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El huracán político que barre Puerto Rico
Mar, 30/07/2019 - 09:40

Carolina Chimoy

El voto del miedo gana en el Perú
Carolina Chimoy

Carolina Chimoy es periodista y fue enviada especial de Deutsche Welle a Lima.

Un huracán golpeó Puerto Rico hace dos años. Hoy, un temporal político sacude esta isla de 3,2 millones de habitantes. Cientos de miles de personas han estado saliendo a las calles indignadas durante días y, con sus protestas pacíficas, han obligado al gobernador, Ricardo Rosselló, a dimitir. La última vez que tanta gente protestó fue en 2017, cuando el huracán “María” devastó la isla y la ayuda del propio país –es decir, de los Estados Unidos- no llegaba.

Para comprender la tormenta política puertorriqueña hay que comprender qué significa pertenecer a los Estados Unidos de América sin ser un estado del país, es decir, sin los derechos asociados a ese estatus. Los puertorriqueños pagan impuestos en Estados Unidos, pero no pueden participar en las elecciones presidenciales. En el Congreso están representados por una comisionada que tampoco tiene derecho al voto. Cuando hablamos de malversación de fondos públicos en Puerto Rico, estamos hablando de malversación de dinero estadounidense.

En el centro de la protesta está el hecho de que Rosselló utilizó presuntamente fondos públicos para sus propios fines. A ello hay que añadir que el país se encuentra desde hace años fuertemente endeudado y prácticamente en la insolvencia.  

La red de corrupción en la que supuestamente estarían involucrados un antiguo ministro de Economía, varios miembros del partido gobernante y el propio Roselló salió a la luz gracias a un chat de “Telegram”. Se trata de conversaciones que ocupan un volumen de unas 900 páginas impresas y tuvieron lugar entre el gobernador y once miembros de su equipo. Entre otras personas, hay políticos de alto rango del país. Pero en el chat no solo se tomaban decisiones sobre el destino de dinero público y la forma de manipular las informaciones públicas.

Críticas desde el punto de vista ético moral

La gota que colmó el vaso, la razón por la cual la gente de Puerto Rico está más indignada que nunca, es el tono y la forma de las conversaciones. Los participantes hacen afirmaciones discriminatorias, insultantes y obscenas sobre mujeres a las que dedican calificativos como, por ejemplo, “putas”. También tienen palabras para los homosexuales, las personas con sobrepeso e incluso se ríen de las víctimas del huracán “María”. 

El ya exgobernador de Puerto Rico podrá ser acusado legalmente de malversación de fondos públicos y corrupción, pero el pueblo lo critica también desde una perspectiva ético moral. Independientemente de sus inclinaciones políticas, los puertorriqueños han protestado, indignados por la política y sus representantes. 

Todo resulta algo irónico. Hace dos años, Rosselló, a quien entonces apoyaban tanto demócratas como republicanos, sonreía ante las cámaras. Mientras, a su lado, el presidente estadounidense, Donald Trump, lanzaba rollos de papel de cocina a un grupo de víctimas del huracán “María”. Hoy Rosselló está solo y fue criticado e instado a dimitir por Trump e incluso por la representante de Puerto Rico en el Congreso estadounidense. Al propio Trump no le resultan ajenas las afirmaciones sexistas y él también ha colocado en el Tribunal Superior de Justicia de su país a jueces afines. Pero en Estados Unidos falta la indignación moral de las masas y Trump señala sin pudor con el dedo a la pequeña isla del Caribe.

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