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Los primeros 100 días de Francisco Sagasti
Mié, 24/02/2021 - 17:31

Manuel Carpio-Rivero D’Angelo

Los primeros 100 días de Francisco Sagasti
Manuel Carpio-Rivero D’Angelo

Profesor de Pacífico Business School

Es ciertamente desafiante y hasta atrevido realizar una evaluación sobre los primeros 100 días del presidente peruano, Francisco Sagasti, dentro de un contexto de crisis política, social, económica y de salubridad que el Perú, y el mundo, no atravesaban desde hace muchos años (de hecho, más de un siglo). Mientras preparaba el ambiente para empezar a escribir este resumido artículo, me jaló la mirada: mi eterno compañero, Miguel de Cervantes y su libro Don Quijote de la Mancha. Cuando necesito algunas explicaciones recurro al “Caballero Andante de la Triste Figura”. Esta vez no será la excepción.

Francisco Sagasti llegó a la presidencia del Perú, como Alonso Quijano a ser Don Quijote: en menos de ocho días y sin saberlo, sin quererlo (esto último es una premisa); y de pronto se vio luchando contra la pandemia. Sin embargo, Sancho Panza, fiel escudero de Don Quijote pareciera que está mejor equipado que los asesores del presidente Sagasti.

Como Don Quijote enamorando a su Dulcinea del Toboso, el presidente Sagasti intentó hacer lo propio con los peruanos y peruanas que, escapando del horror político generado por protestas civiles y cambio de presidente, lo escuchaban aliviados y algo esperanzados creo, durante su primer discurso a la nación. 

Sin embargo, Sagasti poco ha podido hacer en sus primeros 100 días como Quijote del Perú. La respuesta a la crisis generada por el COVID-19, y mal gestionada por el expresidente Martín Vizcarra, no termina de ser la acertada. Perú está, nuevamente, confinado, algo que ya vimos que no funcionó en el pasado; la curva de los contagios aumenta considerablemente, las vacunas tardaron en llegar y aún son insuficientes; el proceso de vacunación es lento, con una economía cada vez más deteriorada y la tasa de desempleo supera largamente el 10%. En el frente político la inestabilidad aumenta ad portas de unas elecciones presidenciales inciertas y de escándalos políticos que parecieran sacados de una novela de ficción. Finalmente, el país es cada vez más inseguro.

Ante estos desafíos, el país necesita un cambio de rumbo, una estrategia diferente, necesitamos una mirada más aguda y un liderazgo firme. Los problemas que azotan al país son muy graves y complejos a la vez, no pueden seguir siendo afrontados de forma tibia o dubitativa.

La respuesta logística ha sido tardía, porque debimos asegurar la llegada de las vacunas con mayor anticipación. El Gobierno peruano fue lento en su reacción, y más lento aún en la planificación. Debemos comprender que la logística humanitaria y de respuesta a una crisis no puede estar sujeta a la disponibilidad de los vuelos comerciales.

Asimismo, es necesario que el Gobierno peruano se apoye con mayor confianza en el sector privado, está demostrado que el Estado no tiene ni tendrá los recursos y capacidad de gestión para afrontar de forma solitaria la titánica tarea de vacunar a más de 33 millones de habitantes en un plazo muy corto.

Actualmente, el ritmo de vacunación en Perú es de 12.000 dosis diarias aproximadamente. A ese ritmo nos vamos a demorar más de dos años en vacunar a todo el país. Para poner un ejemplo cercano, Chile ha logrado vacunar en un solo día a 270.000 personas. ¿Cómo lo hizo? Usando todos los recursos disponibles, privados y del Estado de forma colaborativa. Se habilitaron estadios, colegios, universidades, como centros de vacunación; así como odontólogos y matronas se sumaron al gran esfuerzo. Aplicaron una estrategia integral para la distribución y logística, y una estrategia diversificada en la compra de las vacunas.

El presidente Sagasti debe de comprender que una crisis no se gestiona detrás de un escritorio. Necesitamos un líder visible, que esté cerca a las necesidades, para así poder entenderlas y facilitar los recursos que hagan falta. Necesita de un equipo competente e íntegro que lo ayude a identificar las limitaciones y cuellos de botella.

Hoy, Sagasti tiene esa obligación y deber moral con todos los peruanos. “¿Y si tiene miedo?”, me han preguntado algunos; la respuesta a esa pregunta la responde Don Quijote de la Mancha a Sancho Panza: “El miedo que tienes, te hace Sancho, que ni veas ni oyas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda”.