En estos días, los mercados son un mar en el que resulta, cuando menos, difícil navegar. Tanto los bonos como las acciones han registrado su peor primer trimestre de la historia, e incluso los nichos en los que podían buscar refugio los inversionistas hace tan solo un par de semanas, concretamente materias primas y empresas energéticas, no han sido de gran ayuda últimamente. El mundo financiero se encuentra inmerso en un proceso de dolorosa y extraña transición.
Tras una década caracterizada por bajas tasas de interés y por lo que parecía una política de expansión cuantitativa monetaria perenne, estamos finalmente asistiendo a un ciclo de ajuste creíble por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). Es el principio del fin de la era del “dinero gratis”.
No obstante, lo que diferencia este intento de acabar con la represión financiera de otros ocurridos en el pasado es el hecho de que estamos operando en un mundo “posinvasión de Ucrania”. En efecto, dicha invasión por parte de Rusia ha sacudido a todo Occidente, poniendo de manifiesto su inconveniente dependencia de países que no siempre son socios fiables. De ahora en adelante, los Gobiernos occidentales se esforzarán por relocalizar sus cadenas de suministro de energía, tecnología, producción y defensa, acelerando así la tendencia de reversión de la globalización.
Esto, a su vez, y por primera vez desde la crisis financiera mundial iniciada en 2007, es un factor que tiene el potencial para dinamizar la inversión interna y reactivar la demanda del crédito privado.
Paradójicamente, esto significa que el riesgo de cometer un error de política monetaria es mucho menor hoy que antes del 24 de febrero, y la Fed dispone de hecho de un mayor margen para el ajuste. Sin embargo, nuestras previsiones de subidas de tasas no son tan audaces como las actuales estimaciones del consenso. En esencia, tanto Estados Unidos como Europa se enfrentan a limitaciones de capacidad real y práctica para relocalizar su producción.
Adquirir experiencia y know-how en sectores que en ocasiones han sido ignorados o abandonados (los semiconductores o la energía nuclear, por ejemplo) no se consigue de la noche a la mañana, y el cambio de proveedores extranjeros a nacionales sin duda tomará tiempo. Por último, los plazos de transición impiden un regreso de las tasas de interés elevadas en esta ocasión, pero esta perspectiva está definitivamente en el horizonte de futuros ciclos.
El impacto combinado de los cuellos de botella en los suministros ocasionados por la pandemia junto con la guerra en Ucrania ha obligado a la Fed, y en menor medida a otros bancos centrales (con excepción del Banco de Japón), a normalizar bruscamente su política monetaria tras una década de represión financiera.