencia y garantizar el cumplimiento de los compromisos internacionales asumidos por Chile, en los que necesita contar con un fuerte apoyo de todos los sectores: empresas, organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía.
Los reconocimientos que ha logrado Chile en este ámbito lo han catapultado como nación líder a nivel global. Según la Universidad de Cambridge, nuestro país se posicionó en el puesto 28 de los 193 países incluidos en el Ráking de Desarrollo Sostenible, obteniendo el primer lugar en Latinoamérica. Por otro lado, según un informe de las universidades de Yale y Columbia nuestro país fue clasificado con el mejor índice de desempeño ambiental en la región. Con tofo, debemos acelerar las inversiones en desarrollo de fuentes de energía renovables, cambio a combustibles más limpios, eficiencia de los procesos de combustión, elevar la forestación y modificar las tendencias de consumo a través de la educación ambiental. Es urgente aumentar la superficie cultivable para la agricultura tecnificada, y educar en el uso del agua, aparejada de una eficiente gestión. Fórmulas que el país está implementando, en conjunto con el mundo privado.
Hoy, Chile se encuentra en un proceso histórico en lo político, económico y social, ya que ha declarado que es posible reducir las emisiones de CO₂ y al mismo tiempo promover el crecimiento integral. Tenemos la gran oportunidad de repensar la matriz productiva, y Chile tiene las decisiones, las capacidades y los elementos necesarios en el territorio, para lograrlo, pero depende de cuan comprometidos estemos todos.