Muchos describen a Jair Bolsonaro como un "pequeño Hitler tropical” y otros, como un "mesías”, aludiendo a su segundo nombre: Messias. El radical de derecha podría resultar vencedor en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se celebran en Brasil este domingo (28.10.2018). El triunfo del sexagenario, otrora oficial paracaidista, significaría que Brasil podría terminar abandonando la liga de las naciones democráticas. El suyo sería un aterrizaje brusco que desbarataría el Estado de derecho y las libertades que éste defiende, sólo 33 años después del fin de la dictadura militar que tanto dolor le deparó al gigante sudamericano entre 1964 y 1985.
El poder destructor de la desinformación
La amenaza de un "braxit” es la secuela de una crisis política que ya va por su quinto año y de una campaña electoral antidemocrática. En Brasil, el poder destructor de las llamadas "fake news” ha adquirido proporciones insospechadas y atizado el odio hacia el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad.
Cabe recordar que el Partido de los Trabajadores dejó de estar en el poder hace ya dos años. Esa formación llevó las riendas del país entre 2003 y 2016, y fue reconocida internacionalmente por sus exitosos programas para la lucha contra la pobreza. La expresidenta Dilma Rousseff fue removida de su cargo en agosto de 2016 como consecuencia del gigantesco escándalo de sobornos que estalló en torno a la petrolera Petrobras, a pesar de que no se comprobó ni uno de los delitos que se le atribuyeron. Su predecesor, Lula, está en prisión bajo cargos de corrupción.
Licencia para odiar
Brasil no es el primer país en el que se orquestan campañas de odio digitales para influir sobre contiendas electorales o plebiscitos. Sin embargo, el gran alcance de Facebook y Twitter en el Estado más grande de Sudamérica ha generado un verdadero terremoto político. Un movimiento telúrico cuya importancia fue desestimada por los medios tradicionales y también por el Tribunal Superior Electoral.
La campaña electoral brasileña trae a la memoria la campaña de 2016 a favor del "brexit”: una tropa preparada profesionalmente para hacer propaganda digital lanzó impunemente un bombardeo de noticias falsas a sabiendas de que los desmentidos no bastarían para disipar la confusión creada por la desinformación.
Esta tragedia tropical no está ni cerca de su final. Y es que el ganador de los comicios presidenciales de este 28 de octubre –independientemente de quien sea– no podrá devolverle la estabilidad política a Brasil. En el caso de una improbable victoria de Haddad, el resultado de las urnas podría ser refutado por los simpatizantes de Bolsonaro y dar pie a una ola de tumultos violentos.
Pronósticos ominosos
Por otro lado, una posible presidencia de Bolsonaro se vería dificultada por tres factores: él enfrentaría una enorme resistencia en algunos segmentos del Parlamento y en la sociedad civil. Además, dados los problemas de salud que ha tenido tras sufrir un atentado con un cuchillo en septiembre, no se puede descartar que su controvertido vicepresidente, el general de reserva Hamilton Mourao, termine asumiendo sus responsabilidades ejecutivas.
No obstante, lo que más pesa en su contra es una denuncia por manipulación electoral introducida ante la corte electoral de mayor rango: a Bolsonaro se le acusa de haber aceptado el apoyo de una empresa que divulgó noticias falsas masivamente en las redes sociales incluso antes de la primera vuelta de los comicios presidenciales del 7 de octubre para apuntalar su campaña. Si las investigaciones comprueban la imputación en su contra, tanto la candidatura de Bolsonaro como las mismas elecciones presidenciales podrían ser anuladas retroactivamente.
Esto suena lógico, al menos en teoría: resultados electorales obtenidos mediante manipulación basada en la propagación de noticias falsas no pueden tener valor porque, sin esa campaña de desinformación, los resultados habrían sido distintos. Aún así, la pregunta de rigor es la siguiente: en la práctica, ¿está el Tribunal Superior Electoral en condiciones de anular retroactivamente las elecciones presidenciales y repetirlas?
El ejemplo británico
En principio, Brasil podría hacerle frente a la manipulación electoral de índole digital y convertirse en una referencia del triunfo de la democracia sobre las "fake news” y los predicadores del odio en las redes. Brasil podría asumir un papel pionero en la reglamentación de plataformas como Facebook, WhatsApp y Twitter, tan necesaria desde hace tiempo.
Podría. No obstante, lo más probable es que Brasil siga el ejemplo británico: primero se votará y luego se llorará. Un "braxit” le haría tanto daño a Brasil como el "brexit” al Reino Unido. En el mejor de los casos, pende sobre el país la amenaza de cuatro años de parálisis e insatisfacción y, en el peor de los casos, la posibilidad de una dictadura.