En un contexto marcado por el COVID-19, Chile ha optado por no descuidar otro de los desafíos más urgentes de nuestra época: el cambio climático. Así lo demuestran el compromiso del país con la neutralidad de carbono para 2050 y la ambiciosa estrategia nacional de hidrógeno verde presentada en 2020, punto de partida para transformar la identidad productiva chilena y proyectar un tiempo pospandémico más sostenible y resiliente. En el impulso al denominado “combustible del futuro”, a partir de energías renovables, el sector privado está llamado a desempeñar un papel clave, estimulando la demanda internacional y, desde el lado de la oferta, desplegando cadenas de suministro y propiciando economías de escala.
En esta línea se inscriben, por un lado, el lanzamiento de la Aceleradora de Hidrógeno Verde de la Agencia de Sostenibilidad Energética de Chile y, por el otro, la reciente convocatoria de la agencia de fomento local Corfo para el financiamiento de proyectos en la materia. La primera iniciativa tiene como objetivo incentivar el uso de hidrógeno en diversas aplicaciones mediante la articulación de empresas e instituciones. La licitación, en tanto, despertó este año el interés de 10 consorcios locales e internacionales, que presentaron proyectos para monetizar el potencial energético renovable del país, que hoy supera los 1800 GW.
Aun con viento patagónico y el sol sobre Atacama a favor, la apuesta por el hidrógeno verde exigirá sortear diversos obstáculos. Entre ellos, los riesgos tecnológicos y financieros propios de una actividad incipiente, las brechas de costo con los combustibles fósiles y el elevado valor de los electrolizadores —término que designa a los aparatos que producen este combustible libre de emisiones mediante electricidad generada por fuentes renovables—, así como la disponibilidad de agua para procesos de electrólisis en épocas de sequía. En este escenario, la participación de instituciones multilaterales de desarrollo dispuestas a compartir conocimientos y ayudar a navegar las dificultades del mercado aparece como una posible respuesta.
Entidades como la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), miembro del Grupo Banco Mundial y la mayor institución multilateral enfocada en el desarrollo del sector privado en mercados emergentes, han iniciado conversaciones con los principales actores de esta naciente industria y observan con interés el surgimiento de polos de hidrógeno en diferentes regiones y países en vías de desarrollo. En el norte de África, en el Golfo Pérsico o en América Latina, estos hubs combinarán la generación de energía renovable con la producción, el transporte, el almacenamiento y el uso local o internacional del combustible ecológico. Mediante la movilización de financiamiento y la provisión de asistencia técnica de expertos internacionales, el trabajo de organismos en etapas tempranas (upstream o apoyo de preinversión) puede llevar estas iniciativas a niveles de operación comercial. En el caso de Chile, la estrecha colaboración entre el sector público, las compañías y las organizaciones multilaterales será fundamental para alcanzar a tiempo un escalamiento industrial del hidrógeno verde, que permitirá generar valor local en las distintas regiones y crear al menos 100.000 nuevos empleos, más sofisticados y satisfactorios, durante las próximas décadas.
Actualmente, Chile reviste gran importancia estratégica para el Grupo Banco Mundial. En los próximos meses, IFC finalizará un detallado diagnóstico del sector privado chileno, con el análisis de limitaciones y oportunidades para su crecimiento, así como recomendaciones sobre reformas e intervenciones para catalizar la inversión privada de forma más sostenible. Al mismo tiempo, el Banco Mundial está asesorando al gobierno chileno en la implementación de la estrategia de hidrógeno verde con la meta de potenciar la seguridad energética, fomentar el desarrollo económico y facilitar el acceso a energía limpia a grupos vulnerables a lo largo del territorio.
Chile está priorizando el desarrollo del “combustible del futuro” para descarbonizar a los sectores de producción más contaminantes (como la minería y el transporte), avanzar en la neutralidad de carbono y convertirse en el productor más competitivo a nivel global en 2030. Como el país, los organismos multilaterales también miran hacia el futuro mientras construyen relaciones con clientes y líderes de la industria. Tanto uno como los otros están identificando nuevas oportunidades para ampliar el uso del hidrógeno como fuente de energía, en línea con las políticas públicas y los intereses de un sector privado más comprometido con la sostenibilidad.