Hace pocos días la Comisión para el Mercado Financiero de Chile (CMF) publicó una breve presentación sobre “Innovación en la industria financiera”, su evolución durante 2021 y los procesos regulatorios que desafían hoy a la industria.
Si bien era de esperar un pronunciado crecimiento en la industria local, llama mi atención como en un ambiente hostil para la innovación financiera, enmarcado por una crisis sanitaria y una economía desacelerada, la gran cantidad de startups fintech que han aumentado en más de un 80% en tan solo dos años. Al parecer la crisis trae consigo oportunidades de inversión out the box que agregan valor a consumidores finales y PyMes.
Dentro de las fintech que han presentado mayor dinamismo durante estos dos últimos años, se encuentran las dedicadas al trading & mercados, seguros, medios de pagos y crowdlending. En esta oportunidad, quisiera destacar el rol que cumplen estas últimas prestadoras de capital y su protagonismo en el financiamiento alternativo a corto plazo.
El mercado de financiamiento alternativo en Chile está ampliamente dominado por invoice trading, surgiendo como una opción al factoring tradicional y al financiamiento de corto plazo que se presenta como una inversión para distintos segmentos de inversionistas. Según explica el vicepresidente del regulador, Kevin Cowan, Chile es el mayor país de la región en cuanto a montos involucrados por “invoice trading” (US$ 784 millones), superando ampliamente a los países como Colombia (US$ 209,15 millones) y Perú (US$ 63,46 millones).
Desde una arista de estructura de capital, los montos de financiamiento alternativo han mostrado una tendencia creciente, al contrario de lo observado para el financiamiento tradicional accionario y de bonos desde 2017. Seguramente, la mayor inclusión financiera, la reducción en costos de acceso a capital y los productos financieros acordes a las necesidades de pequeñas y medianas empresas no bancarizadas, han inclinado la balanza al financiamiento de corto plazo, respaldados en documento mercantiles que reflejan el momento por el que atraviesa la empresa.
Desde este punto de vista, creo que los desafíos regulatorios deben salvaguardar e incentivar los hitos ya alcanzados. Todos los stakeholders de la industria entienden el aporte que la innovación financiera significa para la economía en competitividad respecto a la banca, productos financieros adecuados para pymes, inclusión y educación financiera. En este sentido, me preocupa que sean entes ligados a la industria bancaria tradicional quienes, mediante propuestas como una Cámara de Compensación de Bajo Valor (CCBV), quieran normar el comportamiento de startups cuya naturaleza ha sido tirar abajo los viejos paradigmas que los unen a un mundo financiero contralado por bancos. Cuando tratas de sumar al “diferente” bajo los estándares actuales, estás integrando al individuo.
Se reconoce que es diferente, pero debe comportarse bajo los parámetros ya conocidos de la industria con ciertas adaptaciones. Ahora bien, la inclusión financiera acepta las diferencias, apoya la diversidad y no trata de homologar las condiciones iguales para todas las partes. Esto es lo que debe perseguir el nuevo marco regulatorio de las fintech en Chile, y no presentar medidas reacondicionadas que no cumplirán la inclusión financiera que todos los stakeholders estamos esperando.