Han pasado 50 años desde la primera llamada desde un teléfono móvil y aunque todo ha cambiado mucho desde que se usó ese dispositivo que pesaba cerca de un kilo.
La evolución tecnológica nos ha llevado a un punto que jamás habríamos imaginado, no solo podemos escuchar a quien nos llama, también verlos. Incluso, podemos manejar artefactos a distancia, medir parámetros atmosféricos, activar sistemas, etc.
No solo ha cambiado lo que podemos hacer, también se ha masificado la cantidad de personas que pueden acceder a estas tecnologías.
Respecto a esta variable, en Chile podemos sentir orgullo de haber hecho la tarea: estamos entre los mejores indicadores de calidad y penetración de telefonía móvil, según cifras de la Subsecretaría de Telecomunicaciones la tasa de penetración es de 145%, lo que significa que hay más de dos líneas móviles por cada persona.
Sin embargo, cuando se opera con promedios, quedan casos que no se visualizan y ahí es donde existe el mayor desafío, porque aún quedan zonas sin conexión.
Esto, principalmente se explica porque las redes de comunicación requieren de la existencia de infraestructura que las soporte y estos despliegues se concentran con mayor densidad en las zonas urbanas o polos donde hay presencia de faenas económicas que las sustentan, como por ejemplo la minería.
Ahí, es donde el Estado juega un rol primordial, porque se requiere de políticas públicas, incentivos a las inversiones privadas y una serie de eventos que hagan posible extender las nuevas herramientas a sectores más aislados o con menos densidad poblacional.
Todos estos cambios, que permiten la presencialidad virtual solo son posibles para las personas que tienen acceso a las redes de comunicación, es por eso que se requiere llegar a sectores que están “más lejos”.
Por otra parte, durante la pandemia se observó un explosivo aumento de las reuniones virtuales, trabajo a distancia y la ejecución de tareas en forma remota. El cambio implicó la sobrecarga en las redes de telecomunicaciones, que tuvieron que absorber un crecimiento del tráfico gigantesco, no solo de las oficinas, sino que también en las casas, fenómeno que se vio acrecentado por el aumento en el uso de redes sociales y las nuevas aplicaciones.
Pese a que el Estado ha estado impulsando el despliegue de diferentes tecnologías en zonas rurales, donde no hay cobertura de servicio con las tecnologías tradicionales, los esfuerzos aún son insuficientes.
Aunque que la única infraestructura necesaria sea una antena y un módem, existen menos de 15 mil conexiones satelitales entre hogares y empresas.
El desafío de llegar a la brecha digital cero es y seguirá siendo, al menos en el corto plazo, una meta muy difícil de alcanzar.