Además de la expectativa electoral de este año en Colombia, que ya es un hecho para ponerse alerta, hemos iniciado el año 2018 con variadas noticias económicas que afectarán el mercado y en general el desarrollo del país, en forma positiva y/o negativa, dependiendo de la actividad económica en la cual el empresario y el consumidor están involucrados.
El incremento de los precios del petróleo, ocurrido a en estos primeros días de enero, modifica de forma importante las cifras económicas del país, esencialmente en el ambiente minero energético, en su composición exportadora, en el flujo de inversiones extranjeras y en la valoración de nuestra peso frente al dólar. Existe, por tanto, una sonrisa en los círculos económicos del gobierno, porque cada dólar de aumento en el precio del barril de petróleo en los mercados internacionales, genera ingresos importantes para el gobierno hasta el punto que ya se habla de un aumento del PIB del 3% en el 2018, cuando hace menos de un mes nos íbamos a conformar con un 2,5%.
Este auge petrolero nos llevará a incrementar el interés en la exploración petrolera, en la inversión necesaria para realizarla, en la búsqueda de nuevos pozos, porque las reservas colombianas actuales tienen un horizonte muy cercano de cinco años, al final de los cuales dejaríamos de ser exportadores, para volvernos importadores del preciado líquido.
Sin embargo, el aumento de los precios del petróleo trae el efecto colateral de la revaluación de nuestro peso, volviendo más baratas las importaciones y disminuyendo el margen de ganancia para los exportadores, lo cual es muy preocupante en un país que apenas está iniciando el proceso de estabilizar sus mercados externos y consolidar clientes internacionales para incrementar las ventas de nuestras manufacturas y productos de la agroindustria. Mala noticia, por ejemplo, para los floricultores, a los cuales se les acerca el esperado día de San Valentin, en el cual las ventas de flores en EE.UU. tienen su pico más alto, pero desafortunadamente se van a encontrar con un dólar 5% más barato, lo que significa ese menor porcentaje en sus ingresos.
Buena noticia para importadores y compradores de autos, tecnología, maquinaria y materias primas, porque tendrán estos insumos más económicos y podrán ser más competitivos, así como para aquellos que tienen deudas en dólares que gozarán de una disminución en los intereses y en el costo de capital.
Mala noticia para los que ahorraron en dólares previendo un encarecimiento de esta divisa, pero muy buena noticia para los que piensan viajar al exterior en el futuro cercano.
Como podemos apreciar, "unas son de cal y otras son de arena", esperando, en resumen, que el país salga al final bien librado de esta nueva aventura económica.
Deseamos que el gobierno, esta vez sí, se preocupe de manejar la bonanza petrolera, ahorrando para las épocas difíciles, lo cual no va a ser fácil con un gobierno que está terminando su período. Solo me queda advertir que podemos fácilmente volver a contraer la llamada "enfermedad holandesa" (esta enfermedad repite) y caer en el descalabro que ya tuvimos en el 2015 y del cual apenas nos estamos recuperando.
Para el público en general, la noticia buena es que tendremos dólares más baratos y también vamos a tener gasolina más costosa. ¿Qué es mejor?