La pandemia global que estamos viviendo, nos ha demostrado que el control de las circunstancias es solo una ilusión. Que lo que de verdad podemos controlar en nuestras vidas es mucho menos de lo que pensábamos, o nos gustaría.
También hemos experimentado el temor y la incertidumbre, emociones que en estos momentos nos iguala y hermana sin diferencias de razas, credos o grupos socioeconómicos. Y que como en todas las situaciones de crisis –sin duda esta es la mayor que hemos conocido– se confirma una triste realidad: que los más vulnerables, los pobres, los ancianos, las mujeres y los niños, siempre son los más afectados.
Por eso y mucho más, tenemos buenas razones para estar preocupados por nuestro presente y futuro personal, y el de nuestros países y del mundo. No obstante, todo ecosistema busca su natural equilibrio. Esta no es la excepción. Si observamos con cuidado y sensibilidad veremos que en toda crisis es posible encontrar un lado luminoso; aquel que nos permite aprender y evolucionar hacia nuevos horizontes. Con esto, de ningún modo estamos minimizando el tremendo impacto negativo, solo que necesitamos apuntar más allá para apreciar las oportunidades y nuevos desafíos que nos presenta la tormenta.
La pandemia ha desatado una impresionante explosión de creatividad en cada uno de nosotros; la revalorización de las artes y la música en sus más diversas expresiones como alimento esencial para el espíritu. Hemos redescubierto el poder de la gratitud por todas aquellas personas que hacen lo que no sabemos o no podemos, sabiendo que lo hacen poniendo en riesgo su propia salud. Alrededor del globo hemos agradecido de corazón a médicos, cuidadores, choferes, repartidores, bomberos, recolectores de la basura y muchos otros héroes anónimos, disponibles generosamente para servir a otros, reconociendo labores que eran invisibles a nuestros ojos, o cuyo trabajo tomábamos por sentado.
Hemos visto la generosidad y gran capacidad de organización para levantar fondos y recursos para ir en ayuda de los más necesitados, los que están lejos, los que han perdido su trabajo y los que necesitan consuelo. Se han organizado emocionantes y maravillosas iniciativas que cruzan fronteras, que nos hacen sentir que de verdad no estamos solos, ni lejos, sino todo lo contrario. Hemos sentido lo que significa vivir en una comunidad, en familia, en el barrio, con los compañeros de trabajo y como país. Ser parte de una gran comunidad planetaria, todos bajo un mismo cielo estrellado.
Hemos reflexionado respecto del valor de las cosas, sobre lo que necesitábamos antes y que no necesariamente requeriremos ahora. Posiblemente pondremos atención a detalles que antes pasaban inadvertidos. Seremos más conscientes de la importancia del servicio, de la trasparencia y la buena comunicación. De que sí existen empresas y marcas que han estado acompañándonos en cuarentena, que están de verdad comprometidas con seguir haciéndolo cuando sus acciones, sin duda, serán más necesarias.
Y por último, pero no por eso menos importante, comprobamos que si le damos una oportunidad a la naturaleza, milagrosamente se empieza a recuperar en toda su magnificencia. Que los pájaros trinan más fuerte, que el cielo está más celeste y puro, los ríos más limpios. Que hay más peces en el mar y más animalitos en el bosque.
El lado luminoso de lo que estamos viviendo parece una hermosa película que no queremos que termine, porque tememos que los aprendizajes se borren y pronto los olvidemos. Porque aunque una parte nosotros quisiera volver a la normalidad, ahora también podemos ver que lo que antes nos parecía normal, ahora es antinatural para el planeta y para el futuro. Porque nos damos cuenta que no es sustentable ni para el medio ambiente, ni la economía, ni para la sociedad.
Entonces, ¿qué aprendizajes debemos aplicar? ¿Qué hábitos necesitamos cambiar y quiénes tienen que actuar para no desaprender lo que estas semanas de cuarentena nos ha permitido reflexionar y vivenciar? ¿Cómo hacemos para transformarlo en acciones concretas, con el mismo sentido de urgencia que hemos puesto para encontrar la cura del COVID-19?
Algunas sugerencias para empezar: trabajar colaborativamente para que la economía circular sea la forma de hacer empresas; incentivar las alianzas público-privado, incluyendo a la sociedad civil, para resolver problemas complejos y superar juntos la pobreza que afecta a muchos países del mundo; estimular la innovación para diseñar productos que faciliten el reciclaje y la reutilización; pensar con mirada de diversidad e inclusión todo nuevo proyecto; afinar la escucha activa y poner al ser humano en el centro de cada decisión de negocio; y por sobre todo, recuperar el sentido de comunidad.
Los montañistas que suben altas cumbres dicen: si quieres ir más rápido anda solo, pero si quieres ir más lejos, tienes que hacerlo en equipo.