Los fondos soberanos están, lamentablemente, de moda. La crisis sanitaria y económica que ha provocado la pandemia del COVID-19 ha activado a los fondos soberanos. Estos instrumentos de inversión en manos de los gobiernos de, al menos, 65 países en todo el mundo se establecen con objetivos diversos. Estos nacen para acumular y transformar la riqueza del subsuelo en riqueza financiera a largo plazo; contrarrestar el efecto negativo de la volatilidad del precio de esos mismos recursos naturales o se dedican a invertir directamente en sectores productivos del país o tratan de iniciar nuevos sectores con inversiones “estratégicas”. En otros casos, tienen como misión salvaguardar la estabilidad de la moneda nacional. En definitiva, las misiones pueden ser múltiples, pero en todas ellas subyace un objetivo común: servir de estabilización macroeconómica. Y, hoy en día, en muchas economías del mundo, también en América Latina, la situación está bien alejada de cualquier forma de estabilidad. Desde el Sovereign Wealth Research del Center for the Governance of Change de IE University llevamos desde la anterior crisis financiera global investigando a estos vehículos de inversión. Como veremos a continuación, su papel estabilizador hoy se necesita más que nunca en una región duramente castigada por el virus.
En América Latina, en marzo de 2020, había 10 fondos soberanos, valorados en casi US$ 40.000 millones. Algunos de estos fondos, sin embargo, mantienen niveles de actividad, tamaño o transparencia tan bajos, que resulta muy complicado realizar análisis de calado. Así, el fondo de Venezuela ofrece nula información pública mientras el fondo en Surinam se encuentra aún en fase de creación.
Por su parte, la región da la bienvenida en estos tiempos convulsos a un nuevo fondo en activo: el Natural Resource Fund de Guyana, establecido en enero de 2019, recibía en febrero de 2020 sus primeros recursos. Hay grandes esperanzas depositadas en el desarrollo de este fondo y en el potencial impacto estabilizador del mismo, siempre que logre una estabilidad institucional que hoy se antoja complicada, aunque no imposible. En las aguas de Guyana se ha descubierto más petróleo que en ningún otro lugar del planeta: sus reservas posicionan al país en el top 20 mundial y se cree que puede ser un país productor en el top 25, más importante que India, en tan solo cinco años. Cabe mencionar que Guyana tiene 765.000 habitantes y que el FMI pronosticaba un crecimiento del PIB para este 2020 del 86%, que después corrigió al 57% por efecto del virus.
Sin embargo, las noticias alegres acaban aquí. El impacto del virus en la región está siendo muy alto. Según las cifras del Center for Systems Science and Engineering (CSSE) de la Universidad Johns Hopkins, de los 15 países con más fallecidos por COVID-19, cinco son latinoamericanos: Brasil, México, Perú, Colombia y Chile. Todos estos países han tenido (Brasil liquidó su fondo hace años, en circunstancias muy poco claras) o tienen un fondo soberano en activo.
Vamos por partes: México cuenta con un vehículo rediseñado en diciembre de 2018 encargado de gestionar a largo plazo los ingresos petroleros. Su tamaño alcanza hoy US$ 1.086 millones. De aprobarse los primeros retiros, estos podrían dedicarse a la inversión en infraestructura, el desarrollo regional de la industria, e incluso a la formación de capital humano a través de becas en universidades, tal como recoge la ley que creó el fondo. Esta misma ley también detalla que el fondo recibirá nuevos recursos para su reserva solo si los ingresos petroleros son superiores al 4,7% del PIB nacional. Sin embargo, el precio del barril (alrededor de US$ 49) ha estado por debajo de esa cifra desde el mes de febrero, llegando a precios negativos en el mes de abril. No se esperan aportaciones al fondo en este 2020 y habrá que esperar a una recuperación global y muchos años de gestión prudente y exigente, para que el rediseñado fondo petrolero en México tenga un papel estabilizador en el futuro.
En el caso de Perú, las cosas no pintan mucho mejor. Sin embargo, el uso de su fondo demuestra su utilidad en años complicados. Perú lleva una senda de crecimiento económico saludable desde hace casi 20 años. En la base de este crecimiento, una prudencia fiscal y monetaria excepcionales en la región. Así, el Fondo de Estabilización Fiscal, FEF, contaba a finales de 2019 con US$ 5.770 millones en activos. Aproximadamente un 2,5% del PIB nacional. Este colchón ha permitido lanzar un paquete de medidas fiscales muy ambicioso, de los más importantes de América Latina, ante las previsiones de una caída del PIB del 12% en 2020. El recurso al mecanismo amortiguador del FEF está siendo masivo. Tanto, que hoy en día, está próximo a agotarse, según las fuentes gubernamentales y Fitch Ratings. Eso sí, se agotará cumpliendo con su misión de servir de paraguas en los días de lluvia. Y, hoy, cae tormenta fuerte en el país.
En América Latina, hablar de fondos soberanos es hablar de Chile. Con sus dos fondos ligados al cobre, Chile contaba con activos soberanos por encima de US$ 24.300 millones a finales de 2019. En abril de este año, el gobierno ordenaba el retiro urgente de US$ 2.000 millones del Fondo de Estabilización Económica y Social para hacer frente a los efectos del covid-19. De nuevo, en junio, el acuerdo para un nuevo paquete de medidas valorado en US$ 12.000 millones prevé retiros adicionales que podrían alcanzar US$ 10.000 millones. De nuevo, los fondos soberanos acudiendo al rescate de las finanzas públicas golpeadas por la crisis.
Por último, cabe hablar de Panamá, Colombia y Trinidad y Tobago. Con su entrada reciente en el club de los fondos soberanos (IFSWF, por sus siglas en inglés), el Fondo de Ahorro de Panamá, aprobaba en julio de 2020 la primera transferencia (US$ 85 millones, 5,6% del total de activos) del FAP al Tesoro Nacional, para apoyar programas de compra del Ministerio de Salud y para reforzar el denominado “fondo solidario de vivienda”. Es la primera aportación en situación de emergencia que realiza el FAP, desde su fundación en 2012, para cumplir con su misión de estabilización.
En Colombia, por su parte, ya en marzo de 2020 se creaba un vehículo financiero de mitigación de emergencias, financiado en forma de préstamo con recursos del Fondo de Ahorro y Estabilización. En concreto, el 82% del nuevo fondo se nutre con el FAE, que verá mermada su capacidad temporalmente, a la espera de recibir el capital prestado y los intereses devengados. Trinidad y Tobago, por otro lado, también ha recurrido a su Heritage and Stabilization Fund, el tercer fondo más grande de la región, para contrarrestar los efectos de la crisis con la inyección de US$ 600 millones.
Como vemos, los fondos soberanos en América Latina, y en todo el mundo, están siendo utilizados por los gobiernos de turno como un mecanismo extrapresupuestario para apoyar a las economías a salir de esta crisis histórica. En total, se prevé que los fondos soberanos de América Latina inyecten cerca de US$ 20.000 millones en la región. Sólo la esperada recuperación sanitaria y económica servirá para determinar si el uso que se hace hoy de estos instrumentos de largo plazo es acertado. Esperemos que así sea, por el bien de tanta gente.