Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), las emisiones mundiales de dióxido de carbono relacionadas con la energía llegaron aún máximo histórico, aumentando a un 6% en 2021, hasta alcanzar los 36.300 millones de toneladas, asociado a la recuperación mundial de la economía que se recuperó con fuerza de la crisis de COVID-19 y dependió en gran medida del carbón para impulsar ese crecimiento. Recientemente Larry Fink, presidente y CEO de Blackrock, la mayor empresa de gestión de activos del mundo, encendió la alarma: ”El cambio climático se ha convertido en un factor decisivo en las proyecciones a largo plazo de las compañías. En septiembre pasado, cuando millones de personas salieron a las calles para protestar contra el cambio climático, muchos enfatizaron el impacto significativo y duradero que tendrá en el crecimiento económico y en la prosperidad –un riesgo que, a la fecha, los mercados han sido lentos en reflejar–. Pero la concientización está cambiando muy rápido, y yo creo que estamos al borde de un cambio estructural de las finanzas”.
¿Cómo pueden, entonces, las nuevas finanzas reflejar mejor el costo real del cambio climático y crear instrumentos acordes con esta misión? ¿Cómo avanzar hacia finanzas verdes?
La respuesta, creo, puede venir de dos lados complementarios y no excluyentes entre sí: la tokenización de activos y los datos de los procesos productivos.
La energía fluye hacia el planeta desde el sol; organismos vivos como las plantas capturan la energía del sol, convierten compuestos inorgánicos que asimilan (como el CO2) en compuestos orgánicos, transformándola en biomasa. Los sistemas económicos son similares: el dinero fluye de un agente económico a otro; los productos de una empresa sirven como insumos para otras empresas o para un consumidor final en una vasta red que procesa y hace circular energía, información y recursos por todo el planeta. Y nuestro bienestar y futuro dependen de la sostenibilidad de estas formas de vida o sistemas que creamos en torno a nuestras sociedades y economías. Es importante reconocer que la causa fundamental de muchos de nuestros problemas económicos sociales y medio se debe a que muchos de estos sistemas no generan equilibrios y ya no son sostenibles en su forma actual. Como dice Yuval Noha Harari : “Espero que al salir de esta crisis, seamos capaces de escuchar a los científicos especializados en el clima cuando nos advierten sobre lo que ocurre en el planeta”.
Desde una perspectiva medio ambiental, el calentamiento global ha mostrado que nuestro sistema productivo no ha sabido poner en valor el aporte que presta la naturaleza al desarrollo, sino más bien lo ha degradado. Por años los gobiernos han intentado avanzar en crear políticas públicas que reduzcan la emisión de dióxido de carbono y mecanismos de inversión de productos finales más sostenibles. Desafortunadamente, no logran su objetivo por dos motivos. El primero está asociado a la falta de datos de las emisiones a lo largo de la cadena de valor hasta el cliente final; y el segundo radica en que el sistema monetario tradicional utiliza una tasa de descuento que no es concordante con el impacto de las externalidades negativas del cambio climático.
Hoy existe la necesidad y la tecnología disponible para avanzar y desarrollar herramientas y activos innovadores nutridos por los datos con el objetivo de asegurar una correcta asignación de los recursos de inversión. Así, datos provenientes de la digitalización y automatización utilizando distintas tecnologías emergente (por ejemplo, blockchain, IoT, inteligencia artificial, machine learning) podrían facilitar la creación de scoring según el nivel de emisiones en todo el proceso.
El segundo desafío, relacionado con el horizonte de inversión de los proyectos verdes, tiene relación a las tasas de descuento asociada, en lo que no hay consenso absoluto. Responde a cuánto debo renunciar a mucho consumo hoy para reducir los daños climáticos en el futuro ¿Invierto hoy o debo esperar? También me ayuda a decidir qué estrategia de reducción debo emprender para obtener el mayor beneficio.
Lo cierto es que el economista William Nordhaus, ganador del Premio Nobel, propuso que el factor de descuento es de 5%. Mientras, otros economistas, como Lord Stern, propusieron una tasa de descuento de 1,4%. ¿Realmente hay una diferencia tan grande? Así es, no hay consenso. Si Nordhaus tuviera razón en el factor de descuento social correcto, significaría que el valor neto actual de los daños futuros del clima es de US$ 8 por tonelada de emisión de CO2. Dado este bajo coste, muy pocos o posiblemente ninguno de los actuales proyectos a gran escala para frenar las emisiones tendría sentido económico.
¿Por qué no mejor tener un sistema monetario que contrarreste las debilidades del sistema monetario tradicional en materia de sostenibilidad? Las nuevas tecnologías pueden ayudar a resolver la disonancia de horizontes de inversión asociada a la tasa de descuento de los activos verdes. Por ejemplo, a través del uso de blockchain, es posible tokenizar (digitalizar) activos naturales (stock) que tienen valor en cierto contexto o para determinada comunidad y generar sistemas monetarios complementarios. Alternativamente, se puede tokenizar servicios ecosistémicos (flujo) como una forma eficiente de introducir su valor económico e interactuar en un mercado global en un microsistema económico que tienen el mismo horizonte temporal. Esto facilitaría la realización de transacciones transparentes para financiar iniciativas, acciones de restauración, conservación, eficiencia energética y desarrollo territorial que incorpore una mirada integral, sostenible y en los plazos que estos activos y proyectos requieren, considerando una adecuada tasa de descuento. Al respecto, el economista Bernard Lietaer sugería que en este tipo de sistema de pago el valor de las unidades monetarias estuviese concebido de modo de disminuir en el tiempo a una tasa fija. Se desalentaría así la acumulación de moneda, por ejemplo con una "tasa de demora" representada por la tasa fija.
Estos sistemas de pago complementario de servicios ecosistémicos podría ser la unidad de cuenta de referencia de otros sistemas complementarios específicos, en función del tipo de ecosistema, como sucede en la naturaleza. Y para que funcione debiese haber algunos principios que aseguren un sistema sea sostenible. Algunos de estos principios son: que apoyen un bien público común; que todos los participantes salgan ganando; que la distribución del valor sea de acuerdo a su aporte en la cadena; que exista transparencia de las cuentas y de los mecanismos para todos los participantes; que exista una gobernanza democrática por parte de sus usuarios; que sea un sistema descentralizado en que se colabore con otros proyectos; y, por supuesto, que exista circulación garantizada de la moneda.
Es evidente que el sistema financiero tradicional ha tenido un gran rol en el desarrollo de la tecnología y la economía pra el desarrollo de las revoluciones industriales, pero no así con la sostenibilidad del planeta…. Y como decía Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Este es el momento de innovar y utilizar las tecnologías disponibles para crear nuevas clases de activos que representen el verdadero valor presente de nuestros recursos naturales y de las iniciativas que buscan restaurar su equilibrio.