Las últimas lluvias en el centro y sur del Chile, y sus lamentables consecuencias, han dejado una lección de realidad: el cambio climático no es cosa del futuro, ya está aquí. Y está aquí como también los cambios sociales, las nuevas demandas y con ello un sinfín de nuevos riesgos que están provocando más de un dolor de cabeza en los chilenos y en diversos sectores productivos tales como el forestal, transporte agricultura, turismo y por cierto, al asegurador.
Nuevos riesgos nos están forzando a un mayor despliegue de recursos y junto a ello, mayores desafíos para mantener primas y coberturas en un nivel de respuesta que permitan seguir entregando soluciones a quienes hoy más lo necesitan.
Es por ello que poner el pie en el acelerador de la transformación digital y en el uso de tecnologías como la Inteligencia Artificial (IA), asoman como indispensables para responder a la altura de las necesidades y así resolver de buena manera la encrucijada de cómo ofrecer coberturas adecuadas y accesibles a los clientes que operan en zonas de alto riesgo.
Las ventajas de su uso son variadas y van desde mejorar la gestión hasta optimizar la rentabilidad del negocio. Ello, gracias a la capacidad que posee la IA para analizar gran cantidad de datos, tanto internos como externos, y que permite extraer patrones, tendencias y predicciones que nos ayudan a tomar mejores decisiones.
Otro beneficio está en la tarea de selección y segmentación de riesgos, que permitiría, por ejemplo, ajustar las primas y las condiciones de las pólizas según el perfil y el comportamiento de cada cliente. Así, se puede ofrecer una mayor personalización y flexibilidad a la hora de la protección.
La IA también es capaz de contribuir en las tareas de notificación y gestión de siniestros, reduciendo los tiempos de espera y los costos operativos. Mediante el uso de asistentes virtuales, chatbots o aplicaciones móviles, se puede agilizar la comunicación con los clientes, resolver sus consultas y solicitarles la información necesaria para tramitar sus reclamos. Además, se puede detectar posibles fraudes o anomalías, mediante el cruce de datos y el análisis de imágenes o documentos.
Pero eso no es todo, el procesamiento de grandes cantidades de datos y el aprendizaje continuo que nos provee esta tecnología, puede contribuir a desarrollar nuevos productos y servicios, adaptados a las necesidades cada vez más cambiantes del mercado. Por ejemplo, se pueden crear seguros, que se activen automáticamente cuando se produce un evento predefinido, como un incendio o un atentado.
En definitiva, la inteligencia artificial es una herramienta poderosa que debemos considerar para enfrentar los nuevos riesgos que plantea la realidad del país. Por tanto, para seguir fieles a nuestro espíritu de cooperación, de aliado estratégico en aquellos momentos complejos de la vida, las aseguradoras tenemos que actuar con “Inteligencia” -en este caso artificial-, para mantener nuestra operación rentable y por, sobre todo, para ofrecer seguros de calidad, competitivos y confiables.