Llama la atención que desde el 2005 hasta el 2022, según los datos del Servicio de Impuestos Internos, la participación que las Pymes tienen en el empleo total descendió de un 53% al 46%.
En economías como la de Chile, dependientes de la producción de materias primas, las Pymes suelen operar en el segmento de la provisión de servicios a las grandes empresas o con mucha menor participación en la manufactura de productos derivados de materias primas. Así, la relación de las Pymes con las grandes industrias es crucial, ya que a menudo dependen de ellas para obtener insumos a precios competitivos o para venderles sus servicios y productos.
El ciclo de vida de las Pymes en economías dependientes de materias primas es influenciado por la volatilidad de los mercados y el entorno regulatorio. Las Pymes agregan valor principalmente al proporcionar bienes y servicios especializados que las grandes empresas no pueden o prefieren no desarrollar internamente. Por ejemplo, las Pymes pueden especializarse en el procesamiento avanzado de alimentos, en la provisión de servicios logísticos, mantenimiento industrial o en la tecnificación de procesos mineros y agrícolas. A través de estas especializaciones, las Pymes no solo se insertan en la cadena de valor local, sino que también pueden llegar a ser parte de cadenas globales, exportando sus productos y servicios.
El emprendimiento en este modelo comienza con un conocimiento profundo del sector y una capacidad para maniobrar en un mercado donde las grandes empresas tienen mucho peso. Sin embargo, factores como fluctuaciones en los precios de las materias primas, políticas comerciales cambiantes y la dificultad de acceso a financiamiento pueden afectar severamente la viabilidad de estas empresas. Además, la falta de diversificación económica puede hacer que las Pymes sean especialmente vulnerables a los ciclos económicos y a la competencia internacional.
La Comisión Nacional para la Productividad reportó en el año 2022 los problemas vinculados a regulación que enfrentan las Pymes en Chile, que se pueden sintetizar en, procesos de autorización prolongados; la probabilidad de obtener autorización municipal es mucho menor para micro y pequeñas empresas en comparación con las grandes; existe dispersión y falta de claridad en la información; los informes sanitarios presentan extensos plazos de tramitación y altas tasas de rechazo, con falta de claridad sobre qué actividades requieren este informe; existe gran heterogeneidad en cómo las municipalidades manejan las autorizaciones de funcionamiento y finalmente se observan prácticas en la gestión de permisos sin un claro respaldo legal, generando incertidumbre y posibles inequidades.
En el año 2015, Hernán Cheyre destacaba que, aunque el emprendimiento siempre ha sido una parte vital de la economía chilena, las condiciones en los primeros años del 2010 alimentaban una revolución que se diferenciaba de meros impulsos anteriores ligados a políticas públicas. Este cambio se atribuía a un entorno económico más abierto y menos regulado, junto con un acceso ampliado a mercados globales y tecnologías avanzadas, lo que ha facilitaba enormemente la creación de nuevos emprendimientos.
Estas transformaciones se enmarcaron en los nuevos programas de fomento para el emprendimiento que se multiplicaron en todo el ecosistema de creación de empresas, fomentando la interacción entre Estado, universidades y el sector privado. Un claro ejemplo de estos impulsos es Start-Up Chile lanzado en 2010 por Corfo con el objetivo de atraer a emprendedores internacionales y conectarlos con el ecosistema de innovación en Chile.
Aunque los resultados de este impulso por el emprendimiento y las Pymes trajeron aparejado la creación de empresas exitosas como The Not Company, es fundamental acelerar el paso de creación de Pymes de alto impacto para la economía del país.
Debajo de la contracción de la participación del empleo de las Pymes se tiene, por un lado, que las pymes en el sector de Agricultura, Ganadería, Silvicultura y Pesca el empleo formal en el periodo no creció, mientras que por el otro en Actividades de Atención de la Salud Humana creció un 236%. Si consideramos el incremento en el número de empresas Grandes contra empresas Pymes, dividiendo a la economía del país en 20 sectores, encontramos que tan solo en cuatro sectores el número de Pymes creció más que el número de grandes empresas. Los sectores donde el número de empresas Pymes crecieron más que las empresas Grandes son Industria Manufacturera, Suministro de agua; Evacuación de aguas residuales, gestión de desechos y descontaminación, Construcción, e Información y comunicaciones.
En el sector de Suministro de agua; evaluación de aguas residuales, gestión de desechos y descontaminación se registró un crecimiento del 327% en el número de empresas y un 207% en empleo fruto del aumento de regulación ambiental, el crecimiento de la conciencia y responsabilidad social y los incentivos y apoyos del gobierno para promover prácticas ambientales sostenibles en las industrias.
El diagnóstico parcial no es malo, pero a lo menos nos debería hacer reflexionar: las Pymes están perdiendo lugar en la generación de empleo, y el sector donde más empleo se generó aparentemente está dominado por oportunidades provistas por la regulación, en lugar de innovaciones que se inserten en la cadena global de valor. El cambio deseado por Cheyre no es evidente que se haya generado.
Las Pymes juegan un papel crucial en todas las economías y tienen que convertirse en el motor que haga vibrar de energía a toda la economía chilena. Es un desafío que requiere seguir con los cambios culturales, mejorar la comunicación entre todos los agentes, facilitar el acceso a financiamiento, proveer soporte para la competencia con grandes empresas y desafíos de cadenas de suministro, y mirar con atención la regulación. Se avanzó mucho, pero queda mucho por hacer.