Cuando el precio internacional del barril de petróleo sube, una mayoría de peruanos ve su economía familiar fuertemente golpeada, pues nuestras autoridades nos han convertido en un importador neto de combustibles; importamos el 75% de lo que consumimos. Cuando sube el precio del gas licuado (GLP), una mayoría de peruanos también ven afectada su economía familiar. En ambos casos, el impacto no es homogéneo; siempre los más afectados serán los peruanos más vulnerables y de menores ingresos, cuyo número, después de la pandemia, se ha incrementado. No debe extrañar que a la inflación se le conoce como el “impuesto” inflación.
Este tipo de eventos se manifiestan en forma cíclica y provocan impactos, cuya duración no depende de las políticas de contención que se implementen, pues su origen es externo. La temporalidad de este tipo de shocks es relevante para efectos de proponer soluciones que amortigüen o mitiguen su impacto; un bono es un instrumento de apoyo temporal, un subsidio lo es también por sus implicancias fiscales, etc.
Estos ejemplos nos confirman que este tipo de “shocks”, lamentablemente, llegan a ser tolerados por las autoridades, como es el caso de los daños ocasionados por huaicos y deslizamientos en la sierra y selva durante los primeros meses de cada año, las pérdidas materiales y de vidas causadas todos los años por el friaje en la sierra sur del país, la deficiente infraestructura de colegios a pocos días de iniciarse el año escolar y muchos otros fenómenos a los que las autoridades se han acostumbrado.
Volviendo al reciente shock ocasionado por el aumento del precio del petróleo, derivado de la invasión de Rusia a Ucrania, viene a mi mente una reflexión desde una mirada de planeamiento estratégico de largo plazo. Si cada cierto tiempo, sufrimos por el incremento inevitable del precio del petróleo, ¿no hay algo que las autoridades deberían hacer de una vez para prevenir o reaccionar más proactivamente ante estos repetitivos fenómenos? Aquí algunas ideas.
Lo primero que se nos ocurre es buscar la modificación de nuestra matriz energética (que seguramente estará también relacionado con una “nueva” matriz productiva). A pesar de escuchar constantemente la necesidad de modificar dichas matrices, en Perú la masificación del gas natural sigue siendo una promesa, en un mercado que todavía depende del GLP y donde el sector transportes se mantiene fuertemente ligado al petróleo. Asimismo, la crisis climática exige que ambos combustibles fósiles sean limitados o reemplazados por fuentes de energías limpias como el agua, el sol y el aire. Sin embargo, solo el 5,9% de nuestra matriz energética está compuesta por fuentes renovables no convencionales. Desde hace siete años el Estado no promueve nuevas subastas para permitir estas inversiones[1].
¿Y qué tal si las autoridades analizan cómo reducir estos impactos diferenciando a cada usuario según su necesidad de transporte o su actividad económica? Seguramente, la solución, en una primera fase implicará instalar tuberías de gas domiciliario, cambiar los motores de los vehículos a GNV e introducir vehículos híbridos o eléctricos. En una siguiente fase, implicará combinar esas medidas con el desarrollo de un amplio Sistema Multimodal de Transporte Público, que incluya una verdadera decisión por habilitar Infraestructura para el uso seguro de vehículos no motorizados (bicicletas, scooters, motos eléctricas, etc.), el desarrollo de un verdadero Sistema de Transporte Integrado Masivo (BRT), así como de un sistema tributario que realmente se diseñe con el objetivo de desincentivar la contaminación como un impuesto al carbono. ¿Suena a bastante trabajo? Lo es, pero la alternativa es solo atender el síntoma y perpetuar el problema.
La solución reactiva de autoridades con visión de corto plazo se quedará en el uso de bandas de precios o fondos para amortiguar los incrementos del costo internacional del petróleo, distribuir bonos, reducir impuestos, otorgar subsidios e incluso controlando precios.
La solución de autoridades con visión estratégica es entender la verdadera causa raíz del problema y proponer una ruta estratégica para resolverla, lograr consensos políticos, así como entre empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil. Mientras solo escuchemos soluciones reactivas, que “suenan bien”, estaremos cada vez más lejos de una verdadera mejora en la calidad de vida de las personas, los recursos públicos seguirán quemándose y seguiremos siendo un país en (sub)desarrollo y de los múltiples déjà vu.
[1] https://ojo-publico.com/3106/el-lento-avance-del-peru-para-renovar-su-matriz-energetica