Pasar al contenido principal

ES / EN

Paul Krugman y bitcoin: No hay peor ciego que el que no quiere ver
Lun, 07/06/2021 - 10:18

María Pía Aqueveque

La batalla geopolítica de las stablecoins
María Pía Aqueveque

Directora de empresas y experta en activos digitales, CEO y fundadora de Maqueveq & Co.

La actual incertidumbre regulatoria de las criptomonedas afecta su narrativa, y, consecuentemente, su valoración, generando olas de volatilidad. Una vez que se defina y se validen las cripto como medio de pago en la sociedad, se espera que su volatilidad disminuya. Para ello, se requiere marcos regulatorios que permitan su adopción en el comercio retail y que los inversionistas institucionales sepan valorizar sus protocolos en un horizonte de largo plazo. Así, las personas comenzarán a confiar y reconocer el valor de bitcoin y otras criptos como una clase de activos alternativo, y su volatilidad finalmente disminuirá.

A diferencia de lo que afirma, el economista y Premio Nobel Paul Krugman en una reciente columna en The New York Times, el bitcoin −como primera aplicación de la cadena de bloques− sí es una innovación revolucionaria en el sistema financiero. Sin más ni menos, en 2008, en plena crisis subprime, el white paper ”Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System”, puso en marcha las bases técnicas y conceptuales de esta alternativa monetaria.

”Ningún ejército puede detener una idea a la que ha llegado su momento”, escribió Víctor Hugo. Y esta innovación monetaria hoy nos llama a repensar el sistema financiero y económico. ¿Así que Bitcoin te parece una estafa? Imagínate si supieras que la Reserva Federal de Estados Unidos no es federal y que no tiene reservas en oro. Eso establece una nueva e inspiradora definición del dinero en un momento en el que se intentaba salvar la fe en el sistema financiero tradicional. De modo similar, en otro momento de la historia, el presidente Richard Nixon puso fin al sistema Bretton Woods, anunciando el fin de la convertibilidad entre el dólar y el oro.

Bitcoin es la primera alternativa financiera descentralizada, como respuesta a una crisis económica internacional causada por un sistema centralizado y en el cual se había perdido la confianza. El “oro digital”, qué pasó de una idea a una moneda virtual, permite a las personas transferir y almacenar valor, en forma descentralizada, con la certeza de tener propiedad sobre este y fuera del riesgo de no pago, como ha sucedido en “corralitos”. Y lo hace de forma prácticamente instantánea, más eficiente y transparente que el sistema financiero tradicional.

Hoy existe preocupación ante una inminente crisis de deuda global y una fuerte devaluación del dólar. Y en este contexto, la característica anti-inflacionaria de Bitcoin la hace cada vez más atractiva como vehículo de ahorro. Incluso Ray Dalio, fundador de Bridgewater Associates, principal administrador de fondos de cobertura del mundo, pasó de dudar de Bitcoin a declarar hoy que lo prefiere como vehículo de ahorro. “Personalmente, prefiero tener bitcoins que un bono”, ha remarcado.

Como decía Albert Einstein, “Todo aquello que el hombre ignora, no existe para él. Por eso el universo de cada uno, se resume al tamaño de su saber”. Paul Krugman, que estigmatiza al bitcoin por su uso en actividades ilegales, parece haber olvidado que antiguamente el oro era el principal botín de piratas, mientras comerciantes lo utilizaban para comprar armas y realizar contrabando. Y que el dinero fiduciario ha sido por años utilizados por el narcotráfico vía lavado de dinero. Y parece olvidar también que ha habido tecnologías disponibles desde hace años que, por desafíar el poder económico, político y social, han visto frenado su uso cotidiano y hasta el conocimiento de su existencia. Qué es exactamente lo que están intentando hacer aquellos gobiernos que prohíben sus utilización en vez de abrazar esta tecnologías entregarle un marco regulatorio que entregue certeza a los usuarios.

Un poco de memoria: en 2017, el mismo Krugman sostenía que el bitcoin era una “burbuja más obvia que la inmobiliaria [de los 2000]”, cuando su precio rozaba los US$ 18.000. Y aquí estamos, con empresas como Visa, MasterCard y PayPal queriendo incorporarla como moneda de pago y con precios hoy por sobre los US$ 39.000;  con una criptomoneda que ha superado los US$ 60.000, mientras que Citibank (a través de CitiFXTechnicals), Bloomberg y Ark Investments estimaban recientemente que el bitcoin podría alcanzar un máximo de US$ 318.000, US$ 400.000, US$ 500.000, respectivamente.

Todo parece sugerir que los inversionistas institucionales están volviendo a apostar por el patrón oro para cubrirse de la amenazante inflación. Y oscilan entre invertir en su versión física y en su versión digital. Ambas tienen características de reserva de valor. Pero con grandes diferencias. En su formato físico, no tenemos realmente propiedad de la barra de oro, la cual tampoco es divisible ni fácil de hacerla líquida. Mientras la versión digital, por el contrario, es divisible, se tiene propiedad directa sobre la proporción de inversión y es de alta liquidez. Además, la versión digital del oro consume la mitad de energía que su versión física, de lo cual hablaremos en una próxima columna.

Lea más columnas sobre criptomonedas:

Criptomonedas, mucho ruido y poco dinero, por ahora

Token Revolution: Las finanzas tradicionales y las descentralizadas convergen

Tókens de acciones, el jaque mate de Binance a las bolsas