Hasta su inicio en Junio de 2023, había tres certezas en torno a la contraofensiva que Ucrania lanzó contra posiciones rusas en el sur y en el este de su territorio.
La primera era que, por razones climáticas, esta se iniciaría durante la primavera del hemisferio norte. La ofensiva habría de implicar el empleo masivo de blindados y tanques que, como los estadounidenses Abrams, pueden pesar más de 60 toneladas: tanto el lodazal que, a partir de Octubre, provocan las lluvias otoñales como, luego, las nieves del invierno, serían un serio obstáculo para su avance.
La segunda certeza era que Ucrania sólo podría compensar la gran ventaja cuantitativa de Rusia en materia de artillería, aviación y fuerza naval con equipamiento de mayor sofisticación tecnológica provisto por la OTAN.
Específicamente, la tecnología debía proveer tres ventajas que compensasen la inferioridad numérica ucraniana. De un lado, capacidad de detectar blancos, atacarlos y mover las piezas de artillería que lanzaron el ataque (para evitar que sean contratacadas) en menor tiempo que el rival (cosa que, por ejemplo, proveyeron en una etapa anterior de la guerra las baterías Himars).
De otro lado, contar con misiles y artillería de mayor alcance. Las baterías Himars, por ejemplo, causaron estragos en los centros logísticos y de comando y control rusos tras la línea del frente, pero luego estos fueron colocados fuera de los 100 kilómetros de alcance que, aproximadamente, tenían los Himars: de allí que Ucrania buscara obtener de la OTAN misiles como los Taurus alemanes, con 500 kilómetros de alcance.
Por último, esos misiles debían ser capaces de alcanzar sus blancos con bastante mayor grado de precisión que la gran mayoría de la artillería rusa (precisión que le permitiría a Ucrania ahorrar municiones relativamente escasas). La tercera certeza era que la ofensiva principal de Ucrania se daría en la región de Zaporiyia y tendría como propósito cortar el puente terrestre que, con la invasión de 2022, Rusia había construido entre la región en el este de Ucrania que controla desde 2014 (conocida como Dombás), y la península de Crimea.
Sobre lo que no había certeza alguna era sobre las probabilidades de éxito que tendría la contraofensiva ucraniana. De un lado estaban los escépticos (entre quienes se ubican la mayoría de analistas independientes). Estos recordaban que, durante la ofensiva de fines de 2022, bajo condiciones bastante más favorables, Ucrania sólo consiguió recuperar una proporción pequeña del territorio que había perdido desde el inicio de la guerra en Febrero de 2022.
Ahora, en cambio, las condiciones eran adversas, dado que Rusia aprovechó el tiempo entre las dos ofensivas ucranianas para construir defensas profundas y proveerlas de reservas capaces de cerrar cualquier brecha que pudieran abrir a través de ellas las fuerzas ucranianas.
Las defensas rusas tenían unos 800 kilómetros de largo y, en algunos puntos, varios kilómetros de profundidad. Fotos satelitales hechas públicas por la BBC mostraban lo que tendrían que enfrentar las fuerzas ucranianas. En la foto podía verse una primera línea de contención compuesta por zanjas antitanque, seguida de 250 metros de campo minado.
Luego había una segunda línea para contener blindados, compuesta por bloques de concreto, seguida por 300 metros de campo minado. Tras este último, se encontraban trincheras fortificadas y, tras estas, posiciones de artillería. Y, en los lugares del frente donde era más probable la contraofensiva ucraniana (como Zaporiyia), esa secuencia podía repetirse más de una vez. A su vez, detrás de esas posiciones defensivas, Rusia había colocado centenares de miles de reservistas listos para desplazarse a las zonas del frente en donde su participación fuese requerida.
Los escépticos hacían notar que, salvo un asalto anfibio en condiciones equivalentes, no había tarea más compleja que una operación militar conjunta (es decir, con participación simultánea de artillería, infantería, blindados, aviación, etc.), contra defensas profundas que cuentan con reservas (1).
En palabras de Stephen Biddle, “Donde las defensas han sido profundas, apoyadas por reservas operacionales y un frente bien preparado, las blitzkrieg exitosas han sido prácticamente imposibles tras más de un siglo de cambios tecnológicos”(2) .
Para los escépticos, la tarea sería particularmente difícil para un ejército que, como el ucraniano, no tenía experiencia previa en operaciones conjuntas: sus operaciones, hasta ese momento, habían sido secuenciales. Por ejemplo, primero atacaban con piezas de artillería una posición rusa y sólo luego avanzaban sobre ella las fuerzas de infantería.
Las operaciones conjuntas, en cambio, requerían de un alto grado de sincronización: no debía avanzarse antes de tiempo (cuando el rival todavía contaba con defensas operativas sobre el terreno de combate), ni demasiado tarde (cuando ya hubieran arribado las reservas rusas para detener un eventual avance ucraniano).
Es cierto que el antecedente de la OTAN durante la primera Guerra del Golfo demostraba que operaciones conjuntas contra ese tipo de defensas podían tener éxito.
Pero el éxito de la OTAN en Iraq tuvo lugar en condiciones que no existían en Ucrania. En primer lugar, como indicamos, las tropas ucranianas no tenían experiencia previa en operaciones conjuntas.
En segundo lugar, la OTAN contó con supremacía aérea y una amplia superioridad en potencia de fuego, cosas con las que no contaba Ucrania. Por lo demás, el atacante suele sufrir más bajas que el defensor aún en terreno abierto, dado que, como vemos, este último suele contar con posiciones defensivas fortificadas de las que carece el primero. Por ello, el atacante requiere, en promedio, una superioridad de tres a uno en número de efectivos para tener una probabilidad razonable de éxito: Ucrania no contaba con esa superioridad numérica.
La única ventaja con la que contó la OTAN en Iraq con la que sí contaba Ucrania era, como vimos, el poseer arsenales de mayor sofisticación tecnológica, particularmente por las ventajas que proveían en materia de inteligencia, alcance y precisión. Ese, a su vez, era uno de los argumentos de quienes eran relativamente optimistas sobre las perspectivas de éxito de la ofensiva ucraniana.
Respecto a la proporción de efectivos necesarios para prevalecer en una ofensiva, los optimistas hacían notar que Ucrania no requería una superioridad de fuerzas de tres a uno a lo largo de toda la línea del frente: sólo la necesitaba en los puntos específicos en los que decidiera atacar suponiendo, claro, que esos ataques consiguieran sorprender al rival y que Ucrania mantuviera la presión en otros puntos del frente. De esa manera Ucrania podría conseguir avances significativos antes de que Rusia pudiese movilizar reservas suficientes hacia los puntos en los que se concentraba el ataque.
Prueba de que algo así era posible es que ya había ocurrido durante la ofensiva ucraniana de Septiembre de 2022 en Járkov.
En cuanto a las líneas defensivas rusas, la OTAN había provisto a Ucrania del material necesario para sortear precisamente ese tipo de obstáculos. Por ejemplo, vehículos y explosivos diseñados para abrir paso entre los bloques de concreto y vehículos con palas para detonar las minas terrestres.
Notas:
[1] Cristian Segura, Rusia Levanta 800 kilómetros de fortificaciones para detener una contraofensiva ucraniana, El País, 16 de Abril de 2023.https://elpais.com/internacional/2023-04-17/rusia-levanta-800-kilometros-de-fortificaciones-para-detener-la-contraofensiva-ucrania.html
[2] Daniele Palumbo y Erwan Rivault, "Dientes de dragón" y trincheras antitanques: las imágenes satelitales que revelan cómo Rusia se está preparando para la esperada contraofensiva ucraniana, BBC News Mundo, 22 mayo 2023. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-65672470