Una mano de obra más barata ya no es la prioridad a la hora de buscar proveedores. Ahora, además, es producir lo más cerca al lugar de consumo para evitar la dependencia, el control o el corte de la cadena de suministro. ¿Recuerdan la escasez de chips que paralizó a la industria de automóviles? ¿O el duro incremento de los fletes marítimos hace un par de años?
México lo aprendió muy bien, y ahora produce coches de alta gama y pantallas de televisores curvas, y recibe más turismo que nunca. En San Luis de Potosí se fabrican los BMW Serie 3 y, en Puebla, los Audi Q5. Ya no solo hay all-Inclusive en Cancún, sino también en Tulum, que atrae a un público más exigente, que no busca comer hasta reventar, sino la experiencia de un paraíso menos explorado.
¿La oportunidad? El nivel de expertise ya no es el mismo, como tampoco lo son los ingresos del empleado, ni del empresario, o los impuestos que ambos pagan.
Un servicio conocido por todos es el de los call centers: muchas empresas se dedican a ello con éxito en el Perú. Una variante es que ya no solo toman reservas de avión o nos ofrecen un lugar para nuestro descanso eterno o nos hacen recordar que se nos pasó la fecha de pago de la tarjeta de crédito: hoy son reales centros operativos de servicios logísticos donde se realizan funciones muy complejas de comercio internacional.
Curiosamente, además, operan en ciudades intermedias conocidas más por ser ‘turísticas’. Miremos a Cartagena de Indias, en Colombia, que aprovecha la cantidad de jóvenes bilingües que tiene, con carreras como mínimo técnicas y vocación de servicio: profesionales del turismo que por la estacionalidad, la menor oferta de puestos de trabajos o la pandemia encontraron en la logística otra industria atractiva.
Por último, Panamá es, sin duda, sinónimo de conectividad. Conecta dos océanos, no hay piratas —valga la aclaración, porque en el canal de Suez sí los hay—, tanto el sector privado como el gobierno invierten en su competitividad, y por sus aguas pasan embarcaciones cada vez más grandes. Por aire, ocurre un fenómeno parecido: quien haya tenido la oportunidad de volar vía el aeropuerto de Tocumen, habrá notado que es muy rápido y confiable, con una posibilidad bajísima de perder un vuelo. Y si quiero conectar ciudades como antes lo hacíamos vía Miami, ahora está Panamá, donde —por si fuera poco— no se necesita visa, ni un largo trámite de migraciones.
¿La oportunidad? Repito: el nivel de expertise ya no es el mismo, como tampoco lo son los ingresos del empleado, ni del empresario, o los impuestos que ambos pagan.
Cada vez con más frecuencia hablaremos del nearshoring. En el inicio de la campaña electoral en EE.UU. escucharemos nuevamente los argumentos de los candidatos sobre cómo y dónde se generan los puestos de trabajo, los servicios o productos, y saltarán nuevamente a la palestra frases como Make America great again. Volverá el cuestionamiento sobre si la generación de la riqueza se ha perdido en otros países y quizá la puntería recaiga sobre México (aunque, ojo, aquel “al sur de la frontera” nos incluye a nosotros y al resto de los países de este lado del hemisferio).
Aquí les dejo una reflexión: las fronteras se generan cuando no existe confianza. Si queremos ser buenos socios comerciales debemos, como mínimo, crecer y ofrecer al mercado que buscamos cubrir productos de calidad y servicios excepcionales. No compitamos hacia adentro, sino hacia afuera: si no lo vemos así, perderemos esta oportunidad. Hoy los coches alemanes tienen alma de chile poblano, el canal de Panamá cubre también los cielos entre dos continentes y Cartagena no es una ciudad amurallada, sino más bien una puerta al mundo.