El Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, en un reciente artículo publicado en su blog hace un importante reconocimiento del disminuido estado actual de las relaciones entre ambas regiones. Según su texto, se reciben desde las representaciones en América Latina, señales de “una sensación de abandono”. Borrell plantea unas líneas de actuación de corto y mediano plazo, y especialmente manifiesta una clara voluntad política. Con este documento, viene a llenar el vacío dejado por la presidenta de la Comisión en su discurso sobre el estado de la Unión ante el Parlamento Europeo el pasado 16 de septiembre.
En efecto, hemos echamos en falta que, en un momento de tanta relevancia como la comparecencia de la máxima autoridad de la Comisión ante un órgano central de la Unión, su visión estratégica sobre la presencia de la UE en el mundo y las prioridades de política exterior dejara fuera a América latina. No se trata de ignorar, por supuesto, la relevancia que tienen para Europa otras regiones, cercanas geográficamente, o el peso de la relación transatlántica con Estados Unidos, o la necesidad de consolidar una adecuada relación integral con China, la India o el Asia en general. Pero bastan algunos datos para relievar la importancia de ALC: la UE es el primer inversionista, el primer proveedor de cooperación al desarrollo, y el tercer socio comercial de ALC (fue durante un tiempo el primero, luego el segundo y ahora el tercero, desplazado por China). Hay 27 acuerdos comerciales, el tratado con el Mercosur está pendiente de ratificación, y un intenso intercambio de profesionales y estudiantes que llega a más de siete millones de personas. ALC es un repositorio de la naturaleza, tiene recursos naturales, energía, juventud y resiliencia. Factores sin duda claves en esta crisis.
Pero en el mundo complejo de la nueva globalización, demandante de una visión prospectiva y estratégica, es necesario un posicionamiento geopolítico que vaya más allá de cuestiones inmediatas, de proximidad geográfica o de intereses económicos emergentes. La ausencia de América Latina en el estado de la Unión ha generado preocupación, por lo que podríamos denominar el “atraso geopolítico” que representa ignorar o disminuir el valor de una relación que, como recuerda el vicepresidente Borrell, representamos en conjunto casi un tercio de los votos en la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Podemos agregar también que en la Organización Mundial de Comercio (OMC) la UE y los países de ALC tenemos un peso crítico importante que será necesario para su reforma para regular el comercio internacional de la IV Revolución Industrial y la era digital. Y en el G-20 tenemos juntos un gran peso demográfico y económico. Estas consideraciones geopolíticas y estratégicas son fundamentales de hacer, en momentos en que se debe entrar en un rediseño de todo el sistema multilateral, que ya no responde a las realidades del siglo XXI, y además ha quedado rebasado por la pandemia. Según la nota de Josep Borrell, si no remediamos esta situación, ante una guerra por la hegemonía comercial y tecnológica China-Estados Unidos si no nos asociamos corremos el “riesgo de quedar en una posición de subordinación estratégica”.
América Latina es la única región con la que la UE ha firmado un Acuerdo de Asociación Estratégica, del que se han cumplido 21 años, que ha sido clave para potenciar el diálogo político, el comercio y la cooperación. No obstante, dicha voluntad política, expresada en medio de un mundo distinto, necesita ser puesta al día, mediante una acción efectiva que trascienda los límites de una cooperación clásica para ser juntos, como señalan documentos oficiales, “una sociedad de actores globales”, “ocupar conjuntamente un papel activo en la reconstrucción de la sociedad internacional del futuro” y “aunar fuerzas para un futuro común”. Según el vicepresidente Borrell, “la atención que prestamos a la región de ALC no es proporcional a su importancia, y ahora tenemos una oportunidad única, que no podemos permitirnos desperdiciar. Si logramos elevar nuestras relaciones bilaterales al nivel que merecen, toda la Unión Europea saldrá beneficiada”.
Estas expresiones recolocan la geopolítica de la Unión en la senda correcta. Lo que falta, en todo caso, es que del lado latinoamericano se logre consensuar una estrategia y una posición común, por ejemplo, en la CELAC, que permita responder políticamente a esta voluntad. Ello no se ha logrado desde la última Cumbre birregional de 2015. Es de esperar que, con la anunciada iniciativa de la presidencia alemana de la UE, de convocar para diciembre una reunión de cancilleres ALC-UE, se logre retomar el camino interrumpido y relanzar la relación.