Fue a mediados de agosto de 2020 cuando abordé el avión que me llevaría hasta la ciudad de Punta Arenas, Patagonia austral. Debía participar en la puesta en marcha de una empresa multinacional que se instalaba en Chile.
Santiago me despedía con un día muy propio de su repertorio: cielo gris y una temperatura que bordeaba los 15°C, nada distinto de todos los inviernos que pasé en esa ciudad. Después de varios meses de confinamiento estricto, pasar 4 horas sentado en la butaca de un avión me resultó un plan atractivo. Desde el aire disfruté mucho la diversidad de paisajes del país.
Al llegar, el contraste respecto de Santiago fue notorio. La nieve congelada en los alrededores del aeropuerto me hizo suponer que las temperaturas no eran muy generosas en esa época del año. Descargué las maletas y me dirigí a tomar el vehículo que me llevaría al hotel. A unos metros de distancia divisé a un hombre que sostenía entre sus manos un letrero que indicaba mi nombre. Estaba abrigado y en la cabeza llevaba un ushanka, el tradicional gorro ruso. ¡Siberia! Pensé, pero el hombre cubría su boca con una mascarilla que tenía impresa la bandera de la región de Magallanes.
Al día siguiente debía sostener mi primera reunión. No conociendo la ciudad me aseguré de tener las coordenadas correctas para calcular mis tiempos de desplazamiento. La aplicación que utilizo en mi teléfono móvil indicó que con tan sólo 15 minutos de caminata llegaría a mi destino. Tardé casi el doble. Una capa de hielo que cubría la vereda me hizo las cosas muy difíciles.
En la medida que pasaron los días fui descubriendo las particularidades del lugar dónde me encontraba. La provisión de agua se suspendió en varias oportunidades a consecuencia del congelamiento en la red sanitaria y, en algunos momentos, se paralizaron los trabajos debido a rachas de viento que superaban los 100 km/h. A causa de estos imprevistos los avances del proyecto se ralentizaron. Obtener insumos y prestadores de servicios básicos también resultó una tarea compleja. Y nada de esto estaba considerado en la Carta Gantt. Después de algunas semanas entendí que estas situaciones son comunes en una región extrema, ubicada a más de 3.000 km de distancia de la capital de Chile. El equivalente a conducir desde Madrid hasta Estocolmo.
Lo que desde una perspectiva pudiese parecer un obstáculo, mirado desde otra óptica resulta una ventaja. Las características geográficas de la región han entregado condiciones adecuadas para el desarrollo de algunas actividades económicas. Con una superficie similar a la de Grecia, las praderas patagónicas han permitido el desarrollo de la ganadería ovina. En otro ámbito, atractivos naturales cómo las Torres del Paine, los glaciares y la proximidad a la Antártica, han incentivado la expansión del turismo.
En actualidad los fuertes vientos de la zona posibilitan generar energías renovables para la producción de hidrógeno verde y derivados como amoniaco, metanol y combustibles sintéticos. Se proyecta que Chile sea uno de los países más competitivos del mundo en esta naciente industria. Sólo la región de Magallanes podría producir el 13% del hidrógeno del planeta.
Se estima que el PIB de la región podría duplicar las cifras proyectadas al año 2050. Por su parte, los empleos directos e indirectos asociados a esta industria se cifrarían en 4.500 a ese horizonte de tiempo. A simple vista la ecuación parece atractiva: más inversión, más trabajo, más bienestar. No obstante, no debemos cantar victoria antes de tiempo, pues si no somos previsores la realidad podría confabular contra nuestro optimismo. Llevar adelante semejante tarea en uno de los lugares más remotos del mundo puede ser un camino espinoso.
Es sabido que el mundo académico está trabajando en ampliar la oferta de formación de profesionales y técnicos para la industria de las ERNC y del hidrógeno verde en la región. Contar con Capital Humano Avanzado es un deber; sin embargo, no basta con atender sólo las brechas de educación que existen en este ámbito. La formación en oficios también es importante, tanto para desarrollo de esta industria, como para responder a la demanda indirecta de otras actividades económicas. En la actualidad existen inconvenientes para suplir plazas disponibles en la industria manufacturera, la construcción y la pesca. La Encuesta Nacional de Demanda Laboral realizada por el Observatorio Laboral del Servicio Nacional de Capacitación y Empleo, en la región de Magallanes, cita cómo denominador común la “escasez de postulantes, falta de experiencia laboral e insuficiencia de competencias técnicas”. La señal que el mercado laboral envía es evidente y presenta un desafío para las instituciones educacionales y los actores del sector público y de la empresa privada.
Por último, tampoco se debe olvidar que el desarrollo de proveedores cobrará una vital importancia para garantizar insumos, repuestos, alimentos y alojamientos, sólo por mencionar algunos. A pesar de que muchos de estos temas no ocupan la agenda informativa de la industria del hidrógeno verde, resultan sumamente importantes para la puesta en marcha de las empresas que se instalarán en uno de los últimos confines del planeta.