La semana pasada se lanzó el libro Los Desafíos del Talento Digital en Chile, una iniciativa de la consultora NTT DATA con la colaboración de Fundación País Digital, donde tuve el honor de participar con las experiencias de agilidad, innovación e impacto positivo de Natura, junto a otros CEOs de las principales empresas, startups y representantes de instituciones de educación superior en Chile.
Para cualquier tipo de organización, el valor estratégico del talento digital ya venía siendo foco desde hace algunos años, pero no había cobrado tanta fuerza como lo hizo luego de la pandemia. Este evento global catalizó fuertes procesos de digitalización en muchas instituciones y puso en relevancia los grandes desafíos para adaptarnos a las nuevas demandas. La creación de herramientas digitales cada vez mejores, que conecten y generen impacto positivo con nuestros consumidores, por ejemplo, es uno de los desafíos de la transformación digital.
Según un estudio de Accenture, los esfuerzos conjuntos del sector público, las empresas y la academia para formar a las personas en habilidades digitales podrían agregar US $13 mil millones al PIB de Chile hacia el 2030. Un claro beneficio para la recuperación económica que, incluso globalmente, aún sigue dañada. Ante la fuerte brecha digital y la escasez de talentos que cubran la creciente demanda, se requieren más iniciativas que puedan suplir la necesidad de formación de las personas en este ámbito.
Junto al Estado y la academia, el sector privado es un pilar muy relevante para equilibrar la brecha digital de la ciudadanía. Las nuevas generaciones tienen muy internalizado que el futuro está en la tecnología y lo virtual, por lo que su día a día se ve rodeado del uso de distintas herramientas digitales. Desde esa misma mirada, para la fuerza laboral existente se vuelve clave contar con oportunidades que les permitan actualizar y transformar sus conocimientos de cara a este futuro.
Se hace fundamental pensar de manera colaborativa, entender lo que el otro necesita para crear una solución, y girar desde las decisiones jerárquicas a la co-construcción en todos los ámbitos de la sociedad.
Desde la empresa, ser un facilitador implica crear puentes que permitan a los colaboradores contar con la autonomía necesaria para tomar decisiones y hacer evolucionar sus procesos, herramientas, y los roles que tienen a cargo. Por ejemplo, el concepto de squad es un buen enfoque para el trabajo interno, donde el líder no es necesariamente quien dirige la organización del equipo, si no que este debe permitir una mayor agilidad en los procesos de ensayo y error, utilizando la digitalización para funcionar en un ciclo de mejora continua, donde esa autonomía y el monitoreo son fundamentales.
Por supuesto, nunca dejar de disponibilizar las capacitaciones, que son tan necesarias como las encuestas de satisfacción laboral, la transparencia en las métricas, el feedback constante y el trabajo multidisciplinario e intersectorial. Siempre debemos apuntar a abrir espacios y oportunidades de desarrollo y familiarización con lo digital, espacios donde puedan interactuar las distintas generaciones y compartir conocimientos y experiencias que a su vez faciliten el aprendizaje.
Para que Chile aproveche sus talentos y logre una transformación digital exitosa, la clave está en el cambio de mentalidad. Debemos pensar de manera colectiva, empática y colaborativa, y no olvidar que somos parte de un sistema interconectado. Debemos dejar de tomar decisiones jerárquicas y buscar siempre construir en base al bien comunitario. Lograr que cada decisión que uno tome mejore también la vida de la persona que está al lado.