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Las diferencias entre Taiwán y Ucrania
Lun, 11/04/2022 - 08:43

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Días después de la invasión rusa de Ucrania, una incursión aérea china en la zona de identificación de defensa aérea de Taiwán provocó preocupaciones infundadas. De un lado, la zona en cuestión es más extensa que el espacio aéreo taiwanés. De otro, esas incursiones no son inusuales: desde que se creó la zona en cuestión, han ocurrido más de 900 veces.

Por lo demás, esa comparación ignora que, salvando la coyuntura actual, Taiwán es más importante para los Estados Unidos que Ucrania. Por ejemplo, mientras Taiwán es el noveno socio comercial de ese país, en ese listado Ucrania ocupa el puesto 67. La principal empresa productora de semiconductores en el mundo es taiwanesa, y sus productos cumplen un papel crucial en las cadenas internacionales de suministros. En el plano de la seguridad, Taiwán es parte de la primera de las dos cadenas de islas a las que apelaría Estados Unidos en la eventualidad de que busque contener el poderío naval de China. En cambio, en el hipotético (y negado) caso de que Ucrania llegase a ingresar a la OTAN, sería sólo uno de cinco integrantes de la alianza que tienen fronteras con Rusia (Polonia y Lituania las tienen con el enclave ruso de Kaliningrado). De otro lado, las fronteras que Letonia y Estonia mantiene con Rusia están más cerca de Moscú que la frontera entre Rusia y Ucrania.

Cuando decidió establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China, Estados Unidos adoptó frente a Taiwán lo que denominó una política de “ambigüedad estratégica”. En ese contexto, el término “ambigüedad” dista de ser un eufemismo, como demuestran estas citas: “Estados Unidos reconoce que todos los chinos en ambos lados del estrecho de Taiwán sostienen que sólo existe una China y que Taiwán es parte de China”, pero aclara de inmediato que “no hemos aceptado tomar una posición en torno a la soberanía sobre Taiwán”.

En el plano de la seguridad, esa ambigüedad estratégica está contenida en el Acta de Relaciones con Taiwán de 1979, que afirma el compromiso de los Estados Unidos de “asistir a Taiwán en el mantenimiento de su capacidad de autodefensa”. Pero no se compromete de manera explícita a intervenir militarmente para contribuir a esa defensa. Tan sólo afirma que “cualquier esfuerzo por determinar el futuro de Taiwán por medios que no sean pacíficos […] será de gran preocupación para los Estados Unidos”.

La razón por la cual el gobierno estadounidense optó por esa estrategia no reviste mayor ambigüedad. De un lado, no quería que Taiwán emplease una garantía de seguridad como patente de corso para provocar a China. De otro, pretendía infundir en China el temor a que esa ambigüedad pudiese ser usada en su contra, como ocurrió durante las crisis en el estrecho de Taiwán en la década del 50 (en las que China subestimó el riesgo de una intervención estadounidense).

Pero, aun siendo ambiguo, existe un compromiso formal de los Estados Unidos con la seguridad de Taiwán: eso es más de lo que se puede decir sobre Ucrania. La conducta de la OTAN hacia ese país constituye un ejemplo de lo que los economistas denominan “incentivos perversos”. De un lado, en la Cumbre de Bucarest en abril de 2008, esa alianza le aseguró a Georgia y Ucrania que “se convertirán en miembros de la OTAN”: con esa decisión atizó temores de seguridad en Rusia que, siendo tal vez desproporcionados, no por ello fueron menos reales. De otro lado, 14 años después, aún no se había iniciado el proceso de admisión de esos países, y tampoco se les ofreció garantías de seguridad durante el período de transición hacia una eventual membresía.

No resulta por ello difícil de entender porqué todas las intervenciones militares de Rusia en Georgia y Ucrania se produjeron después de la Cumbre de Bucarest en 2008.

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