Si un extranjero viene a Chile en plan de turismo, la primera recomendación que tiene es probar nuestros pescados y mariscos. Desde el congrio y su caldillo inmortalizado por Neruda hasta el particular piure, toda una rareza de nuestras costas.
Con más de 6.000 kilómetros de costa y el área pesquera de mayor productividad del mundo, un privilegio que compartimos con Perú, Chile se luce a nivel internacional con sus frutos del mar.
Sin embargo, puertas adentro, en las mesas locales de los chilenos, el consumo de estos productos se estima en 13 kilos por persona, una cifra que está muy por debajo de los 20 kilos de promedio mundial. ¿Qué está pasando que ese “tránsito” del mar a la mesa se ve frenando? Para entenderlo, hay que volver al origen, al lugar donde se produce parte importante de las capturas: a las casi 500 caletas que se extienden a lo largo de la costa chilena, donde desempeñan su labor más de 90 mil pescadores artesanales.
La tarea de la pesca es cada vez más compleja, y así lo ratifican las cifras. Según el informe de la Food and Agriculture Organization (FAO) para Chile, las capturas totales (incluyendo pesca artesanal e industrial) se redujeron desde 4,3 millones de toneladas en 2005, hasta cerca de 2,0 millones de toneladas en 2021. En tanto, el reporte “Estado de la situación de las principales pesquerías chilenas, 2022”, realizado por la Subsecretaria de Pesca y Acuicultura (Subpesca), alertó que, de las 28 pesquerías informadas, 29% se encuentran sobreexplotadas y 28% agotadas.
Claramente hay una crisis de los recursos marinos que vivencian los pescadores en su día a día, y que repercute en la disponibilidad y en el precio tanto en el mercado nacional como en el internacional, dado que son productos apetecidos fuera de nuestras fronteras. A eso se suma el cambio climático, que ha hecho lo suyo con el incremento de las marejadas y de otros fenómenos cuyo impacto todavía se está analizando.
Sin embargo, es la pesca ilegal no declarada y no reglamentada la principal responsable de la merma por sobreexplotación, tanto a nivel artesanal como industrial y esto perjudica finalmente a quienes desarrollan la actividad respetando la normativa, pues deben enfrentar cuotas más restrictivas y continuas vedas para la recuperación del recurso. Dada su clandestinidad es difícil estimar su volumen, pero en el caso de la emblemática merluza, la World Wildlife Fund Chile (WWF) calcula que el desembarque ilícito puede llegar a representar hasta 4,5 veces la cuota legal en ciertas regiones.
Como Caletas Sustentables —una iniciativa de Fundación Chile surgida en 2019— hemos observado de cerca la desazón de los pescadores que sufren las consecuencias de la sobre extracción y de la competencia de estos productos ilegales, sin que haya una diferenciación a ojos del consumidor. A ello se suma la poca penetración esperada del “Sello Azul”, la acreditación de Sernapesca destinada a reconocer aquellos locales comerciales que venden recursos marinos de origen legal.
En ese sentido, reactivar los sistemas de acreditación con herramientas de marketing para los productos legales y educar al consumidor para que pueda distinguir pescados y moluscos bajo la talla mínima de extracción, por ejemplo, permitiría generar esa necesaria distinción a nivel de mercados.
Desde Caletas Sustentables apoyamos a las comunidades costeras comprometidas con el resguardo de su ecosistema y el uso sostenible de sus recursos, y respaldamos proyectos que permitan conservar la diversidad biológica y garantizar la actividad pesquera a las generaciones presentes y futuras. Tenemos el convencimiento de que la pesca responsable es parte de una cadena virtuosa, cuyo eslabón final es la seguridad alimentaria, la nutrición saludable y la llegada a la mesa de nuestros reconocidos productos del mar. ¡Feliz Día Mundial de la Pesca, legal y responsable!