El crecimiento de Argentina de 2021 converge a 5% después de una caída estimada en 14 % en 2020. Los gerentes afinan el lápiz en estas semanas para proyectar 2021. La macro es un insumo valioso para armar los pronósticos. El presupuesto en particular da ciertas orientaciones para el ejercicio estratégico de las firmas, pero como siempre es muy optimista en cuanto a inflación, 29%, déficit fiscal primario, 4,5% y valor del dólar oficial al final de 2021, 101 pesos.
Hace ya varios meses que desde algunas posiciones “ortodoxas” se viene cuestionando el “modelo”, si es que existiese tal modelo, del Frente de Todos (coalición peronista en el poder), presagiando su colapso. Las razones son coherentes pero incompletas y quizás muchas veces se confunden deseos con la estricta lógica económica. Así todo, la situación es bien delicada y la pandemia ha sido devastadora en el terreno de la economía, un shock simultáneo de oferta y demanda agregada.
El nuevo escenario de baja de tasas en Estados Unidos influyó en la depreciación de monedas de varios países emergentes. La política monetaria laxa de la Fed es, sin duda, un dato a procesar en un mundo de mayor liquidez.
Los agentes económicos especulan por otra parte, una derrota oficialista, que en buena medida se asocia a un nivel de actividad económica pobre, junto a un alto nivel de inflación por la altísima emisión de pesos por la emergencia. Existe un riesgo probable que un mal desempeño electoral del oficialismo en las elecciones de medio término puedan afectar aún más al ciclo económico. Cuando estuvo al frente del poder, el kirchnerismo siempre ha tenido la iniciativa pero el riesgo que pierda gobernabilidad con su consecuente impacto en la macro existe.
La duda que está implícita es si el ajuste lo hará el mercado de manera caótica o si el gobierno encarará de manera pragmática las distorsiones que se han ido acumulando sobre todo por la pandemia, en pos de sincerar el sistema económico. La decisión política, que siempre durante la última década ha recurrido a redoblar la apuesta en clave populista, será seguramente la de postergar los desequilibrios y apuntar a medidas que no son de fondo sino simplemente cortoplacistas.
Bajar la inflación a un dígito, la principal distorsión, no supone necesariamente recesión. La argentina es una inflación en parte inercial que podría ajustarse mediante una coordinación armónica de expectativas a partir de un plan creíble de estabilización, que incluya una necesaria moderación en la emisión monetaria.
La brecha comercial es clave para entender la macro (las importaciones crecen muy poco por la recesión, van a moverse más el año que viene). Argentina tiene un déficit fiscal, financiado en buena medida por el Banco Central, en un contexto que la literatura económica denomina “dominancia fiscal”.
El saldo comercial caería en 2021 y quizás termine cerca de cero en 2022, debido a que las exportaciones prácticamente no van a estar creciendo por el marco impositivo adverso.
Las reservas proyectadas para fines de 2020 estarán cerca de US$ 2.000 millones expuestas a un goteo de descenso de 500 millones por mes. A fines de septiembre, se vislumbra un panorama difícil en el frente cambiario. Es un número complicado para enfrentar 2021, más aún en medio de la incertidumbre electoral por las elecciones legislativas. Históricamente, cuando las reservas pasan la zona crítica hay riesgo de corrida. Las reservas han caído mucho en 2020 y, entre otras razones, por el pago de deuda pública y por la demanda de dólar ahorro que es el permitido para comprar en un monto acotado.
El cepo cambiario surgió para frenar la fuga de capitales que estaba en un nivel de US$ 20.000 millones por año en 2011 y se hizo para evitar el descenso de reservas. Fue parcialmente eficaz en el primer objetivo. Para la actividad económica fue claramente perjudicial.
El cepo, que llegó para quedarse hasta el final del mandato, supone un problema análogo al del final de la convertibilidad. Es difícil desactivarlo sin incurrir en costos que son inciertos. En este contexto de desconfianza y alto riesgo país fue complejo salir del cepo como difícil fue salir del 1 a 1 en 2002. El desdoblamiento podría ser muy difícil de administrar si no cambia la orientación de la política económica.
La tasa de devaluación del dólar oficial en 2021 será igual o menor a la tasa de inflación. No se quiere un ajuste del dólar a la venezolana post-elecciones.
La inversión de 2021 seguirá siendo frágil debido a la inflación, la inseguridad jurídica y el pobre nivel de actividad. Será cercana a 15% del PIB. Las bombas del populismo se están activando y afectan a la inversión. Se estima una cosecha en 150 millones de toneladas con precio de la soja razonable y Brasil creciendo al 2% tira de la producción industrial doméstica.
No hay “Rodrigazo”, ni “helicóptero” como en 2001, ni “híper” ’89, eventos que marcaron el derrotero económico desde los 70 en Argentina. La situación actual es diferente, aunque crítica. Es una crisis básicamente de oferta. Sin embargo, la herencia para 2021, una vez más, será pesada después de un 2020 muy volátil.
Salvo en el tema deuda pública que se ha reprogramado con éxito, hay muchos indicadores adversos equivalentes a los del fin de la convertibilidad (retraso cambiario, déficit gemelos, pobreza, por citar algunos ejemplos). Para corregir el rumbo, hay que mirar mucho más el ejemplo valioso de varios países de Latinoamérica que lo vienen haciendo bastante bien.