La conectividad, esa capacidad que poseen los dispositivos para intercambiar información, ha dejado de ser un "lujo" para convertirse en una necesidad básica en nuestra sociedad, especialmente a raíz de la pandemia del COVID-19, hecho que transformó no solo la manera en que trabajamos y estudiamos, sino también la forma en que accedemos a servicios esenciales de telemedicina, educación y participación en la economía global.
Los datos de la firma de investigación TeleGeography revelan un crecimiento sostenido en la demanda de ancho de banda internacional en América Latina con una recuperación asombrosa del 35% anual entre 2019 y 2021, después de una desaceleración de 20% en 2018. En el contexto latinoamericano, la conectividad se ha convertido en un servicio público vital. En efecto, para ofrecer la mejor calidad de servicio es necesario superar las brechas digitales más allá del acceso a la red, lo cual implica abordar problemas como altos costos por parte de los operadores, conexiones inestables y falta de educación digital, los cuales contribuyen directamente a la desigualdad social y a la pobreza digital en zonas rurales.
En Perú, aún hay desafíos en la infraestructura de conectividad impactando directamente la educación digital, oportunidades laborales y participación ciudadana. Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) hasta julio de 2023, el uso de internet en Lima Metropolitana alcanzaba el 89,2%, mientras que en las zonas urbanas y rurales se sitúaba en 80,0% y 51,2%, respectivamente. La brecha entre las áreas rurales y urbanas supera el 30%.
La inclusión de nuevas tecnologías en Perú y otros países de la región se ve obstaculizada por diversos factores, como la infraestructura, la brecha digital, la adquisición y mantenimiento de nuevas tecnologías, el desconocimiento y la alfabetización digital, así como desigualdades socioeconómicas. Además, se destaca que ciertos lugares, como las zonas rurales y urbanas, presentan consideraciones geográficas que ejercen una influencia significativa en la conectividad, afectando la implementación de infraestructuras de telecomunicaciones y, potencialmente, generando pérdida de calidad de señal y velocidad de transmisión.
A pesar de estos desafíos, Chile destaca como líder en conectividad en América Latina, con un 92% de hogares con conexión móvil y un 64% con conexión fija, según IDICAM. Además, el 90% de las empresas tiene conexión digital y lidera en velocidad de Internet de banda ancha fija según OOKLA. Este éxito se atribuye a un enfoque integral que involucra a los gobiernos locales, regionales y nacionales, así como al sector privado, destacando la importancia de inversiones y consideraciones más allá de las interconexiones.
Los gobiernos de la región pueden tomar como referente países como Chile y enfocarse en proveedores que comprendan sus complejidades y necesidades específicas. La referencia al Centro de Análisis de Internet y Datos Asociados (CAIDA), que evalúa proveedores de internet a nivel global basándose en criterios como el tamaño de la red y la experiencia en servicios, es esencial para garantizar soluciones avanzadas, inclusivas y sostenibles.
Por ello, es importante que, para ofrecer una experiencia de internet comparable a la de países desarrollados, gobiernos y empresas deben centrarse en proveedores que ofrezcan una amplia red, buena capacidad de transmisión, cobertura global y experiencia en servicios. La menor latencia y alta disponibilidad de redes son cruciales para evitar interrupciones o retrasos y mejorar la eficiencia.
Si bien la velocidad es un factor importante, otros aspectos como el ancho de banda, latencia, jitter, factores de reúso, tiempo de respuesta, atención postventa y disponibilidad del servicio son fundamentales para evaluar proveedores de internet. Estos aspectos son prioritarios para impulsar la conectividad regional y respaldar la adopción de tecnologías emergentes como el 5G.
Ante la creciente demanda de plataformas y dispositivos que exigen una conectividad de calidad, resulta indispensable conocer las necesidades de los usuarios finales con el objetivo de mejorar su experiencia. Este proceso, guiado por la colaboración y la inversión estratégica, nos permitirá construir una conectividad inclusiva, sostenible y avanzada que beneficie a toda la región.