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Empatía
Mié, 24/03/2021 - 10:38

Roberto Salas Guzmán

Un nuevo enfoque gerencial
Roberto Salas Guzmán

Roberto Salas Guzmán es ecuatoriano, economista de la Universidad Católica de Guayaquil. Posee un MBA de ESADE (España) y de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile). Así como estudios de gerencia en Kellog Business School de la Northwestern University y en Wharton Business School de la University of Pennsylvania. Es ex CEO de Masisa SA, fundador de Sustainable Management Iniciative, director de empresas, columnista y expositor.

La creciente sofisticación de la tecnología y las megatendencias sociales y ambientales están influyendo en el comportamiento de las comunidades, afectando las expectativas respecto a instituciones y organizaciones que les impactan, obligándolas a desarrollar capacidades que no han sido priorizadas. Una de estas es la empatía en los liderazgos que las dirigen e influyen en su desempeño.

Cuando la simpatía es insuficiente

Se puede agradar o caer bien, lo que es bueno, pero insuficiente cuando se vive en la realidad del pensar distinto, el desacuerdo, incluso el conflicto.  En estos casos es necesario también comprender el porqué de las motivaciones de los demás, e interpretarlas desde la perspectiva del otro, no solo de la nuestra.

Desarrollar empatía es posible

Los líderes empáticos tienen mayor capacidad para motivar a sus equipos y están mejor preparados para conectar con grupos de interés que piensan distinto o tienen intereses contrapuestos a las organizaciones que lideran. Al mostrar respeto, apertura y tolerancia, generan mejores espacios de confianza para una comunicación más franca, productiva y obtener mejores resultados en el largo plazo.

La empatía depende del nivel de capacidad emocional y social que se tenga, pero todos podemos desarrollar esta capacidad si la actitud es correcta.

El principal enemigo de la empatía es la ecpatía, o la exclusión voluntaria de los sentimientos y pensamientos de los demás. Muchas veces motivada por el egocentrismo, otras por el individualismo, o simplemente una inteligencia social y emocional muy baja. La buena noticia es que es posible revertir esta situación a través de práctica y perseverancia.

¿Cómo crearla?

Empieza por la escucha. Y escuchar no es solo oír.  Es prestar atención y esforzarse por entender. Esto lleva al siguiente nivel que es la comprensión a través de un proceso activo de preguntas y reconocer los gestos, no para responder sino para comprender.  Luego aterrizar en el nivel ideal que es la escucha empática, donde logro “sentir” lo que la otra parte quiere transmitir poniéndome en los zapatos de ella.  Este proceso genera no solo confianza, sino capacidad de cooperar e ir juntos por caminos difíciles aunque no estemos de acuerdo en todo.

Los vicios que impiden el proceso y de los qué hay que hacerse cargo, son principalmente la ansiedad, la impaciencia y la intolerancia. Es decir, interrumpir rápido cuando se escucha algo que no es aceptable por nuestros paradigmas, o cuando no podemos resistir a contestar sin terminar de comprender.

Uno puede entender lo que se escucha, pero comprender tiene una diferencia, que además reconocemos por qué esa persona piensa de esa forma, sus raíces, sus experiencias, sus paradigmas, que la hacen tener esa posición. Nos guste o no, tanto ellos como nosotros podemos estar errados o sesgados en opinión del otro, lo importante es entender por qué, y desde ahí hacer algo positivo para todos.

Conclusión

Muchos líderes son locuaces, hábiles y sabelotodos logrando impresionar, aunque sus intenciones no son evidentes. Pero el liderazgo que hoy se requiere exige conectar con los sentimientos y expectativas de los demás, saber escuchar y responder mejor con el testimonio de sus acciones y sus obras.

Además de desarrollar o aprender esta capacidad, es importante saber reconocer la empatía en quienes pretenden liderar, lo que puede ser una buena guía para decisiones y elecciones cruciales.