En México, como en prácticamente todo el resto del globo, la economía pende de un hilo debido a los estragos sufridos por cuenta de la crisis sanitaria. Los sectores tradicionales, de larga trayectoria y con gran influencia en la salud financiera del país, resisten a duras penas las embestidas del COVID-19.
Sin embargo, entre tanta tiniebla, las startups centellean. Nuevas ideas, o ideas viejas con nuevos y modernizados planteamientos, dan lugar a nuevas empresas y oportunidades. Estas procuran esperanza al mercado, también al laboral, y despiertan el interés de inversores ávidos de nuevos éxitos.
Según los más recientes informes elaborados por Transactional Track Record (TTR), en Latinoamérica, sin ser México la excepción, la actividad inversora en general ha decrecido. No obstante, esta tendencia no refleja lo ocurrido en venture capital que incluso ha incrementado su volumen de inversiones en comparación con 2019. En concreto, las cifras muestran un crecimiento interanual del casi 19% en el número de inversiones realizadas en startups en toda Latinoamérica, y de un 16% en el mercado mexicano.
Estos mismos análisis manifiestan que, de todas las clases de startups existentes, las más populares, y que más brillan, son aquellas que presumen del sufijo -tech. Es decir, las que aprovechan las ventajas que les brinda el uso de la tecnología para el ejercicio de su actividad.
Claro ejemplo de ello, son las fintech, o lo que es lo mismo, las sociedades que se sirven de la tecnología para ofrecer y procurar servicios financieros.
En Latinoamérica en general, y en México en particular, dichas sociedades vienen reflejando unos estupendos datos en cuestión de inversión recaudada desde varios ejercicios atrás, habiendo registrado, incluso, un aumento del 19% en Latinoamérica, y un 29% en México, en 2020 si comparamos las cifras actuales con las del año anterior.
¿Y a qué puede deberse que las fintech en México muestren un aumento interanual que supere el crecimiento medio de toda la región latina? Sin lugar a dudas el hecho de que sea uno de los países con mayor número, en términos relativos, de este tipo de startups en Latinoamérica tiene mucho que ver.
México es el caldo de cultivo idóneo para la aparición de estas nuevas empresas. Como ocurre también en muchos otros países latinos, ciertos servicios financieros son poco accesibles para gran parte de la población, y la información, flexibilidad y facilidades que a veces ofrecen las entidades tradicionales resultan insuficientes y no satisfacen la demanda, ni las necesidades de sus usuarios.
Las fintech se esfuerzan en escuchar y en tratar de compensar estas carencias. Brindan acceso a la información, gestión o servicio financiero con inmediatez. Muchas veces de manera remota sin necesidad de desplazamiento y muchas otras también de manera presencial, pero acercando el servicio al ciudadano. Simplificando las cosas, como es el caso de los tan bien acogidos TPV (terminales puntos de venta).
El abaratamiento de costes, el acceso a financiación sin apenas trámites ni requisitos, sin burocracia, sin demora; toda la información financiera de interés a un simple clic de distancia gracias a las apps... son factores que han contribuido a que las fintech en México se hayan posicionado en el pódium de las startups.
Atributos que no han pasado desapercibidos para los inversores extranjeros, que han sido los emisores de casi la mitad de las inversiones recibidas por las fintech mexicanas en lo que va de año.
¿Pero cómo afecta la crisis del COVID-19 a las fintech? Lo cierto es, que, pese a la complicada situación, puede tratarse para ellas de una buena oportunidad para afianzar su presencia en el mercado.
Si nos fijamos en la composición fintech en México, predominan las sociedades prestadoras de créditos, un servicio cuya demanda crece en tiempos en el que las estrecheces económicas abundan. Muy seguidas en número encontramos las facilitadoras de pagos como contraprestación por un producto o servicio, que al igual que ocurre con las siguientes fintech con mayor cuota de mercado en el país (estas son las que proporcionan herramientas para facilitar la consulta y gestión de las finanzas personales desde cualquier dispositivo) tiene sentido que cobren importancia en circunstancias como estas en las que la movilidad y el contacto entre personas está restringido.
De hecho, no solo los inversores habituales en capital riesgo se han dado cuenta de la posición aventajada de las fintech en esta coyuntura, y por eso han mantenido e incrementado sus negocios, sino que las propias entidades financieras tradicionales también han sabido reconocer que su mejor baza es la generación sinergias con estas nuevas empresas.
En definitiva, pese a que el futuro es incierto, todo parece indicar que las fintech mexicanas han venido con para quedarse y, si todo marcha como debiera, podremos ver como continúan generando negocio en la anhelada era post-COVID-19.