Navegamos todos −en los mercados y en las economías que los sustentan− las mismas aguas y así como hay tendencias evidentes, que se instalaban antes de la pandemia (como el envejecimiento de la población), también hay tendencias que esta trajo o al menos aceleró (como el uso intenso de las herramientas tecnológicas que permiten el trabajo virtual).
Empezando por lo más sencillo, hay cosas que tienen una génesis anterior a 2020, ya sean raíces de cambios o consecuencias de estos. El cambio climático es uno, el demográfico es otro; el ascenso de China nos viene por otro flanco y un capitalismo centrado en la oferta (el que da mano a empresas y no a trabajadores) es corriente antigua también.
Algunas otras, consecuencias de estas, han puesto en la mezcla políticas económicas muy agresivas, como la expansión agresiva de los balances de los bancos centrales (lo cual trae consigo bajas inflaciones y tasas de interés reales negativas) a lo cual le acompaña un gasto gubernamental desmesurado (y luego monetizado por los propios bancos centrales, toda vez que éstos compran los bonos que aquéllos emiten para financiarlo).
Aunque las políticas del lado de la oferta antes mencionada son neoliberales en el capitalismo (es decir, que están en línea con poco gasto de gobierno), el actual “gran gobierno” se parece más a un keynesianismo (o sea un regreso a él), lo cual vendrá acompañado necesariamente de altísimas deudas públicas, y con ellas, una eventual implosión algunos años adelante en los países que hayan sido más aguerridos. Por esta razón, quizás, se puede prever que los gobiernos −en especial en la OECD− estarán indispuestos para apoyar en la siguiente crisis.
La pandemia, en particular, ha traído la acumulación de efectivo y el aumento del ahorro, acompañado por una desconfianza en aquel −extrañamente− debido a las políticas monetarias mencionadas, lo cual, a su vez, ha incentivado el inflado de burbujas en todo tipo de activos, la bolsa misma (pero también las casas, de nuevo y al igual que en 2006), entre ellos. La empleabilidad de trabajadores especialmente en sectores golpeados como turismo y trasporte se verá reducida por la etapa de inactividad y desconexión y en especial, el acceso a empleos por parte de la juventud. La inequidad y la pobreza habrán aumentado sensiblemente, lo cual afecta a la inversión y al PIB potencial a medio plazo. También, propicia movimientos políticos populistas y muchos de ellos hacia la izquierda (como se nota en Latinoamérica).
Una tendencia poco explorada y escondida de la primera luz de análisis y no obstante universal ha sido la caída en la productividad desde los 90, a pesar del aumento en la automatización de los procesos industriales e innovación −tanto tecnológica como corporativa− en todos los niveles: Los gigantes tecnológicos usan la innovación como barrera de entrada, sin que se disemine su beneficio al resto de la economía. Otras razones pueden ser la alta concentración de la riqueza (lo que dificulta financiar proyectos); el hecho de que las nuevas tecnologías no producen las altas destrezas laborales que se producen en la manufactura (la cual ha caído fuertemente en el total de empleos) y por lo tanto caen los salarios, aumentando gravemente el retorno al capital requerido, lo cual desincentiva a su vez a la inversión de largo plazo.
De hecho, una pista fehaciente de que el aumento en la riqueza no es permanente, sino sólo debido al “dinero helicóptero” del que se habló antes (y las burbujas que se han creado) es precisamente la caída de la inversión corporativa, pues cuando la riqueza no es transitoria y proviene de mejoras percibidas en la productividad, la inversión tiende a subir.
El reciente capítulo que ha abierto China hacia una regulación más estricta plantea también un futuro post-COVID con un segundo motor global trabajando a “dos tercios de cilindro”. El objetivo del líder del partido en el poder para su nación traza sendas muy cargadas de “bienestar social” en la economía pública y privada, con estrategias que “disciplinan” a los magnates de internet, tecnología, retail y otros sectores sensibles para que nadie sea un “show individual”. Esta ideología viene acompañada necesariamente con menores márgenes de utilidad para las empresas líderes que han llevado a los índices chinos a redituar ganancias extraordinarias en las últimas dos décadas, mayores costos de capital igualmente y, con ello, menores crecimientos esperados de sus flujos futuros. Si se le combina a esto con los pobres esfuerzos y peores aún resultados en cuanto a ESG (gobierno corporativo, ecología e igualdad), las empresas chinas y que estén China tendrán enormes retos que salvar si han de seguir en la competencia por el capital global de inversionistas de riesgo.
En conclusión, varias cosas han llegado para bien de todos (como la tecnología que hace posible el trabajo en casa o al menos algunos aspectos de él), pero otras tantas son riesgos graves que habrá que ponderar en la planeación corporativa de las empresas en todos los sectores, pensando en lo macroeconómico si, pero también, en los aspectos microeconómicos que exponen de manera particular a cada industria según la historia subyacente de cada una. Estos son tiempos de mayor frecuencia en la planeación y de menores ventanas de tiempo para estar listo