Una vez más nos sorprende (¿o ya nos dejamos de sorprender?) un nuevo atentado contra la democracia en uno de nuestros países vecinos. Esta vez fue el caso de Brasil donde seguidores del candidato perdedor Jair Bolsonaro se manifestaron de manera, no tan pacífica, contra la elección como presidente de Ignacio Lula Da Silva y contra la institucionalidad de esa nación.
Esto nos hizo recordar que dos años antes sucedía algo similar en Washington DC, con la irrupción al Capitolio, luego de que los seguidores de Donald Trump tampoco reconocieran el triunfo del actual presidente Joe Biden, atentando también contra la institucionalidad de Estados Unidos. Y creo que a más de algún latinoamericano se nos ocurrió pensar que si esto sucede en el “primer mundo”, qué nos queda a nosotros.
Pero lo cierto, es que nuestra capacidad de asombro disminuye cada vez más y estas noticias graves, casi, las pasamos de largo. Entonces, surgen preguntas: ¿qué rol juegan las redes sociales? ¿Hay un nuevo tipo de liderazgo desconocido que moviliza a miles de personas? ¿Qué las motiva a manifestarse de esta forma? ¿Qué información reciben para que actuar así? ¿Hay financiamiento detrás? ¿Qué implicancias sociales y/o institucionales tienen estos actos hacia el futuro?
Lo grave es que, como sociedad, no le estamos dando la importancia que corresponde a estos acontecimientos y a lo que pueden conllevar. El último Estudio Nacional de Opinión Pública del CEP, mostró como el valor de la democracia ha empezado a disminuir en Chile: ante la frase “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, 49% estuvo de acuerdo esta vez frente a 61% el 2021. Y 19% de los encuestados estuvo de acuerdo con que “en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático” y 25% aseguró que a la gente le da lo mismo el tipo de régimen.
Claramente, hay un deterioro en la percepción en torno a la democracia, que puede estar derivado por la percepción de inseguridad. En esta misma encuesta CEP, 68% de los entrevistados le asignó mayor valor a “que haya orden público y seguridad ciudadana” a “que haya libertades públicas y privadas”, siendo esta la cifra más alta desde 2008.
No dejan de preocupar estos datos, pensando que hace menos de 50 años muchos países de América Latina vivimos situaciones que terminaron en dictaduras. La relativización de la democracia o darla por sentada, en el caso de los gobernantes, puede abrir la posibilidad que nuevamente caigamos en ese tipo de regímenes autoritarios, coartando nuestras libertades. Los sucesos recientes deberían hacernos cuestionar el futuro. Pues no sabemos si este tipo de situaciones terminarán en una suspensión de la democracia en algunos países o no. Basta hacer una breve mirada a lo que acontece en Perú, donde la violencia está desatada y hay muertes que lamentar productos de los enfrentamientos entre civiles y fuerzas policiales.
No permitamos caer en esos excesos, y aunque no somos adivinos para predecir el futuro, sí podemos anticipar algunos escenarios y hacernos cargo de ellos. Las viejas recetas del pasado de “causa-efecto” ya no sirven para este tipo de posibilidades. Por eso, los invito a reflexionar y a no caer en la indiferencia, en la desidia frente a estas situaciones. Seamos constructivos y resilientes para mejorar como sociedad y no ser simplemente reactivos a lo que sucede en nuestro entorno.