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La evolución del valor de la empresa responsable
Jue, 18/03/2021 - 13:34

Nicolás Goldstein Perahia

Nicolas Golstein de Accenture
Nicolás Goldstein Perahia

Presidente Ejecutivo de Accenture Hispanoamérica

Hace apenas unos años, la inversión de las organizaciones en aspectos de ética, social y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés) −o responsabilidad empresarial− se centraba mucho en cuestiones de sostenibilidad; y más concretamente en el medio ambiente. Los inversores exigían que las compañías redujeran los residuos y su huella de carbono. Y muchas lo han hecho.

Pero la lente a través de la cual los inversores ven el liderazgo corporativo responsable se ha ido ampliando. Los inversores actuales se centran cada vez más en la ética y la gobernanza, teniendo en cuenta las políticas de una empresa en materia de diversidad y remuneración, su impacto en las comunidades locales y regionales, e incluso su propósito. Las empresas que no se ajustan a estos criterios se descartan o se evitan. Otros stakeholders, como la fuerza laboral, las comunidades, los gobiernos, los reguladores y las terceras partes independientes, también están sopesando el liderazgo de las organizaciones, buscando pruebas de responsabilidad en una gama igualmente amplia de factores. Cualquier ausencia en ese aspecto se considera un riesgo.

Esto significa que las empresas están ahora no solo bajo la presión de proporcionar inversiones ESG adecuadas y de confianza para sus clientes, sino también de estar a la altura de los valores ESG y demostrar ellos mismos los principios de liderazgo responsable.

El año pasado, la agencia internacional de calificación Moody's calculó una deuda de US$ 78 billones y estimó que US$  billones estaban expuestos a lo que denomina "riesgos sociales", como la desigualdad de ingresos, el escaso acceso a los servicios esenciales, la violencia y la delincuencia. Esto es interesante porque la inclusión de los riesgos sociales por parte de Moody's en su evaluación de una empresa podría repercutir en su calificación, lo que afecta al costo y al acceso al capital y, por tanto, a la rentabilidad y al crecimiento. Esto, a su vez, impacta en las valoraciones.

Varios gobiernos y reguladores también están promoviendo el liderazgo responsable. La Unión Europea, por ejemplo, ha estado trabajando en reglamentos y marcos, diseñados para ayudar a los inversores a acceder a información fiable y comparable que les ayude en su toma de decisiones. El objetivo es canalizar la inversión de forma más eficaz hacia las empresas que son realmente sostenibles. Esto, según la UE, le ayudaría a cumplir sus compromisos tanto con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas como con el Acuerdo de París para mantener el calentamiento global en un máximo de 1,5 °C. Se espera que las organizaciones que puedan demostrar su cumplimiento mantengan el más amplio acceso a la inversión; no hacerlo podría restringir ese acceso. El incumplimiento también puede acarrear multas y daños a la reputación, todo lo cual socava el valor.

Los empleados también desempeñan un papel cada vez más importante a la hora de abogar por un liderazgo responsable y denunciar su ausencia. Las empresas que trabajan en áreas con escasez de personal calificado, como los principales actores tecnológicos que necesitan científicos de datos e ingenieros de software de alto nivel, son especialmente vulnerables a este tipo de presión. Pero todos los empleadores deberían salvaguardar su reputación o enfrentarse al riesgo de tener más dificultades para retener y contratar a los mejores talentos, lo que también afectaría a la innovación, el crecimiento y el valor. Otro grupo que ejerce un poder real son los clientes, por supuesto, que votan con su cartera. Aunque quieren comprar a compañías responsables, cada vez están más dispuestos a invertir en una gestión responsable.

La pandemia se ha transformado en una oportunidad única para impulsar un mundo de los negocios más responsable y todos los actores de la sociedad lo demandan. No dejemos pasar la oportunidad.