En la reciente COP26, Chile lideró una variedad de iniciativas entre ellas el plan “Ciudades 2050” para cumplir con las metas establecidas para el sector construcción, en la Estrategia Climática de Largo Plazo de Chile (ECPL), que define el marco para alcanzar la carbono neutralidad a 2050. Sabemos que son muchas las problemáticas que hoy estamos enfrentando como sociedad y que, sin duda, desafía a nuestras ciudades en Chile y a sus habitantes. Por ello, los compromisos que se establecieron en Glasgow, apuntaron también en esa dirección y uno de ellos llegó desde el sector construcción. Nuestro país entiende que para reducir las emisiones desde ese sector es importante lograr el empoderamiento de los territorios, de los gobiernos locales, de los ciudadanos y también de los trabajadores. El plan “Ciudades 2050” cuenta con el apoyo y asesoría del Banco Mundial y el BID. Esta es una estrategia de largo plazo que tiene como objetivo el desarrollo de ciudades integradas, equitativas, sostenibles y resilientes, para los próximos 30 años.
Una ciudad sostenible contiene un sinnúmero de variables que se deben implementar a corto, mediano y largo plazo para cumplir con la Agenda 2030 y los 17 ODS. Incorporar la sostenibilidad en el proceso de construcción en su ciclo completo, edificios y ciudades que consuman energía neta cero y/o a través de la eficiencia energética, criterios de adaptación y mitigación del cambio climático, medidas de prevención frente a riesgos de desastres, electromovilidad en el transporte público y particular, gestión eficiente del agua, gestión de residuos, pasando por la reedificación y nuevos sistemas constructivos, para crear urbes más verdes e inclusivas, además de nutrirse de energías limpias.
Hoy, en medio de la crisis sanitaria, económica y social, vemos con esperanza que una parte importante de los ciudadanos han reflexionado respecto a su modo de vida, transformando sus hábitos en función de contribuir a un entorno social y medioambiental más sano. Por supuesto que esa sensibilización debe amplificarse a través de la educación, e incluir a toda la comunidad. Para ello se requiere un transporte público de alta calidad, gran cobertura, seguridad y eficiencia.
El circular en bicicleta, el reutilizar y reciclar, el elegir un producto que se adecue a conceptos como su medición de huella de carbono, evitar la contaminación del agua y aire, son solo algunos aspectos que nos permiten evolucionar, en el diario vivir. Siendo optimistas, si algo bueno ha traído la pandemia, es abrir nuestra mente a nuevas maneras de realizar nuestra vida diaria, lo que tiene un gran impacto en las ciudades: el teletrabajo, y la flexibilidad que probó ser eficiente, que ha permitido una reducción en la movilidad de las personas y del uso del transporte; la manera de comprar; la necesidad de mayor cantidad de espacios públicos de calidad, y la nueva forma de usarlos.
Hoy debemos reinventar las ciudades donde las personas se desplacen diariamente a distancias cortas que mejoren la calidad de vida, como también que logre reducir emisiones de gases de efecto invernadero, permitiéndonos respirar un aire más limpio. Debemos apostar a ciudades peatonales, con amplias veredas y ciclovías, área verdes generosas y acogedoras, dando prioridad al comercio local y a la descentralización. Asimismo, la ciudadanía también debería participar en la gobernanza y en la gestión de las ciudades, aportando más activamente con ideas, propuestas y soluciones, para el bien común y para una mejor calidad de vida, para todos.