El filósofo Aristóteles señalaba que existe unión sustancial entre cuerpo y alma y que la virtud, en su célebre obra Ética a Nicómaco, consiste en un justo medio en el cual hay un equilibrio entre la razón y las pasiones, sin excesos ni defectos.
Es común en inversiones recomendar dejar de lado las emociones, y tomar decisiones basadas en la razón. Es fácil de decir, pero muy difícil de implementar ya que no podemos aislar efectivamente las emociones de la razón al ser uniones sustanciales. Lo que sí puede establecerse son ciertos controles y sobre todo ser conscientes de los errores que podemos cometer si dejamos que las emociones nos gobiernen.
El aspecto de cómo las emociones y sesgos afectan a las decisiones de inversión son parte del campo de la economía conductual (behavioral finance) desarrollada a inicios de los 80, y que cuenta con cinco Premios Nobel por su relevancia.
El miedo es una emoción negativa fuerte en respuesta de una amenaza y puede afectar nuestro comportamiento. En inversiones, el miedo incrementa nuestra aversión al riego -incluso entre profesionales- y puede llevar a decisiones equivocadas como vender en momentos de máximo estrés de mercado en donde las pérdidas a realizar son mayores; lo cual suele ser una mala decisión. Un caso concreto sería el haber salido del mercado de renta variable en el primer trimestre de 2020 (auge del COVID) cuando la renta variable perdió cerca del 30% para luego cerrar el año en positivo con un 16%
Tiempos difíciles
El año 2022 es un año muy particular con una marcada volatilidad macroeconómica al tener bancos centrales subiendo tasas a un ritmo más acelerado de los últimos 40 años, lo cual se traslada en una marcada volatilidad en los mercados financieros.
Los portafolios mixtos tradicionales invertidos en renta variable y renta fija, los denominados 60/40, han sufrido reveses considerables. La típica protección (reflejada en una correlación muy baja o negativa entre ambos activos) de dicho portafolio sirvió de muy poco este año.
Al cierre de la semana pasada los bonos grado de inversión mostraban una caída acumulada en el año de cerca de 17 %, mientras el S&P 500 acumulaba más de 20% de caída.
Lo anterior, sumado a la incertidumbre de menor crecimiento económico ha llevado a muchos a dejarse llevar por emociones y tomar decisiones apresuradas.
La luz al final del túnel
¿Política expansiva al infinito? Las tasas de política monetaria alcanzarían máximos durante el primer semestre de 2023 (estimados de 4,75% en Estados Unidos y 3% en Europa) ya que las señales de desaceleración económica harían retroceder a los bancos centrales empezando un ciclo de moderación de tasas hasta converger a niveles más neutrales.
¿Inflación controlada? Aún no, aunque nos acercamos. Los efectos de las políticas monetarias expansivas, el efecto base (al venir de inflaciones muy altas las variaciones anuales sucesivas serán menores), y una afectación al crecimiento chino (generando un menor precio de commodities) disminuirían la inflación para los siguientes periodos.
¿Momento de entrada en acciones? Este cambio de stance de política monetaria en 2023 tendrá efectos positivos sobre activos riesgosos como acciones, sin embargo, el momento de entrada aún no es claro y seguiremos experimentando alta volatilidad.
¿Recesión de la verdadera? Los datos (consumo, ahorro, empleo) sugieren que la recesión en Estados Unidos sería “técnica”, es decir sin impacto duradero o preocupante. El segundo semestre de 2023 sería de recuperación consolidándose el crecimiento en 2024.
¿Qué pasa con la renta fija? La subida de tasas (y caída en precios en doble dígito) ha borrado años de retornos; por ejemplo, en el caso de bonos grado de inversión estamos a niveles de finales de 2010, ¡sí 12 años atrás! Cabe señalar, que en los últimos 20 años no se ha tenido dos años consecutivos de retornos negativos y en el año siguiente de retornos negativos las estrategias de renta fija anotaron retornos de doble dígito. Lo anterior parece indicar que el 2023 será un buen año y que los momentos de entrada serían ya favorables.
En conclusión, 2022 ha sido un año muy desafiante para gestores e inversionistas. Mantener la calma, reaccionar cuando es debido y tener una visión de mediano y largo plazo puede ahorrarle no solo ataques de ansiedad, sino permitirle tomar decisiones más informadas y oportunas.