Qué duda cabe que la innovación tecnológica está cambiando al mundo. Unos dicen que para bien y otros están más escépticos. Yo soy una optimista irreductible que cree que todo es para bien, por lo que dependiendo de cómo usemos la tecnología que hoy tenemos a nuestro alcance, lograremos avanzar en nuestro proceso evolutivo como personas y sociedad.
La innovación tecnológica está irrumpiendo con fuerza en el mundo de las empresas, pero la adopción por parte de las grandes corporaciones no va tan rápido, dado que no están preparadas para moverse ágilmente. Cada paso que dan debe cumplir con muchos protocolos y chequeos de seguridad, por lo que rara vez logran ponerse a tono con la velocidad que se requiere para adaptar las tecnologías a sus empresas o para preguntarse siquiera si estas innovaciones pueden servir para cambiar sus modelos de negocio.
Esta precaución que en otros tiempos era fundamental para resguardar la sustentabilidad, hoy en día les juega en contra, porque la innovación conlleva una gran capacidad de equivocaciones que implica estar todo el tiempo cambiando el rumbo o “pivoteando” como se dice en el lenguaje de startups.
En las empresas que están a la vanguardia de los cambios como son las startups, la cultura es muy diferente, nadie tiene tiempo para recriminar los errores, lo más importante es adaptarse hasta que el próximo fallo los obligue a volver a cambiar el rumbo.
Esta mentalidad de error y corrección no es una capacidad instalada en las grandes empresas, por eso hoy en día han entendido que, si no adoptan la innovación con algún otro modelo, simplemente pueden quedar fuera de juego y ver su sostenibilidad en el tiempo siendo sustituida por startups que sí se atreven y prueban la innovación hasta que le dan con “el palo al gato” como se dice.
De esta forma nace el “Venture Corporate Capital”, que es una forma de atraer a estos innovadores externos a las compañías que llegan a ofrecerles sus servicios y productos, muchas veces capaces de solucionar problemas de los consumidores a los que las grandes compañías tradicionales quieren satisfacer o para hacer más eficientes sus modelos de negocio actuales.
Las grandes corporaciones, que se han dado cuenta que pueden quedar fuera de juego, están abriendo una ventana para mirar lo que está pasando afuera, para observar y valorar, ya no lo que hace su competencia, como solían hacer antes, sino que para ver a estos nuevos jugadores pensando en cómo atraerlos al equipo antes que sean ellos quienes los dejen fuera del juego del mercado y no su competencia tradicional.
Por su parte a las startups se les hace muy atractivo ofrecer sus soluciones innovadoras a estas grandes corporaciones, que quizás no les abrirían tan fácilmente la puerta si no existieran estas ventanillas abiertas a incorporar innovación.
Estamos así ante un nuevo aporte de valor en el ecosistema que genera ganancias para ambos lados. A la gran empresa, le sirve para atraer más rápido la innovación sin tener que demorarse tanto en el proceso de prueba y error o quizás ni siquiera intentarlo, y a las startups para buscar experiencia y financiamiento con actores reconocidos del mercado. Un buen encuentro que hay que aplaudir y fomentar.