"¿Por qué no podemos comerciar con nuestra moneda? ¿Quién decidió que tenía que ser el dólar (la moneda de intercambio para el comercio con China)? Necesitamos tener una moneda que haga que los países se sientan en una situación un poco más cómoda, porque actualmente un país tiene que correr detrás del dólar para exportar", dijo el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en su visita a China.
Sus declaraciones representaron un importante mensaje acerca de cómo Brasil y China están atentos y unidos en la construcción de un mundo multipolar basado en la cooperación de ganar-ganar y el respeto mutuo, una muy diferente de la que propone Estados Unidos, que tiene como objetivo crear pequeños círculos y aislar a ciertos países.
Históricamente, la política exterior brasileña ha servido a los intereses de desarrollo de Brasil al buscar oportunidades de cooperación internacional que ayuden al país sudamericano a lograr sus objetivos internos y promover el desarrollo. Y esto no es diferente para el nuevo Gobierno de Lula, quien también ha buscado restaurar los lazos internacionales que se quebraron durante la Administración anterior. En otras palabras, Lula busca mostrar que Brasil está de vuelta en el mundo.
En Argentina, el mandatario brasileño señaló su compromiso de reforzar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y el Mercosur. En Estados Unidos, trató de reanudar el diálogo que estaba paralizado. Todos estos viajes, hasta entonces, fueron más bien simbólicos y no ofrecieron a Brasil ningún beneficio práctico para acrecentar su porción del "pastel" de beneficios mutuos para la profundización de la cooperación y el desarrollo conjunto.
El viaje de Lula a China, sin embargo, ya puede considerarse el más importante de sus primeros viajes internacionales hasta el momento, y llevó las relaciones entre China y Brasil a un nivel superior.
A juicio de Brasil, la diversificación de la relación bilateral con China más allá del comercio y las exportaciones de carne, mineral de hierro y soja se consideran ingredientes necesarios para contribuir a "hacer el pastel más grande" y "repartirlo mejor" a la hora del desarrollo brasileño.
El modelo de cooperación "Norte-Sur" ha beneficiado históricamente a las grandes potencias, desde Europa durante la colonización de Brasil, hasta las más recientes relaciones con Estados Unidos, generando lo que en relaciones internacionales se conoce como "ganancias absolutas" para los países más fuertes, con la obtención de la porción más grande del pastel, y las "ganancias relativas" para Brasil, con los pedazos más pequeños.
En la visita de Lula a China, sin embargo, se firmaron 15 acuerdos sobre la cooperación y el desarrollo mutuo en varios sectores, como innovación tecnológica, tecnologías de la información y la comunicación, exploración espacial, cultura, turismo, deportes, agricultura y seguridad alimentaria, salud, construcción urbana, entre otros.
Estos acuerdos representan el claro objetivo de ambos países de profundizar la asociación estratégica integral, buscar formas de cooperación más allá del comercio y beneficios compartidos pero, sobre todo explorar vías para promover una mayor complementariedad entre la política exterior y los objetivos nacionales de cada país.
Por ejemplo, Lula y el presidente chino, Xi Jinping, entienden que gobernar implica la importante misión de llevar bienestar social a sus países, donde el hambre y la pobreza son inaceptables. Ambos líderes cuentan con experiencia e importantes logros en este sentido. En sus mandatos anteriores, Lula sacó a Brasil del Mapa del Hambre y la Pobreza de la FAO y Xi logró el primer objetivo centenario de construir una sociedad modestamente acomodada en todos los sentidos.
En este marco, se anunciaron iniciativas de colaboración, encaminadas a aumentar la productividad y la sostenibilidad agrícola. Es probable que los resultados de estas iniciativas beneficien a los sectores agrícolas de ambos países, promoviendo la innovación, aumentando la eficiencia y garantizando la seguridad alimentaria.
Se debe dar un énfasis importante al acuerdo sobre la lucha contra el hambre y la pobreza. La experiencia de Lula y Xi tendrá mucho que aportar más allá de la relación bilateral, donde Brasil y China pueden trabajar juntos para desarrollar una alianza global contra el hambre y la pobreza extrema en el marco del G20, BRICS y BASIC.
Otro elemento que fortalece el nexo bilateral chino-brasileño más allá de las materias primas es la tecnología y la innovación. China y Brasil tienen una sólida historia de cooperación en ciencia y tecnología, que se reforzó durante la visita de Lula. Se discutieron varios acuerdos importantes y proyectos conjuntos, centrados en la innovación tecnológica, las tecnologías de la información y la comunicación y la exploración espacial.
Estos avances en la cooperación científica y tecnológica no solo beneficiarán a Brasil y China, sino que también contribuirán al progreso global en varios sectores. Un buen ejemplo en este campo es la firma de un acuerdo para que los países construyan y coordinen juntos un nuevo satélite. Se prevé que el nuevo satélite CBERS-6 sea lanzado en 2028 y cada país deberá invertir 50 millones de dólares.
China y Brasil también firmaron acuerdos sobre salud y construcción urbana, reconociendo la importancia de estas áreas para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Además, los dos países decidieron iniciar un diálogo interdepartamental sobre desarrollo internacional y cooperación humanitaria, con el potencial de mejorar el entendimiento mutuo y coordinar sus posiciones en foros multilaterales.
China y Brasil llevan mucho tiempo comprometidos con el fortalecimiento de la cooperación multilateral con acciones concretas. En el marco de los BRICS, ambos han sido testigos de un gran progreso, y durante la visita de Lula allanaron el camino para el asentamiento del yuan como alternativa al dólar. Esta es una iniciativa importante, teniendo en cuenta que las instituciones occidentales alrededor del sistema de Bretton Woods, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, históricamente han descuidado y restringido el acceso a inversiones de países emergentes que son altamente vulnerables a la hegemonía del dólar, dentro de una lógica de cooperación cerrada y restringida para privilegiar a un pequeño grupo de países desarrollados.
A diferencia de Estados Unidos, que a modo de ejemplo favoreció a Europa con el Plan Marshall, descuidando el desarrollo de América Latina a lo largo de la historia, China y Brasil decidieron establecer un diálogo sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Según el punto 13 de la declaración conjunta al final de la visita, queda explícito que los diálogos sobre la Franja y la Ruta no se restringirán únicamente a la relación bilateral. Haciendo uso de plataformas como el Foro China-CELAC, Brasil y China podrán crear un modelo de cooperación donde la propuesta de China pueda aumentar la complementariedad de las iniciativas de integración regional latinoamericana.
En resumen, cabe señalar que en los últimos 12 años Brasil ha sufrido uno de los procesos de autosabotaje más intensos en su crecimiento. El país volvió a tener millones de brasileños viviendo en extrema pobreza, además de haber bajado del sexto al 12º puesto en el ranking de economías mundiales. La visita de Lula a China representa un momento crucial para superar estos desafíos y una nueva esperanza para hacer crecer el pastel de cooperación.
Los resultados de la visita demuestran que China está interesada en ayudar a Brasil a superar sus problemas de desarrollo de manera complementaria, lejos de estar interesada solo en materias primas y recursos naturales.