El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, nueve meses después de llegar a la Casa Blanca muestra en política exterior dos posturas: la primera, el llamado a Europa para hacer un frente común contra China. Su propuesta, no obstante, chocó contra los intereses de Francia y Alemania, las dos principales potencias de Europa, que abogan por tener mejores relaciones diplomáticas y de cooperación con China y Rusia.
La segunda, su interés en desarrollar una nueva Guerra Fría contra el eje de China y Rusia. Pese a que con Rusia llegaron a un pacto estratégico sobre armas nucleares, ahora su administración con el acuerdo AUKUS de seguridad estrategia firmado con el Reino Unido y Australia abre de nuevo las puertas hacia una escalada nuclear en el mundo.
Para un conocedor de la política exterior de Estados Unidos no es nada extraño el portazo contra los intereses de Francia en el negocio de las construcciones de los submarinos con Australia, dentro del marco del acuerdo AUKUS con Reino Unido y Australia en la región Indo-Pacífico, debido a la negativa de Francia en apoyar abiertamente las disputas contra China.
Estados Unidos con esta movida deja en claro que su nuevo eje para enfrentar la expansión de China, será con Reino Unido, India, Australia y Japón. De hecho, con su derrota y salida de Afganistán era previsible que el péndulo de sus intereses estratégicos se iba a situar en esta región y en el mar del sur de China para enfrentar la expansión de la influencia global de China.
En la cumbre de la OTAN quedo claro que con el Reino Unido comparte los mismos intereses de avanzar en la confrontación abierta contra China y Rusia, mientras que Francia y Alemania no son partidarias. Ambos países tienen negocios con aquellas potencias. En el caso de Alemania se acaba de terminar el gasoducto Nord Stream 2, mediante el cual Rusia suministra gas a Europa a través de Alemania. Se trata de un negocio que generó arduas polémicas con Estados Unidos. Por su lado, Francia tiene acuerdos de cooperación económica con los rusos y los chinos.
Fue por eso que en la Cumbre de la OTAN, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dijo: “no hay que confundir los objetivos, la OTAN es una organización militar, pero nuestras relaciones con China no son solo militares”. “China es una gran potencia con la que trabajamos en áreas internacionales importantes”.
En aquella cumbre se evidencio que la Unión Europea (UE), por un lado, se mostró receptiva a las propuestas de Estados Unidos, dado que necesita de su apoyo y de su cooperación militar. Sin embargo, por otro lado, negocia con los chinos, porque necesita afianzar sus relaciones económicas y tecnológicas.
Las ambivalencias del eje franco-alemán en las políticas de confrontaciones contra China, obedece en parte a que la UE tiene un acuerdo comercial con el gran país asiático mediante el cual se consolidan como sus segundos socios comerciales. Por su parte, Francia, Alemania, Italia, España, Portugal, Holanda, Bélgica, Grecia y otros países europeos tienen acuerdos comerciales con China y los principales puertos europeos están en manos de empresas chinas.
En criterio de Tom Fowdy, un analista británico de política y relaciones internacionales, “uno de los errores estratégicos de Europa fue creer que Estados Unidos trabajaría activamente con ellos a pesar de los desacuerdos con los chinos”. “Europa ya no es relevante para Estados Unidos, como lo fue durante décadas” y señala que “esta es una nueva era, el centro de gravedad no está en Europa, está en Asia. Por lo tanto, “Estados Unidos ya no ve a Europa como una prioridad y sus prioridades están en el Indo-Pacífico”.
No se puede perder de vista que hace tres meses, Macron y Merkel, se reunieron con el presidente de China, Xi Jinping, para afianzar los nexos de cooperación entre las tres potencias, y uno de los temas que abordaron fue la nueva ruta de la seda terrestre, marítima y satelital. China les propuso crear una plataforma a cuatro bandas entre China, Alemania, Francia y África. Su propuesta fue para que se sumen a su plan de la ruta de la seda digital para sacudirse de la dependencia estadounidense en la revolución de las nuevas tecnologías.