Los inversionistas vamos a tener que acostumbrarnos a un nemónico que seguirá acaparando cada vez más presencia en los distintos reportes de mercado, y seguirá atrayendo importantes flujos de dinero: “ESG”. Cuando hablamos de ESG, nos referimos a los factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo, que los administradores de fondos cada vez consideran más en sus procesos de evaluación de las compañías en donde invertirán. Estos criterios forman la base de lo que conocemos como un enfoque de inversión responsable, y que nos ayudará a gestionar de mejor manera distintos tipos de riesgos que normalmente no identificamos en los estados financieros de las compañías.
Los factores medioambientales incluyen el impacto que una inversión puede tener en los recursos naturales, como el agua, o en los niveles de contaminación al desarrollar sus actividades. Los aspectos sociales pueden abarcar aspectos tan amplios que van desde temas sensibles como la trata de personas, la explotación laboral, la equidad de género o la discriminación, hasta los derechos de los consumidores o la seguridad y salud en el trabajo. El análisis del gobierno corporativo evaluará la gestión de la empresa en temas como la independencia de su consejo administrativo, sus políticas contables y remunerativas, la claridad e integridad de la información y la equidad en el trato hacia los inversionistas.
La idea de una inversión con enfoque en factores ESG es generar valor a largo plazo, a través del apoyo a aquellos negocios que sean beneficiosos para el desarrollo de la sociedad en su conjunto. Para ello, necesitamos poder cuantificar o calificar el comportamiento de una organización en estos aspectos claves. Hoy mismo, ya casi todos los grandes inversionistas institucionales tienen analistas especializados en ESG, que cubren la implementación de estos criterios en las políticas de inversiones de los fondos. Y también tenemos agencias de rating, como RobecoSAM o MSCI, que ponen calificaciones a las compañías sobre estos aspectos claves. Incluso hay distintos índices de sostenibilidad, como el Dow Jones Sustainability Index o el MSCI World, que agrupan a aquellas corporaciones que tienen mejores prácticas en esta materia.
Cada vez es más evidente que los ingresos y las utilidades de las compañías no tienen por qué estar reñidos con el propósito fundamental de las mismas, y el aporte que deben de dar al bienestar de la sociedad. Todo lo contrario, tienen que ser vinculantes. La sociedad, la opinión pública, los entes supervisores, y los propios gobiernos son cada vez más enfáticos en la exigencia de conductas responsables, y no hay espacio para trascender en el tiempo si no son implementadas.
La sostenibilidad de los negocios pasa necesariamente por acá, y el mercado ya está actuando en esta dirección: sólo en 2019, los fondos que incorporan criterios ESG en sus procesos de selección, atrajeron US$ 20.600 millones de nueva inversión, casi cuatro veces más que en 2018. Y según una encuesta de Morgan Stanley, el 85% de los inversionistas en todo el mundo expresaron su interés en las inversiones sostenibles, llegando a alcanzar el 95% en el caso de los millennials. Además, estos fondos han demostrado resiliencia, sobre todo en los momentos de mayor volatilidad en los mercados: en el primer trimestre de este año, marcado por el COVID-19, 24 de 26 índices de ESG tuvieron mejores retornos que los índices convencionales, de acuerdo a Morningstar.
En un mundo cada vez más conectado, donde la información fluye rápidamente a través de la web y las redes sociales, las empresas se ven mucho más expuestas que antes. Por ello, resulta crítica la incorporación de los factores ESG en todos sus procesos. No hacerlo es arriesgarte a que el posicionamiento de tu marca y la reputación de la firma se vean dañadas ante la sociedad. Los consumidores e inversionistas tenemos el poder, y también la responsabilidad, de premiar con nuestra elección a aquellas organizaciones que se preocupan por mejorar sus prácticas ambientales, sociales y corporativas, contribuyendo así al bienestar de la sociedad en su conjunto. La sostenibilidad y el logro del bien común depende de todos nosotros.