Nos acercamos prácticamente a fin de año y, salvo que suceda algo muy fuera de lo común, las carteras de inversiones de las AFP, Fondos Mutuos y directas tendrán un resultado negativo. Durante 2022 se han dado retrocesos importantes tanto en renta fija como en renta variable, cosa que no sucedía desde el año 1970. Así, la inflación que llegó a niveles de 9% en Estados Unidos y la subida de tasas para controlarla explican este comportamiento.
Los resultados de las carteras han sido parecidos para los distintos perfiles de riesgo. Por ejemplo, al cierre de noviembre, las carteras orientadas a la renta fija han retrocedido aproximadamente entre 8% y 10% y aquellas balanceadas entre renta fija y variable han retrocedido entre 10% y 12%. Este comportamiento inusual con correcciones en ambos mercados de renta fija y variable han impactado a todos los inversionistas, sean conservadores o agresivos.
Mirando hacia 2023, la variable clave seguirá siendo la inflación y su impacto en las tasas de interés. Sin embargo, los niveles actuales de rendimiento de los bonos de alta calidad se encuentran atractivos (5% a 6%) versus lo que rendían en 2021 (2% a 3%). De igual manera, los niveles actuales de valorización de las acciones se encuentran atractivos comparados con los del año pasado (con múltiplos de 16 veces, versus 24 veces en 2021). Por lo tanto, lo que pueden rendir las carteras en el largo plazo se ve mucho más prometedor comparado al año pasado. De este modo, la rentabilidad esperada a largo plazo de una cartera balanceada entre renta fija y variable ha pasado de 5% a 7,5%. Si los mercados se estabilizan, esta debería ser la rentabilidad promedio de los próximos 10 años para alguien que entra al mercado en estos niveles.
Por otro lado, el consenso de mercado le da mayor potencial de apreciación de corto plazo a los bonos. La mayoría de analistas piensa que la subida de tasas proyectada ya es bastante marginal y que esto les pondrá un piso a los papeles de renta fija. Inclusive piensan que en los bonos de largo plazo podría darse una apreciación importante si las tasas empiezan a bajar.
En cuanto a las acciones, hay un menor consenso con respecto a una potencial recuperación en el corto plazo. Un efecto recesivo en la economía americana producto de las subidas de tasas, impactaría las utilidades de las empresas. Esto puede generar presión a la baja en el precio de las acciones (pueden subir sus múltiplos y volverse menos atractivas). Adicionalmente, una estabilización de las tasas de interés sería una buena noticia en general para los activos financieros, aunque en menor medida para las acciones.
Existe en el mercado otra línea de pensamiento que postula que la inflación se mantendrá elevada por un tiempo largo y que se estabilizará a niveles entre el 4% y 5%. Este escenario sería menos favorable en general, ya que no caerían las tasas de interés de largo plazo. La renta fija rendiría su cupón actual (que no está nada mal), y la renta variable seguiría bastante volátil durante 2023.
Finalmente, lo más importante es ver el resultado de las carteras en el largo plazo. Así, en los últimos 10 años un perfil balanceado entre acciones y bonos estaba rindiendo 6% en dólares. Sin embargo, con la corrección de 2022 pasó a 4,5%. Se proyecta que el rendimiento de este tipo de cartera regrese a niveles por encima del 7% para los próximos años. Por lo anteriormente expuesto, las rentabilidades negativas de 2022 son solo un resultado de corto plazo que baja ligeramente el promedio de rentabilidad histórico de una cartera y que a la vez genera un potencial de mayores rentabilidades para los próximos años.