La Amazonía ha perdido 85 millones de hectáreas (850.000 millones de km²) hasta 2021, según el proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina. La deforestación de la zona entre mediados de 2018 y 2019 aumentó un 30% en su variación interanual. Se arrasaron 980.000 hectáreas y casi de forma inmediata aparecieron los efectos secundarios: "nestra casa se está incendiando. El pulmón que produce el 20% del oxígeno del planeta está en llamas", afirmó Emmanuel Macron, presidente de Francia.
¿Por qué esto es un problema? Porque son los bosques, tierras y océanos los que cuentan con capacidad de absorción de carbono, evitan que éste quede atrapado en la atmósfera y ocasione aumentos en la temperatura incompatibles con la vida como la conocemos. Actualmente, la actividad humana introduce más dióxido de carbono en la atmósfera del que los ecosistemas (incluso en su mayor conservación) pueden absorber. Según un reciente informe de la NASA, grandes economías como China, Estados Unidos, Rusia e India emiten más gases de efecto invernadero de los que capturan; siendo ese también el caso de países como Brasil, pese a contar con este bosque tropical en gran parte de su territorio.
Siguiendo lo planteado en el Informe de Tecnología e Innovación de las Naciones Unidas de 2023, es crucial que las regiones con economías en desarrollo aprovechen el aumento en la productividad generado por la revolución tecnológica actual, para acelerar su crecimiento económico, pero sin poner en riesgo la sostenibilidad y productividad de las generaciones futuras.
En Latinoamérica y el Caribe se concentra alrededor del 60% de la vida terrestre y marina, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP). Es decir, más de la mitad de las especies del mundo. El Amazonas, la Patagonia y la biodiversidad, muestran que las condiciones naturales de la región son únicas en el mundo.
Tomando en consideración el panorama global, preservar y aprovechar el potencial natural que tiene la región en la descarbonización de la economía mundial puede, no solo ser una decisión indispensable para un futuro (y presente) sostenible, sino un aspecto clave para el desarrollo de los negocios y la economía latinoamericana.
¿Cómo se puede llevar a cabo? La colaboración de los diferentes sectores es indispensable. Los tres motores que empujan al cambio vendrán del lado de las regulaciones, la demanda y la innovación, que deben estar alineados.
En cuanto a las regulaciones, a modo de ejemplo, según la Agencia Internacional de Energía, con las tecnologías actuales solo se puede cubrir el 25% de las metas establecidas en relación al cambio climático. Por lo tanto, Estados Unidos, como parte de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) y mediante incentivos fiscales, decidió destinar US$ 90.000 millones del presupuesto a proyectos de desarrollo en tecnologías limpias.
En Latinoamérica, aún no abundan las políticas enfocadas en ese aspecto. Según el Observatorio de Recuperación Global, perteneciente a la Universidad de Oxford, para la recuperación del COVID-19, los países de América Latina y el Caribe destinaron US$ 7.400 millones en sectores no sostenibles y solo US$ 1.500 millones en propuestas sostenibles. Gran parte de los gastos se destinaron a infraestructura para fuentes de energía fósil, infraestructura portuaria y aeroportuaria, lo que lleva a un aumento de emisiones de carbono, según el mismo informe. Sin embargo, se ha visto tendencias a incentivos regulatorios más sostenibles que se introducen con el pasar de los años.
Por otro lado, América Latina recibe solamente el 4% de las inversiones sustentables del mundo, a pesar del amplio potencial con el que cuenta. En este contexto, el Capital Privado debe cumplir el rol de acercar financiamiento a aquellas propuestas de valor que acompañen el verdadero impacto ambiental y crecimiento económico de la región. En los próximos años toda empresa deberá ser sostenible, y América Latina cuenta con la oportunidad de aprovechar la innovación para abarcar desde la raíz los vacíos institucionales y mercados desatendidos de la región.
La problemática radica en que se están abordando únicamente situaciones inmediatas comprometiendo las circunstancias de vida en el futuro a mediano y largo plazo. Debemos, paulatinamente, dirigir nuestros esfuerzos hacia soluciones que no sólo resuelvan los obstáculos actuales, sino que también mitiguen los riesgos económicos y ambientales futuros, habilitando mayor crecimiento y desarrollo en la región.
La cooperación del sector público y las iniciativas privadas será fundamental para impulsar la innovación y así acelerar la agenda climática. Latinoamérica dispone de condiciones naturales para tener un rol fundamental en la descarbonización del planeta. Mientras en el mundo la economía empieza a incluir una perspectiva sustentable, el desafío es aprovechar la oportunidad y beneficiarse en partida doble: preservar el ambiente y atraer nuevos fondos a la región.